He de reconocer que hace años me dejé seducir por una figura femenina que me ocupó durante bastante tiempo: la bailarina Àurea de Sarrà. Me sedujo a través de una pequeña fotografía de una gran enciclopedia, que los hados me llevaron a encontrar un día, cuando estaba metida de lleno buscando no sé qué dato vital para no sé qué trabajo de investigación de los más serios.
En la fotografía se veía a una mujer vestida con un peplo precioso, que le llegaba hasta media pierna, y calzada con unas sandalias de cuero. Una diadema ceñía sus sienes e innumerables pulseras se entrelazaban en sus brazos. Estaba en una posición de danza en medio del escenario del teatro de Dionisio, al pie de la Acrópolis de Atenas. Reconocí el lugar por las gradas de piedra medio destruidas que se veían detrás de la bailarina y por el trono sacerdotal que se distinguía en medio. Se llamaba Àurea de Sarrà, había nacido en Barcelona a fines del siglo XIX y, después de haber bailado en los escenarios de medio mundo, había muerto en Arenys d’Empordà. Era, pensé, la Isadora Duncan catalana. Y yo no había oído hablar nunca de ella, y no sabía nada más que las 10 o 15 lineas que le dedicaba aquella gran enciclopedia, redactadas por los helenistas Carles Miralles y Alexis Eudald Solà. ( Maria Ángeles Vilallonga )
Àurea de Sarrà. Una bailarina desconocida. Por: Mariàngela Vilallonga[1]
Allí se explicaba también que a Àurea de Sarrà le había dedicado una composición el poeta neogriego Kostís Palamás, el autor del poema más bello que yo había leído jamás sobre un ciprés. Y yo no sabía nada más que lo que decía aquella gran enciclopedia.
Las fascinaciones, ya se sabe, tardan en deshacerse. Necesitan de algún conjuro. Durante mucho tiempo no me la pude quitar de la cabeza. Me imaginé cómo podía haber sido su vida. Incluso elaboré un esquema intentando inventar, más que rehacer, su biografía con los poquísimos datos de que disponía. Una biografía que me resultaba extraordinariamente atractiva, llena de misterio, digna de ser conocida y de ser descrita. La imaginaba bailando en aquellos templos que yo admiraba tanto desde siempre, en aquellos paisajes amados y añorados, y también a menudo inalcanzables. La veía con sus cabellos al viento como una sacerdotisa de Atenea subiendo al Partenón, o como una heroína de tragedia en lo alto de la ciudadela micénica, o como una ninfa en Sunion con el azul cerúleo del Egeo al fondo.
Y me preguntaba qué podía hacer para saber más cosas de su vida. Y volví a releer la autobiografía de Isadora Duncan, y volví a ver la película protagonizada por Vanessa Redgrave sobre la vida de la bailarina norteamericana enamorada de Grecia. Y siempre que podía y con quien me parecía que podía aportarme algún dato, sacaba el tema a conversación. Así, comencé a tejer un tapiz con hilos recogidos aquí y allá. Pronto comprobé que Àurea había sido una figura controvertida en su tiempo, admirada por unos y menospreciada por otros. La gente de la Fundació Bernat Metge, los de los primeros años, prohombres de la intelectualidad catalana, Balcells, Estelrich, Bosch Gimpera, la habían entronizado como la danzarina del mundo clásico. Los firmantes del Manifest Groc, en cambio, Dalí, Guasch, la consideraron una bailarina pseudo-clásica que no enaltecía, sino al contrario, los valores clásicos. Y el escritor Josep M. de Sagarra la había denostado en su Vida privada, bajo el nombre ficticio de Níobe Casas. Nuevamente un nombre mítico que yo adoraba, Níobe, se unía a ella aunque fuese para caricaturizarla. Así iba haciendo crecer la leyenda áurea y el mito de Àurea. Pero no tenía suficiente.
Había leído las Mujeres de Rosa Montero en el suplemento de El País Semanal y había pensado empezar una serie parecida para la Revista de Girona, de cuyo Consejo de Redacción formé parte durante más de veinte años, con mujeres que hubiesen nacido, vivido o muerto en las tierras de Girona. Incluso tenía el título de la sección: Mujeres que nos han precedido, y confeccioné una lista de protagonistas que recuperaría bajo el polvo de la historia que las había sepultado, desde la reina Sibila de Fortià hasta la escritora Victor Català. En una de las reuniones de la Revista, expuse la idea y leí los nombres de las posibles biografiadas. Una de ellas era Àurea de Sarrà, de quien sabía que había vivido y muerto en Arenys d’Empordà. Pero de la que no sabía nada más. El Director de la Revista, recordaba el nombre por haberlo hallado entre los papeles de Carles Rahola, que examinaba aquellos días, porque estaba preparando un volumen sobre la correspondencia del escritor de Girona. Al no haber reconocido al personaje, había dejado de lado sus cartas, pero me ofreció la posibilidad de verlas. A partir de aquel momento empecé a conocer a Àurea de Sarrà. No era una ficción, era real, había existido y reposa enterrada al lado del castillo de Arenys d’Empordà, en una pequeña tumba donde solamente aparecen inscritas estas dos palabras Domus Aurea. Todo ello parecía hecho a mi medida. Parecía que los hados me habían ofrecido en bandeja de plata la oportunidad de dedicarme a rehacer (ahora sí) la biografía de una mujer que me había seducido tiempo atrás con su recorrido vital y con el silencio que envolvía su figura.
El conocimiento paulatino de la azarosa vida de Àurea de Sarrà me confirmaba aquel aforismo que tantas veces utilizamos: la realidad supera la ficción. Quizá en mi subconsciente lo que pretendía era escribir mi autobiografía apócrifa al descubrir y escribir retazos de la vida de Àurea de Sarrà. Pero lo mío, ya se sabe, es la investigación. He escrito artículos y he pronunciado conferencias sobre Àurea, con música, con diapositivas incluidas. He explicado los misterios de Deméter, la historia de Salomé, la vida de Santa Teresa o la Odisea a través de las danzas de Àurea. He hablado del escultor Clarà y del poeta Kavafis, de José Francés y de Ambrosi Carrión, de la Fundació Bernat Metge y de Kostís Palamás a través de Àurea. No he escrito todavía ni una novela ni una biografía, aunque me han pedido una cosa y otra, e incluso una película. He investigado, eso sí, sobre su vida y su mundo. En ello estaba y a ello volveré un día u otro para materializar de alguna manera mi obstinación fascinada por una vida apasionada acaso demasiado olvidada. O quizás no, después de leer la copla 80 de Paul-Jean Toulet: “Ciel ! Isadora Duncan / va danser. F…ons le camp.”
[1] Mariàngela Vilallonga, doctora en Filologia Clàssica per la Universitat Autònoma de Barcelona, és catedràtica de Filologia Llatina de la Universitat de Girona. S’ha especialitzat en la literatura llatina del renaixement a la Corona d’Aragó, sempre en íntima relació amb la literatura clàssica. Ha dirigit projectes de recerca sobre les relacions entre els humanistes de la Corona d’Aragó i Europa durant els segles XV i XVI. Coordina el grup de treball Studia Humanitatis en el qual hi participen 14 investigadors d’Alemanya, Itàlia, el Regne Unit, Bèlgica i l’Estat espanyol. Ha creat una biblioteca virtual, accessible a través del web de l’Institut de Llengua i Cultura Catalanes de la UdG, on es poden trobar biografies dels principals humanistes catalans i alguns dels seus textos llatins. És autora de més d’una dotzena de monografies i de llibres: Jeroni Pau. Obres (Barcelona 1986), Dos opuscles de Pere Miquel Carbonell (Barcelona 1988), La literatura llatina a Catalunya al segle XV (Barcelona 1993), Llatí II. Llengua i cultura llatines en el món medieval i modern(Barcelona 1998), Johannes Burckard, Dietari secret (València, 2003), Recrear Rodoreda Romanyà (Girona, 2008).
Amb el seu llibre Els arbres (Girona 1986) va iniciar la reflexió sobre literatura i paisatge, que va culminar en la publicació de l’Atles literari de les terres de Girona (segles XIX i XX), codirigit amb Narcís-Jordi Aragó i editat per la Diputació de Girona l’any 2003. Ha escrit nombrosos pròlegs i capítols de llibre, així com articles de divulgació i periodístics (El Punt, Presència, Revista de Girona, Serra d’Or, La Vanguardia, Avui, etc.), que sumen un total de 180. Ha impartit més de 150 conferències i ponències en congressos al nostre país i arreu d’Europa. Ha organitzat més d’una quarentena de cursos, congressos, seminaris i cicles de conferències. Ha dirigit més d’una dotzena de tesines, tesis doctorals i treballs de recerca.
Des de la seva creació el mes d’octubre de 2004, dirigeix la Càtedra M. Àngels Anglada de Patrimoni Literari de la Universitat de Girona. A través de la Càtedra promou estudis sobre l’escriptora que li dóna nom, sobre la influència dels clàssics en la cultura catalana i sobre la relació entre la literatura i el paisatge, amb la creació d’itineraris literaris, la digitalització de l’Atles literari de les terres de Girona i una biblioteca virtual d’escriptors gironins. Actualment dirigeix el Grup de Recerca de Patrimoni Literari. És membre numerari de la Secció Filològica de l’Institut d’Estudis Catalans. És membre del Consell de les Arts i la Cultura de Girona. Ha estat guardonada, a Roma, amb el Premio per l’Ambiente Gianfranco Merli 2009.
És Vicepresidenta de l’Institut d’Estudis Catalans
Datos biográficos tomados de: Cátedra María Ángeles Anglada cuya directora es la autora de este articulo.
Amando Carabias
febrero 9th, 2011
Pues creo que sería apasionante una biografía o una novela sobre esta mujer.
Este artículo nos deja con la miel en los labios.
Isolda
febrero 11th, 2011
Muy interesante lo que nos cuentas. Siempre me fascinó la Duncan, con cara de Redgrave, pero nunca imaginé que existiera alguien parecida y barcelonesa.
Habllar de Clará, de Kavafis o de Frances a través de Áurea, debe ser apasionante. Y las palabras de su tumba, ¿puede haber algo mas afortunado? Domus Aurea.
Felicitats!
Pilar
febrero 19th, 2011
Qué interesante! Ya tengo despierto el interés por el tema …