«Antes del Impresionismo no había sombras azules»
Oscar Wilde
Nada hace resaltar más la intensidad de la luz que un buen día de verano como este de hoy en Amsterdam. En contraste con el frío y las nieblas del invierno, la luminosidad de agosto me descubre una imagen diferente de la ciudad, resalta las formas y los colores, la arquitectura de los edificios, el brillo del agua en los canales, la diversidad de la gente, incluso las sombras que nacen en los rincones y esquinas de las calles. La luz es el elemento primordial en la vida, es fuente de energía y elemento determinante en la evolución. Al mismo tiempo está también presente en el arte, y ha sido el tema esencial en la obra de una generación de artistas que destaca los colores primarios, elimina los detalles y da una ilusión de realidad con pinceladas cortas y sueltas, plasmadas de una forma rápida para poder captar ese momento que va siendo diferente con el paso de las horas, con el cambio de la luz.
La luz en las horas cálidas de hoy derrama su caudal con provocación y generosidad sin condiciones. Aprovecho esta ausencia de lluvia para acercarme al museo El Hermitage. Desde la plaza Dam, con sus aburridas palomas y artistas callejeros, es un corto paseo. Hace calor y como siempre ocurre en Amsterdam hay mucha gente en las calles, bicicletas y turistas, mezcla de colores e idiomas. Durante estos días y hasta el 13 de enero próximo el museo nos da la posibilidad de conocer la obra de un grupo de pintores que surgió en 1874 y que marcó una nueva tendencia en el arte pictórico. A estos artistas se les dió el nombre, de una forma irónica y despectiva, de los impresionistas, haciendo referencia a la obra de Monet, Impresión: sol naciente, amacecer en el puerto de La Havre. Los impresionistas expusieron sus obras en el que se llamó el Salón de los rechazados, el Salon des refusés, al no ser admitidas en el Salón de París. ( Pilar Moreno).
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