Alexander Roslin: Självporträtt, 1790.
Malmö Museum
Distinción, riqueza, poder y decadencia, son los elementos esenciales que, como hilos conductores de esta exposición, nos van adentrando en la imagen de una clase y estilo de vida en la segunda mitad del siglo XVIII que estaba a punto de desaparecer. El Rijksmuseum Twenthe de Enschede expone la obra del pintor sueco Alexander Roslin que viajó a lo largo de las casas reales de la época para retratar reyes, nobles y otros miembros de la aristocracia, justo en los momentos preliminares a la Revolución francesa de 1789. Los retratados, el mundo de lujo y los marcantes sucesos que vivieron renacen de nuevo por los objetos de su entorno, trajes, muebles, porcelana, cartas y grabados.Con la llegada del otoño los museos compiten en actividad con una larga lista de eventos. En el Museo del Prado podemos ver a Bernini, en el Louvre hay una exposición muy interesante sobre el Marruecos medieval. La Galería Nacional de Londres invita a ver la obra tardía de Rembrandt, y los amantes del Arte Moderno pueden dirigirse al Museo de Bellas Artes en Bruselas. También aquí en Holanda los museos han recibido al otoño con una variada oferta de exposiciones y conferencias. Yo me decidí por el Rijksmuseum Twenthe, que estos días alberga un género pictórico que me apasiona, el retrato. Este museo se inauguró en 1930 y está en la lista del Patrimonio Nacional. El edificio sufrió grandes destrozos con la explosión en el año 2000 del depósito de fuegos artificiales de Enschede. La colección se salvó milagrosamente. ( Pilar Moreno)
Alexander Roslin retratista de la aristocracia (1718-1793) en el Rijksmuseum Twenthe de Enschede. Por: Pilar Moreno.
Esta es la primera exposición en Holanda dedicada a Alexander Roslin y cuenta con unas cuarenta obras del pintor. Cuando Roslin llegó a París al principio de la segunda mitad del siglo XVIII, no tenía ni un céntimo en el bolsillo y tuvo que buscar influencias para abrirse camino en el mundo del arte. Antes de diez años había conseguido ser admitido en la Real Academia de París, requisito imprescindible en el mundo artístico del país, se había casado con Marie Suzanne Giroust, miembro de una adinerada familia francesa, y contaba entre sus clientes con el príncipe heredero de Suecia, Gustavo III. Esto le abrió las puertas a nuevos y variados encargos entre personajes de la sociedad parisina. En el siglo XVIII todo aquel que se consideraba importante se dejaba pintar por Alexander Roslin. Los retratos eran como tarjetas de visita y por tanto debían reflejar estatus, erudición, elegancia y, por supuesto, belleza. Roslin era un verdadero maestro en plasmar todas estas exigencias, aún en el caso de que en ocasiones todo esto solo fuera realizable poniendo mucha imaginación. Todos los personajes retratados deslumbran con el resplandor de las joyas, la textura y brillo de las telas, sedas, satén, terciopelos, la abundancia de los encajes y un sinfín de complementos como guantes, abanicos y pelucas empolvadas.
Hedvig_Elisabeth_Charlotta_av_Holstein-Gottorp
Una muestra está en el cuadro de la princesa de Suecia Hedvig Elisabet Charlotta, que sería reina de Noruega en 1774. En la pintura la vemos retratada con su traje de boda, de brocado de plata. La falda y las mangas están bordadas con hilos de plata y ricamente adornadas con detalles como ramas, hojas y flores minúsculas igualmente de plata. Este modelo se conocía como traje de corte. Es un inmenso vestido, que hace pensar en la moda de la corte española de un siglo anterior. El traje, las telas, los bordados y adornos exigen más la atención que la propia persona.
Sin embargo, el sentido de la moda y la riqueza no siempre van unido a lo bello, y esto lo entendía muy bien Roslin que se distinguía por su carácter diplomático al dejar constancia en sus cuadros los gustos de la época. La princesa tiene la típica cabeza alargada, los ojos grandes y abultados, lleva collar de perlas, broche y grandes pendientes de oro y brillantes, pero escasea la belleza. Es un buen retrato, que nos muestra a una princesa elegante y refinada que parece ser simpática y amable, pero no nos descubre nada. Encanto es precisamente lo que distingue la pintura de Alexander Roslin, pero es ese encanto y tanta dulzura que roza la banalidad, lo que puede hacer llegar a la decadencia. Esto y el huracán del la Revolución francesa que no solo se llevó cabezas y encarceló gran número de sus clientes sino que hizo desaparecer la estrella ascendente del pintor.
La dama con el velo.
No pongo en duda la maestría del pintor. El retrato es uno de mis géneros favoritos y Alexander Roslin hace valer su nombre en las obras expuestas. Destaco dos por la perfección y el mensaje que transmiten. La dama con el velo es el retrato de su mujer, con el que causó sensación e hizo callar las críticas de sus adversarios. Un cuadro que es toda una lección de seducción y que el filósofo francés Diderot consideró como muy picante. Marie Suzanne juega con el abanico cerrado que deja ver parte de la piel del escote, y el velo cubre la mitad de su rostro mientras la otra mitad queda iluminado con una pequeña e insinuante sonrisa.
Lovisa Ulrica
El segundo retrato es una excepción en la obra de Roslin. Se trata de la princesa Zoïe Ghika de Moldavia. Su padre había sido detenido y ejecutado por los rusos. La princesa fue tomada prisionera y llevada a San Petersburgo. Catalina de Rusia, ferviente coleccionista de arte, dio orden al pintor, en una de sus visitas a Rusia, que pintara a la princesa. Al contrario de las damas francesas con sus grandes y coloridos atavíos, Zoïe Ghika aparece con sobrios colores, vestida tradicionalmente y el cabello natural y sin peluca. Pero un hecho es evidente, su apariencia no es la de una persona vencida, sino orgullosa y algo rebelde.
