Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.
Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898)
Estos versos forman parte del poema Ciudad del Paraíso, de Vicente Aleixandre, uno de los 52 poemas publicados en el libro Sombra del Paraíso, dedicado a la ciudad de Málaga. Aunque había nacido en Sevilla y vivió en Madrid, sus recuerdos están ligados a la ciudad malagueña donde pasó su infancia. La influencia de los paisajes andaluces del Mediterráneo se deja sentir en su lenguaje poético que alcanza en esta obra el momento más alto. Según el propio poeta este libro no hubiera existido tal como es sin los recuerdos, sin la luz y sin los paisajes de esta ciudad.
Todo conduce necesariamente al paisaje es una frase del pintor alemán Otto Runge, que aunque murió a los 33 años apenas comenzado el siglo XIX, está considerado como uno de los mejores pintores románticos de su país. Sin embargo, el arte de la pintura de los paisajes y de la naturaleza no ha sido tema exclusivo de ese siglo. Sabemos que fueron los artistas chinos los primeros en descubrirlo y tratarlo como tema pictórico. Considerado en la Edad Media y en el Renacimiento como una obra divina, este género fue poco a poco adquiriendo un lugar preferente en la pintura, pasando de ser fondo de lienzo hasta alcanzar el lugar preferente de la obra, bien con carácter real o como imagen de sueños, mitos y paraísos. ( Pilar Moreno)
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