Cuando uno cruza otras fronteras, sin ser un mero turista busca el descubrimiento y a la vez se busca a sí mismo, o busca lo conocido, sus raíces. Es lo que en estos días, consciente o inconscientemente dicen las fotos de mi periplo de dos meses en este país balcánico, tan lejos y tan cerca de mí. ( Paola. G. Sepúlveda).
Crónicas Búlgaras. – I -Por: Paola G. Sepúlveda.
El café es siempre un elemento necesario en mi cotidianeidad, y en Bulgaria voy acompañando mañanas y tardes de cafés, casi todos italianos. Edno kafe es la frase más repetida de mis días aquí, y el modo de servirlo no dista della maniera italiana, pues variadas marcas se importan.
Un guiño a la Italia de esos búlgaros que se van, emigran y vuelven se percibe en restaurantes y cafeterías: el auténtico parmigiano acompaña rissottos y platos de pasta. Y no menos sorprendente resulta encontrar «pimientos del padrón» en un restaurante de Burgas, a orillas del Mar Negro. Solo la escritura cirílica nos recuerda que no estamos en casa. Otros manjares, como el pan típico búlgaro o parlenka y la salsa lutenitsa acompañan nuestra mesa. Los vinos búlgaros son muy variados y no hay nada mejor que ver caer la tarde desde la bahía de Sozopol.