El día veintisiete de abril asistí en Casa América a un curioso ejercicio teatral sobre un fragmento de la traducción del reciente Premio Cervantes Nicanor Parra. Este creador de la “antipoesía” sirve de base a un ejercicio de “antiteatro” bastante original y curioso. Algo tendría de provocador cuando pude darme cuenta de que a mitad de la representación un cierto número de espectadores abandonó la sala, sobre todo los de más edad. Y eso que antes de empezar avisaron de que no se trataba ni mucho menos de una representación de la obra de Shakespeare sino de un ejercicio abierto basado en la traducción de Parra.
En un ejercicio de aproximadamente treinta o cuarenta minutos; su director y también actor Ricardo Díaz, más los actores Brenda Escobedo y Francisco Arrieta, montan un juego escénico en el que no hay nada cerrado. Advierten de la provisionalidad del montaje al igual que la provisionalidad de la traducción de Parra, que después de doce años todavía no da por terminada. Sin duda otra traducción cualquiera no hubiera permitido tan osada puesta en escena. Todo el diálogo gira en torno a la figura del bufón-poeta. En el Rey Lear, el bufón (Fool) es el único que se atreve a decir la verdad al rey. ¿No será el rey el más bufón de todos? Parra supera otros bufones. Él plantea un juego que invita a una sorpresa. Dentro de la puesta en escena cobra gran protagonismo una gran pantalla en la que se proyectan textos que, según el director , no pretende competir en protagonismo con los actores sino que esa introducción de texto escrito son juegos para crear una complicidad con el espectador y así al leer esos versos en pantalla quizá le lleve posteriormente a leerlos y a descubrir más profundamente la obra. ( Carlos Feral).
Apuntes del Rey Lear. «El bufón del rey no es su bufón». Un ejercicio teatral sobre la traducción de Nicanor Parra. Por : Carlos Feral.
No me resisto, queridos lectores, y soy consciente de que lo hago con demasiada frecuencia, a darles unos apuntes sobre el argumento de El rey Lear. Y no lo hago porque suponga que ustedes no lo conocen, que seguramente sí, sino porque a muchos que lo leyeron o lo vieron interpretar, quizá haga tanto de eso que tengan el recuerdo algo oxidado. Yo soy uno de estos últimos, lo reconozco. De todos modos, también hemos de admitir que a aquellos que no conocen nada en absoluto de esta obra de Shakespeare les voy a ahorrar unos cuantos minutos de búsqueda en internet así que miel sobre hojuelas.
Resumiendo: Si buscamos el tema central del Rey Lear, sin duda este es el de la ingratitud filial. Cuántas veces los que somos padres y por supuesto los que somos hijos, que es el caso de todos los seres humanos, hemos oído hablar de la ingratitud filial. Es un tema que no conoce variaciones a lo largo de la historia. Ya lo decían nuestros abuelos y los abuelos de nuestros abuelos: “Con todo lo que yo he hecho por ti, hijo mío, y así me lo pagas…” Pues eso es básicamente El Rey Lear en dos tramas paralelas. Por una parte Lear con sus tres hijas y por otra Gloucester con los dos suyos. En el caso de Lear las ingratas son las dos hijas mayores, Regan y Goneril, que heredan los trozos de la Bretaña de Lear mientras que la pobre hija menor, Cordelia, se queda a dos velas por sincera. Sí, por sincera. Fíjense que el rey Lear, ya viejo, ofrece un tercio de su reino a cada hija a cambio de que le digan cuánto le quieren y demás zarandajas. Las dos mayores, zalameras ellas, dicen que le quieren un Potosí y que le van a cuidar en su vejez y que le van a poner una escolta de cien caballeros y que le cuidarán alternándose y bla, bla bla. Vamos, como hacen hoy en día tantas hijas con su anciano padre esperando que caiga la herencia. Cordelia, modesta y sensata ella (qué gran error) le dice que le ama como manda el deber. ¡Toma ya! Nunca te arrepientas de lo que te callas. Resulta que Lear la destierra. Si es que es mejor caer en gracia que ser gracioso. Los dos primeros actos se dedican a preparar el nudo principal del drama que ocurre en el acto III. Resulta que las pérfidas hijas, una vez conseguido el poder, destierran a Lear, el cual, prácticamente despojado de todo, vaga en medio de la tormenta acompañado únicamente por el bufón (Fool, que en inglés quiere decir tanto loco como bufón). Ah. Se me olvidaba decirles que la buena de Cordelia, que era casadera, es rechazada por el duque de Borgoña al quedarse sin dote pero como debía estar de buen ver, es aceptada sin embargo, por el rey de Francia, que no está nada mal como segundo plato. El conde de Kent se pone al lado de Cordelia y sigue al rey Lear bajo vestiduras más falsas que un billete de treinta euros.
Todo ese quilombo de culebrón venezolano con escenario en la pérfida Albión conduce al rey a la locura (¿y a quién no?) y paralelamente al pobre de Gloucester no le va mejor. Ten hijos para esto. Fíjense: Como Gloucester siente piedad por el viejo rey, su hijo ilegítimo Edmund, le hace cómplice de los franceses, que desembarcan por la influencia de Cordelia sobre su marido en Gran Bretaña. Claro, como que no le sabe negar nada (Podrán suponer que esto le ocurre a la mayoría de recién casados aunque a menor escala. Ellas se suelen conformar con unos chocolates o unas entradas para ver el rey Lear en el teatro). “Cariño, anda, hazlo por mí. Vamos a invadir Bretaña”. Y allá que van los franceses desde el sur. El duque de Cornualles que se mosquea hace que le dejen ciego. Pobre Gloucester.
Pero Edmund no se conforma con denunciar al padre. No señor. Es que encima calumnia al hermano, al legítimo, a Edgard, que es un pedazo de pan. Para huir de la ira paterna se disfraza de mendigo loco y se va a una cabaña abandonada a la que, mira por donde, durante la tempestad llegan a refugiarse Lear , Kent y el bufón. Para ser una cabaña abandonada tenía más tráfico que Benidorm en Agosto. Que si Lear, que si Kent, que si el bufón, que si Edgard… Parecía un campamento de verano en Alarcón. La diferencia es que en lugar de guitarras, cánticos a la luz de la fogata y buen rollito a todos les entra un sufrimiento “que pa qué”.
El desenlace se produce en los actos IV y V. Las dos hermanas malasombra se enamoran a la vez del pérfido Edmund así que Goneril envenena a Regan pero no se sale con la suya porque aquella, que quería quitarse de encima a su marido sin pagarle un billete a Río de Janeiro con su secretaria, se tiene que quitar la vida al verse desenmascarada su intención de enviudar mediante una carta que sale a la luz en la que se desvelan sus homicidas intenciones. Mientras Edgard mata a Edmund en un juicio de Dios pero a éste ya le había dado tiempo a mandar ahorcar a Cordelia. Claro, como había vencido a los franceses se fue creciendo y creciendo y hala, el pobre Lear tiene que ver cómo estrangulan a la única hija que le había salido buena delante de sus propios ojos. ¿Qué paso? Pues que tanto mal no hay cuerpo que lo resista y a Lear le da un paparajote de padre y muy señor mío, o dicho de otra manera más solemne, muere roto por tanto dolor. Pobretico.
Como a mar revuelto ganancia de pescadores, el duque de Albania, a la sazón marido de Goneril pero que desaprobaba cómo ésta trataba al suegro, se convierte en sucesor y Edgard es restaurado en su título reconociendo lo bien que se había portado con su padre y con Lear.
Les ruego que me perdonen la manera de contarlo pero es que creo que así es como mejor nos enteramos todos.
Moraleja: Que la maldad no triunfa pero mientras dura se lo pasa fetén. Es decir, que el complejo entramado simbólico representa a la ingratitud, la envidia, los espacios de poder. Abajo, el infierno de la soledad y de la vejez de Lear. Arriba, el poder, la ambición, las maquinaciones. Hay un continuo sube y baja de los personajes hacia estos dos planos. Lear baja desde poder a la decrepitud, la pobreza y la locura. Sus hijas suben al poder y caen al final otra vez en el infierno… En el eje horizontal de la obra, después de urdir todas las tramas en la intimidad, será el tiempo el que todo lo destape. Para que triunfe la verdad antes ha habido que descender a los infiernos más profundos de la condición humana. Schlegel decía que en esta obra Shakespeare agotó todas las fuentes de la piedad.
Por cierto, para los que prefieran ver la peli, Akira Kurosawa rodó una adaptación muy chula llamada Ran( cuya traducción es Caos), que aún cambiando secuencias y personajes da una visión magnífica del Rey Lear, sobre todo a través de sus increíbles imágenes llenas de fuerza y simbolismo.
Para despedirme les diré que quizá el ejercicio teatral al que asistí no fuera una gran cosa pero le agradezco de verdad que me desempolvara mis recuerdos sobre el Rey Lear y que eso haya provocado que lo quiera compartir hoy con ustedes. Solo por eso ha merecido la pena. ¿No les parece?