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Cristina Branco: “Soy un trozo de viento, de las palabras que canto”. Por: Alfredo Rodríguez.

Hay voces que cuando uno las escucha por primera vez ya sabe que esas voces van a acompañarle durante el resto de la existencia, formando parte de la particular banda sonora que podría resumir perfectamente los distintos momentos vitales por los que uno ha pasado y por los que le quedan por pasar.

Eso me ocurre con la portuguesa Cristina Branco y su particular interpretación del fado, ese ritmo melancólico que debe mucho a la saudade de nuestros vecinos y que por estas Asturias mías entendemos perfectamente y la bautizamos como señaldá.

( Alfredo Rodríguez).

Cristina Branco: “Soy un trozo de viento, de las palabras que canto”. Por: Alfredo Rodríguez.

Una música la de Cristina Branco que me trae lejanos recuerdos lisboetas, de paseos por el Barrio Alto, por Alfama, por calles empedradas de pendientes imposibles en las que niños se afanan por emular a sus héroes futbolísticos, con olor a mar, a historia, a señoras mayores que han visto pasar por delante ya varias vidas, y al fondo el majestuoso Tajo solo piensa en fundirse con un Atlántico de aguas frías.

Porque la música de Cristina Branco va más allá y como el Tajo, se funde con el jazz, con el tango, con ritmos universales, portuarios, de países, lugares y tugurios de paso o donde los viajes se detienen por un instante para seguir adelante en brazos de las notas, de una música universal, tristemente poderosa y tan irresistible como el blues más triste.

Y es que en la tristeza también hay belleza, frágil, viva, inaprensible, y, claro está, poesía, magia en las palabras, magia en el encuentro, magia en el viaje, en ese lugar en el mundo en el que nos encontramos, en el que miramos alrededor y nos reconocemos en las esquinas familiares, en las personas que pasan a nuestro lado (algunas de ellas incluso se detienen y se quedan aunque sólo sea por un momento).

Lugares de contorno familiares, esos lugares que el viaje nos obliga a dejar atrás y que desde la distancia añoramos con fuerza (llamémosle saudade, señaldá, qué más da el nombre), y recordamos con toda la fuerza que somos capaces. Porque como dice la propia Cristina Branco: “Sé que es fría la claridad cuando estoy lejos de casa, de los míos, de mi Sur, de todos los Nortes, pero son estas las bifurcaciones de mi jardín y así soy un trozo de viento, de las palabras que canto.”

 

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