Un ojo con pestañas postizas no es un ojo cualquiera. La mujer de Anthony Burgess, fue apaleada por cuatro marines en el año 44 y como consecuencia, abortó, pero aquella secuencia particular, no tomaría forma hasta años después al escribir Clockwork orange (1962), novela que en el año 71, daría forma a la naranja mecánica. Cuarenta años después sigue siendo la mejor película de Stanley Kubrick con la genial interpretación de Malcon McDowell, como Alex y algunos años más, el libro más leído (de los más de cincuenta) escrito por Anthony Burgess, un autor al que le diagnosticaron un tumor cerebral irreversible.
( Elías Gorostiaga)
Anthony Burgess, cuarenta años de La naranja mecánica. por : Elías Gorostiaga.
-Aquel tumor solo eran palabras –dijo el autor-
Palabras y palabras, con las que se dedicó a escribir con la premura y la capacidad de trabajo que da la cercanía de la parca, para escribir en un año seis novelas, incluida La naranja mecánica.
-Videa bien hermanito, videa bien –dice, mientras viola a la mujer del escritor-
Nadie consigue escribir una novela que se mantenga en la retina de los lectores, tanto tiempo como Anthony B, así pasó a la fama mundial, pagó su factura, pero mucho tiempo después sigue siendo un éxito de ventas, tanto la novela como la película.
El cóctel consiste en mezclar palabras hasta formar una jerga que se identifica claramente y que impide envejecer, como un tatuaje; llenarlo todo de iconos pop, cinismo y música clásica, sobre todo Beethoven y agitarlo con suficiente violencia, contraluces, bandas, chicas, sexo, drogas, una elegante familia imbécil de cualquier barrio y políticos cínicos. Y ese cóctel, entra bien, te sube y te baja, te bloquea el estómago, el ano, el olfato y te ata al sillón, hablo de la novela, la película todavía es más mortífera.
De ella han pasado esos cuarenta años y ahora se vuelve a ver, se vuelve a proyectar, se vuelve a discutir, esos viejos temas de la violencia juvenil, pero ya solo algunos góticos, salen con pestañas postizas en un ojo, saben que un cuchillo mal afilado te puede llevar catorce años de condena a cualquier penal, como le ocurrió a nuestro amigo Alex.
Uno se obsesiona con la ironía, mucho más que con el sarcasmo, pero es el cinismo lo que nos hace sufrir, el cinismo de nuestros mejores amigos, el cinismo del estado, la cruel escritura de Burgess. Aquí llegamos al último capítulo de la novela, el capítulo 21, que no se publica en todas las ediciones, en este capítulo Alex recupera su condición de ciudadano de orden, se da cuenta a través de su viejo droogo, Pete (felizmente casado y con un hijo), uno de sus amigos, que puede reengancharse a la sociedad, un buen final que evita la película.
En todo caso, cuarenta años parece suficiente tiempo, para conocer el pulso que late en la sociedad, sus miedos, sus temores, sus cárceles, sus políticos, su moral. En esos cuarenta años el cóctel, no ha cambiado y los decorados tampoco, quizá esta noche o una noche cualquiera, una banda de subnormales, bien jaezados apaleen hasta la muerte a un borracho, o quizá quemen a una indigente en un cajero “sing-in the rain”.
-Prepárate amiguito para videar…
El tiempo entonces y ahora es circular, todo se repite y un ojo siempre estremece, incluso cosido en la manga de la camisa; con pestañas postizas más.
En aquella época, los Stones con Jagger al frente, quisieron sustituir a Alex y sus droogos. A dios gracias, Burgess también apasionado de la música, paró el proyecto que no hubiera dejado de ser una mala broma. Quizá, ahora podían intentarlo en una versión actualizada de ancianos y vieja ultraviolencia (pero bueno casi dejamos las cosas como están) que sus majestades, se dediquen a sus millonarias gira que gira y dejen el cinismo para la creación de Alex-Burgess & Kubrick y sus viejos droogos.*
*Droogo: amigo, en la jerga de la película.*