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Antonio Porpetta: Penúltima Intemperie. Una reflexión sobre su Poesía. Por : Amando Carabias.

Antonio Porpetta (Elda, Alicante, 1936) es un poeta que he descubierto hace muy poco. Y lo he descubierto gracias a la pericia detectivesca de otros, cuyo olfato para encontrar perlas en la Red es asombroso.

 

 

Llegué a su blog sin conocer absolutamente nada de él y me topé con un par de poemas o tres que me parecieron de una calidad insoslayable. De inmediato comprobé que se trata de un poeta de larga andadura (aunque comenzó a publicar relativamente tarde, en 1980) y de cierto prestigio que, sin embargo, no tiene la misma resonancia que otros, por múltiples razones, sin que entre ellas pueda barajarse la falta de valía poética. Cualquiera que sienta curiosidad por su biografía puede encontrarla con facilidad en cualquier buscador de la Red y allí comprobará a lo que me refiero.

Pero, obviamente, no se trata aquí de ensalzar una trayectoria más o menos amplia y prestigiosa, sino de reseñar su obra poética.

( Amando Carabias )

 

Antonio Porpetta: Penúltima Intemperie. Una reflexión sobre su Poesía. Por : Amando Carabias.

 

Con la admiración que me produjo su descubrimiento, me puse en contacto con él, y el propio autor alicantino me encaminó hacia alguna de sus antologías. Gracias a los milagros que sólo se producen en la Red, en pocos días llegó a mis manos su antología Penúltima intemperie (antología personal) editada en 2001 por la Institució Alfons El Magnànim de la Diputación de Valencia, en la que se han seleccionado poemas de siete de sus diez poemarios, los que abarcan desde 1981 a 2000.

Florencio Martínez Ruiz, autor del prólogo de la obra, sostiene que existen varias razones que han propiciado la escasa repercusión de la obra de Porpetta en España, pero quizá la más importante de todas ellas sea que nuestro autor se ha dedicado a “hacer la guerra por su cuenta, ajeno a toda otra bandería que no sea su arrojo por la belleza y su oficio en pos de la máxima calidad”. No tengo capacidad para juzgar otros motivos que se esgrimen por el prologuista, pero sospecho que no anda muy desatinado, pues empieza a ser preocupante que en España las voces poéticas sólo se escuchen después de que los poetas hayan establecido su afiliación tanto estética como ideológica, y no después de haber contrastado la calidad literaria.

 

 

Pero dejemos las divagaciones, pues al fin lo que interesa es su obra y que ésta se conozca, y no otras cuestiones que, aunque importantes, no son en sí mismas objeto de la labor poética.

La visión global que de su propia obre ofrece Porpetta en esta antología, nos muestra una homogeneidad estilística apreciable, aunque se podría señalar que en su última obra Silva de extravagancias el poema se depura hasta su esencia más absoluta, ciñendo los poemas a una sola idea que se muestra al lector en puñado de versos que, por no tener, ni título llevan: “Cada verso contiene / una pequeña vida luminosa. / Cada poema entero / una resurrección.” Destaco este poema, por lo que tiene de explicación sobre la poesía, mejor dicho, sobre el modo que tiene Antonio Porpetta de entender la poesía. Esta especie de resumen o de ideal que es capaz de escribir con esta nitidez cristalina en su último libro, está presente en toda su obra. De alguna manera, a mi modo de ver, estos cuatro versos alumbran al lector que, como yo mismo, ha llegado a su obra cuando está casi conclusa.

 

El primer libro recogido en esta antología, Meditación de los asombros (Valencia, 1981), se me antoja un abrazo a los seres humanos que caminaron por estas mismas tierras en tiempos pretéritos. Después de un viaje (o varios) a diferentes lugares de España, sus versos bucean en las huellas ínfimas que la historia ha permitido que llegaran hasta nosotros: las ricas telas procedentes de sepulturas reales ubicadas en el Monasterio de Las Huelgas de Burgos, una muñeca de marfil del siglo IV hallada en la necrópolis paleocristiana de Tarragona junto a los restos de una niña de 6 años, la firma “Eude pictrix”, mujer pintora miniaturista –quizá la primera mujer de la que tenemos constancia en la historia del arte- en la catedral de Gerona, las ruinas del Teatro romano de Clunia, la pintura rupestre de unas manos sobre fondo rojo en la Cueva del Castillo de Cantabria, la inscripción funeraria de una lápida romana dedicada a la joven Julia Anula, muerta con 18 años, en el Museo de Mérida, Badajoz, o unos sepulcros anónimos del siglo XV en Tentudia, Badajoz… Pudiera parecer de esta enumeración que nos encontramos ante un catálogo de piedras muertas, ante la descripción más o menos inspirada de un lugar o unos enseres que son la huella fósil de un pasado más o menos pretérito. Pero no es así, sino todo lo contrario. Porpetta huye de esa clase de arqueología y dota de latido vivo aquellas ruinas ante las que su asombro se detiene, y en donde continúa latiendo, generación tras generación, el deseo de perpetuarse: “cuatro siglos de hielo renaciendo / multiplicadas muertes cada día / en este yermo imperio del olvido”.

Ardieron ya los sándalos (Madrid, 1982) es la primera obra porpettiana en la que se asoman a su obra los versos amorosos y eróticos. Territorio éste de la poesía amorosa que a lo largo de la historia se eriza de lugares tópicos y melosidades empalagosas, pero que sin embargo, el poeta eldense sortea con precisión y fortuna: “Digo tu nombre y todos / los sándalos se yerguen / y despierta el azúmbar / el amaranto crece y se desvive / y el áloe se endulza iluminado” (De Balada de tu nombre). El amor (nada abstracto) sirve para dotar de plenitud a lo que existe: la persona y todo lo que la rodea, hasta llegar al final en un eco de resonancias quevedianas: “Mas seguirán unidas nuestra manos / a pesar del olvido” (De Asunción del olvido).

El clavicordio ante el espejo (Madrid, 1984) es un viaje hacia la infancia, como territorio paradisíaco. Construido como un juego de imágenes, los temas de los poemas se suceden, a imitación, por ejemplo, de “El clave bien temperado” de Bach, en ‘preludios’ que se corresponden a los sentimientos o ideas del niño y en ‘variaciones’ o respuestas que el adulto, situado al otro lado del espejo, ha conquistado o ha perdido tras el inexorable paso del tiempo.

Los sigilos violados (León, 1985; premio Fastenrath de la Real Academia Española de la Lengua) es un poemario que se hunde en las raíces de lo humano desde la creación como cúspide de todo lo existente, hasta la muerte, pasando por su indiscutible vocación de alimaña destructiva y, al mismo tiempo, ser arrojado a la muerte, a la nostalgia, por tanto a un dolor ineludible. Aquí Porpetta elabora una reflexión honda y alejada de modas o corrientes sobre todo lo que afecta a la existencia humana, más allá de la pura contingencia del momento, más allá de un instante fugaz, pues todos los instantes nos remiten a una misma esencia casi eterna.

 

Territorio de fuego (Madrid, 1988 y 1989) es una exaltación del amor de la pareja humana. Como se decía más arriba, delicado territorio siempre para el poeta por ser un camino tan transitado. Sin embargo, con la personalidad que le caracteriza, consigue escapar con brillantez de tópicos manidos y construye un personalísimo canto cuyo centro es siempre la amada, su cuerpo (cabello, ojos, labios, lengua, pasos, cintura, pubis, sexo…), recorrido verso a verso con la pasión propia del amante entregado a la fruición del momento, de los momentos (tanto los presentes, como los pasados, como los que el porvenir depare), hasta que el éxtasis final concluye en la contemplación emocionada de la noche a los amantes, mientras detrás de los cristales, / el invierno camina. O lo que quizá sea lo mismo, en las afueras del territorio de los amantes no hay nada salvo la oscuridad, el frío, la soledad que definen tantas veces al invierno.

Adagio mediterráneo (San Sebastián de los Reyes, Madrid, 1997) supone el particular himno del autor a su mar. Las esencias levantinas de Porpetta más que nunca se anudan con su luz, pero sobre todo con su mar, a los versos que recorren a lo largo de la obra diferentes aspectos del Mediterráneo. Pero no se trata de un paseo turístico por lugares concretos (tan hermosos en cualquier caso), sino más bien un itinerario sentimental y personalísimo por las vivencias y reflexiones que ese mar ha dejado en su corazón y en su vida. Este mar que adquiere los atributos de un personaje humano con sus propios sentimientos. Poemas transidos de luz y melancolía, y no hay contradicción en semejante afirmación. Tan importante es el mar, que provocan al poeta estos versos: “Eternamente unidos yo y mi mar: / porque mi mar es ya parte de mí, / y un día seré parte de mi mar”.

Silva de extravagancias (Madrid, 2000) como ya se ha apuntado, este libro supone el ascenso a la cúspide de la obra hasta ahora publicada por Porpetta. La esencialidad en el decir alcanza honduras personales (en el modo de hacerlo) y universales (en los temas tratados): “…Y pensar que estas rosas / no saben que son rosas / y entrarán en la muerte sin saberlo…”. A mi modo de ver en este libro se acerca mucho a lo deseado por la máxima juanramoniana… Y creo que es mucho mejor dejar que él lo resuma en otro de sus poemas: “Yo no pido la voz: yo sólo pido / que mi silencio sea / como un hondo silencio de campanas.”

Sirva esta aproximación (tan rápida, tan superficial, quizá un poco torpe) para que la poesía de Antonio Porpetta ocupe algún tiempo en nuestras lecturas, algún hueco en nuestras estanterías, porque siempre es necesario dejarnos invadir por versos que nos traigan luz y belleza a través de una expresión personal, conectada con la tradición poética y, al mismo tiempo, ajena a las modas y las banderías del presente fugaz.

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  • Leonel Licea

    mayo 9th, 2011

    Excelente artìculo, Amando, como excelente es la obra poética de Porpetta, descubrirlo fue como encontrar una especie ùnica, sus versos son siempre dejan siempre sabor de vida en quien lo lee.
    Mando el articulo a Facebook, vale la pena que lo lean.

  • Flamenco Rojo

    mayo 9th, 2011

    Antonio Porpetta puede ser un espejo donde todo poeta joven se debe mirar…

    No creo que esta aproximación, como dices, a este gran poeta sea superficial.

    Un abrazo.

  • catherine

    mayo 10th, 2011

    Nos enseñas a un poeta amoroso, que cuenta en sus versos lo que le da la gana: sus viajes y la larga historia de las ruinas, las reflexiones sobre su propia vida de la infancia a la edad adulta cerca del mar, todo un itinerario.

  • María Eleonor Prado M.

    mayo 12th, 2011

    Qué ganas de tener sus textos cerca para leer buena poesía, lo buscaré sin duda. Gracias por presentarnos a este poeta que mi ignorancia no me lo hacía cercano.

    Un abrazo
    mepm

  • Marina

    mayo 13th, 2011

    Gracias Amando, por presentarnos este poeta anónimo para mucha gente, como para mí.
    según tus referencias, debe ser importante su poesía. Trataré de buscar en la red. Un besito.

  • Pilar

    mayo 29th, 2011

    Tengo que agradecerte esta ocasión que me has dado de conocer la obra de Antonio Porpetta. He buscado sus poemas, he leído su trabajo. Seguiré dedicando tiempo a conocerle mas.

    Un abrazo

  • lolo

    septiembre 22nd, 2011

    El prólogo de Florencio Martínez Ruiz es muy bueno y seguro que es el crítico que más y mejor conoce la obra de Porpetta

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