David Lynch tiene sesenta y siete años. Todos los que hemos visto cine y conocemos sus películas también escuchamos la música que las envuelve.
El envoltorio es importante en los regalos, es lo que primero se ve, lo primero que te hace pensar que dentro hay un regalo, pero en el caso de Lynch, el regalo se convierte en una bomba, la música te noquea, te deja zombi en el sofá de casa, hasta el punto de perder la sensibilidad de la piel, porque todo, la sangre, la nicotina, los recuerdos de infancia, los eructos de Coca-Cola, las molestias sexuales, se concentran en el cerebro, y el resto te deja de importar, entonces Lynch es tu dueño y tu te conviertes en eso un yonkie o un zombi de sus deseos, o lo que es lo mismo, todo eso que no conoces empiezas a desearlo, tu jefe te ha despertando del sueño en el que vivías hasta entonces, desde ese mismo instante de creación pura, el Dios de las religiones pasa a ser una broma, empiezas a ahorrar para tener una furgoneta vieja de la Ford, una Harley Davidson y no te quitarás ya nunca más las converse salvo para ponerte una botas tejanas de piel de serpiente. ( Elías Gorostiaga ).