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Cervantes, Proust y Dostoievski, tres obreros de la Literatura. Por Javier Carrasco.

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 Javier Carrasco nos presenta a tres escritores. Tres considerados “inmortales de la literatura”; se pregunta qué es lo que les une, qué es lo que les da esa categoría; en sus propias palabras:

 

“Cada uno de ellos perteneció a un tiempo y a un país diferente, exploró a su manera los territorios de la lengua, pero si estudiamos sus vidas y sus obras vemos que comparten, además del genio narrativo, una asombrosa capacidad de trabajo en unas condiciones muy hostiles. Sus vidas no fueron precisamente caminos de rosas. Así sorprende que se entregaran con una fe ciega al don de la palabra escrita, a pesar de enfrentarse a tantas tragedias personales y familiares. Tal vez fue precisamente la escritura lo que les salvó de la locura.”

Descubran más sobre ellos…







Cervantes, Proust y Dostoievki,  tres obreros de la Literatura. Por Javier Carrasco.

Todo escritor se pregunta si quedará algo de su obra después de su muerte.  Como en el Evangelio, la historia de la literatura nos confirma también que muchos son los llamados y pocos los elegidos. Novelistas que gozaron de gran popularidad en su tiempo (nuestro Blasco Ibáñez, por ejemplo) pasaron pronto a la región del olvido. Sus nombres son hoy citados a pie de página, sin que les otorguemos ya la más mínima importancia.  En cambio, otros autores, que fueron ignorados por sus coetáneos (hablemos de Herman Melville), son recuperados varias generaciones después por unas extrañas circunstancias que nadie acierta a explicar.

Autores

Queda dicho que la puerta que da entrada al Olimpo de la literatura es estrecha, sólo a la medida de unos pocos. Desde Homero hasta nuestros días han traspasado ese umbral genios que escribían y hablaban en distintas lenguas, desde Sófocles, Virgilio y Dante hasta Shakespeare, Montaigne, Baudelaire, Tolstoi, Thomas Mann y Virginia Woolf. No hay un único camino para que se acuerden de uno como escritor. Cada cual, de acuerdo con su carácter y su talento, elige el suyo. Algunos poetas o novelistas como Rimbaud y Rulfo se convirtieron en clásicos con obras muy breves. Otros, por el contrario, pusieron su genio al servicio de producciones muy extensas, como es el caso de Shakespeare, de quien se cuentan por decenas sus obras, sean comedias, tragedias, dramas o poesía.

RetratodelDanteBroncinoCuando nos acercamos a las obras de estos hombres lo hacemos con una mezcla de admiración y reverencia, como si no compartiesen nuestra naturaleza humana. Les otorgamos trato de héroes que se elevan sobre nuestras modestas coronillas. Pero olvidamos que detrás de ese inmenso talento para escribir sobre los viejos temas del mundo (el amor, la guerra, el poder, la muerte o el sexo) hubo casi siempre infinitas horas de trabajo, esfuerzo y tenacidad a la luz de un candil, virtudes prosaicas que las asociamos más con un oficinista que con el autor de la Divina comedia.

Si no fuera así, ¿cómo podemos entender las trayectorias de tres escritores como Cervantes, Proust y Dostoievski? Cada uno de ellos perteneció a un tiempo y a un país diferente, exploró a su manera los territorios de la lengua, pero si estudiamos sus vidas y sus obras vemos que comparten, además del genio narrativo, una asombrosa capacidad de trabajo en unas condiciones muy hostiles. Sus vidas no fueron precisamente caminos de rosas. Así sorprende que se entregaran con una fe ciega al don de la palabra escrita, a pesar de enfrentarse a tantas tragedias personales y familiares. Tal vez fue precisamente la escritura lo que les salvó de la locura, lo que llevó a Cervantes a olvidar sus años de cautiverio en Argel y a Dostoievski su tiempo de presidio en Siberia después de salvarse de morir ejecutado en el último momento. Si a esas desgracias le añadimos las enfermedades o accidentes que padecieron ­-Proust (asma), Dostoievski (epilepsia) y Cervantes (la inutilidad de una mano)-, sus obras parecen ser el resultado de una rara obstinación que acompaña a quienes, después de quedarse sin nada, se lo juegan todo a una carta, la carta de la literatura.

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Grabado para obra de Dostoievski. Max Beckmann

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Manuscrito. En busca del tiempo perdido. Proust

A mí, que pertenezco a un tiempo de ambiciones modestísimas y de voluntades blandas, me asombra la fortaleza interior de esos tres personajes. Cualquiera de nosotros se hubiese hundido en la desesperanza en sus circunstancias. Pero ellos se sobrepusieron al dolor dejándonos unas obras que nos regalan tanto consuelo como placer en nuestras horas de ocio. De otra manera, ¿cómo podría entenderse que a los 35 años un joven atildado y asiduo de las fiestas de la noche parisina se encierre en una habitación forrada de corcho para escribir, con una salud quebradiza, la mayor hazaña literaria del siglo XX? Hay que estar muy ido o tener plena confianza en sí mismo para hacer una cosa así, o tal vez haber vivido ya lo suficiente, desengaños y traiciones incluidas, para percatarse de que sólo existe salvación en las palabras, que sólo en ellas podemos encontrar el calor y la calma que el mundo nos niega.

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  • Amando Carabias

    enero 22nd, 2014

    Es así, los métodos y formas son diferentes, pero hay una esencia común que pasa por esas cualidades que destacas.

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