En este año de conmemoraciones por el cuarto centenario de la muerte de El Greco, extraordinario pintor a caballo entre dos siglos, las exposiciones y los homenajes se están sucediendo en toda la geografía española.
Virginia Seguí nos entrega para este número de verano de Alenarte un completísimo ensayo no sólo sobre la vida y obra de este artista, sino un acercamiento a su figura mediante el análisis de la visión que de él se ha tenido a lo largo de la historia.
Con este estudio estamos seguros que Doménikos Theotokópoulos será no sólo un artista interesante para nuestros lectores/as sino un seguro disfrute.
Doménikos Theotokópoulos, El Greco, pintor español nacido en Creta…. Por Virginia Seguí
El estudio de la figura de El Greco y de su obra desde la perspectiva actual permite comprobar las diferentes valoraciones que a lo largo de la historia han tenido ambas cuestiones; el público en general, partiendo siempre de la opinión de los expertos, ha tenido una visión muy diversa sobre la figura y la obra de este artista.
Es interesante señalar que no deja de sorprender que este pintor de origen griego nacido Creta, más concretamente en la ciudad de Candia en 1541, aparezca en los manuales y libros de texto como unos de los mejores representantes de la pintura española del siglo XVI; y se le considere el creador de la Escuela de pintura castellana de Toledo y maestro e inspirador de pintores españoles entre los que se incluye incluso a Velázquez; además de Juan Bautista Maino, Luis Tristán y/o Pedro Orrente por citar los de mayor relevancia.
No obstante a esto su personalidad y su obra han sido objeto de controversia por las diferentes valoraciones que los expertos realizaron tras su fallecimiento en 1614; principalmente las de Juan Alonso Butrón en su Discursos apologéticos en que se defiende la ingenuidad de la pintura, publicado en 1626, realizaba la que se considera primera crítica negativa y/o peyorativa sobre el artista al calificar su obra de singular; algo que, sin embargo, hoy día imprime un valor añadido a su buen quehacer artístico, pero que en aquel momento fue interpretado como una crítica; en el mismo sentido la calificación que Pacheco da a la obra del griego en su obra El arte de la pintura, publicada hacia 1649, en la que el pintor además de considerar la obra de El Greco singular la tacha también de extravagante; añadiendo un matiz negativo más al juicio de Butrón. Jusepe Martínez, por su parte, recogerá estas criticas en su obra Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura, plasmando en ella estas mismas opiniones, generalizadas ya por aquel entonces, añadiendo a ellas opiniones negativas sobre el artista al acusarle de excesivo, despilfarrador e, incluso, arrogante. .
Todo esto a pesar de que en la documentación conservada relativa a contratos y encargos realizados por El Greco no existe ningún tipo de crítica sobre su persona o su obra, sino más bien alabanzas como sucede con las
opiniones de fray José de Sigüenza y/o Francisco de Pisa.
Actualmente los expertos encuadran estas primeras críticas a la obra de El Greco dentro del clima general de malestar existente en la mayoría de los pintores nacionales; quienes se sentían perjudicados por la presencia en España de pintores de otras nacionalidades, básicamente italianos o flamencos, con los que se establecía una dura competencia para la consecución de obras de arte ya fueran estos encargos realizados por el Estado, la Iglesia o particulares con capacidad económica suficiente.
La realidad es que fue necesario el transcurso de aproximadamente dos siglos para quela valoración sobre El Greco comenzara a cambiar de signo y con el tiempo adquiriera su verdadera dimensión; exigiendo también el conocimiento de opiniones positivas que sobre su obra manifestaron aficionados, artistas y expertos extranjeros; algo que vino de la mano del movimiento Romántico y fue tomando forma desde principios del siglo XIX momento en que la obra de El Greco fue adquiriendo adeptos para los que, sin duda, los calificativos de singular y extravagante fueron valores positivos que añadir a su creatividad artística. Desde Francia e Inglaterra comenzaron a llegar este tipo de opiniones; Théophile Gautier declaró, hacia 1843, que le parecía que la obra del Greco en su segunda época presentaba muchas similitudes con las de Delacroix considerado en aquellos momentos a la cabeza del movimiento romántico francés y en la cima de la modernidad; a esta opinión se fueron sumando otras que incidían en su valoración positiva como las de Champfleury, Mantz y Zacharie Astruc; este último llegó a calificar al pintor griego como: “…el Delacroix del Renacimiento”. En Inglaterra Richard Ford y Robinson le compararon con Fuseli y Turner. En 1864 Théophile Thoré calificó la obra de Manet Les Anges au tombeau du Christ como un pastiche del Greco; añadiendo que en su opinión esta imitación era la forma que tenía el pintor francés de criticar los gustos del público más convencional a los que solo les interesaba la pintura cuando era correcta y discreta; Manet, tras su viaje a España, declaró que solo dos pintores le habían seducido después de Velázquez: El Greco y Goya. La Gazette des Beaux-Arts realizó en 1894 varios artículos sobre los museos de Madrid, en el primero de ellos, firmado por Lostalot, menciona expresamente que Manet había tenido muy en cuenta los retratos del Greco en los que incluso se había inspirado para sus propias obras.
En España el movimiento de recuperación de la obra y la figura del Greco vino de la mano de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos figura clave y dominante de la Institución fue,en cierto modo, el artífice de este renacer, ya que hacia 1885 escribió un texto titulado Paisaje en el que expresaba su programa ideológico, asumido después por otros como Baroja y Azorín; reivindicando en él la figura del Greco junto a la de Velázquez, pues, según él, ambos pintores serían los que mejor se ajustan al carácter y modo de ser poético de la que pudiera llamarse espina dorsal de España.
José Álvarez Lopera considera que los estudios sobre el pintor fueron puro diletantismo hasta 1898, fecha en que Beruete hizo una original descripción de sus procedimientos técnicos al intentar aquilatar su influencia sobre Velázquez; dos años después Tormo introdujo interesantes observaciones sobre el artista clasificándole, posiblemente por primera vez, como pintor manierista; no obstante fue unos años después cuando los trabajos de investigación de Manuel B. Cossío y San Román, basados en fuentes documentales existentes o descubiertas por ellos mismos comenzaron a aportar novedades sobre su vida y revalorizaron su obra; a finales de 1907 apareció la obra de Cossío, fruto de más de dos décadas de pacientes investigaciones, que supuso un salto cualitativo en los conocimientos que se tenían del pintor; un trabajo de más de 600 páginas en el que trazó un esquema coherente en la evolución artística del pintor, estudiando y catalogando sus obras y definiendo los elementos esenciales de su estética; la influencia de este trabajo fue enorme y aún hoy es imprescindible y necesaria su consulta para el estudio de la obra del pintor.
Tres años después San Román publicó: El Greco en Toledo, otra obra básica para el estudio del artista; incluía en ella 88 documentos inéditos que permitieron conocer datos fiables sobre su vida y su obra; entre ellos, destaca el poder otorgado a su hijo Jorge Manuel, fruto de su unión con Doña Jerónima de las Cuevas, para que hiciera testamento en su nombre; testamento en el que se mencionaban las 143 pinturas propiedad del pintor y, también, los libros que formaban su biblioteca; en otros trabajos posteriores San Román sacó a la luz otros documentos que permiten fijar con exactitud de fecha de nacimiento del artista en el año 1541 y no en 1548-50 como hasta entonces se creía; dejando así fijado el armazón documental del Greco en España.
En 1902 se había realizado la primera exposición del pintor en el Museo Nacional de Pintura y Escultura; desde 1920 Museo del Prado, con 23 cuadros propios y 61 procedentes de colecciones particulares; en 1908 se celebró en el Salón de Otoño de París otra exposición con 21 de sus obras; en 1909 la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando acogió una nueva exposición del pintor y al año siguiente se inauguró la Casa del Greco fundada por el Marques de Vega Inclán; así llegamos a 1914 en el que se celebraron los actos conmemorativos del III Centenario de su muerte; a partir de entonces puede decirse que la figura del artista no ha hecho más que crecer tanto en el plano personal como artístico.
Pero la polémica sobre Doménikos Theotokópoulos no se limita a lo hasta ahora expuesto sino también al curso de vida, su desarrollo como pintor, sus influencias y sus intereses; además de su muy singular y particular expresión artística; centrándonos en su vida cabe decir que hoy día sabemos a ciencia cierta que el pintor nació en Creta, concretamente en la ciudad de Candia el año de 1541 y murió en Toledo el 7 de abril de 1614; sabemos también que pertenecía a una familia acomodada y ortodoxa y que permaneció en Creta hasta aproximadamente 1567 momento en que se trasladó a Italia; de esta primera fase de su vida no se conoce demasiado pero se supone que su formación como pintor se realizó en alguno de los talleres existentes en su ciudad natal; dada su concepción estilística los expertos manejan como posible su aprendizaje en los talleres de Theophanis, Mijaíl Damaskinós o Georgios Klontzas; considerados los mejores de la ciudad teniendo en cuenta el dominio de la técnica y la gran calidad artística del pintor.
Hay que considerar que en esas fechas la isla de Creta estaba bajo dominación veneciana y que en ella se producía la amalgama habitual de culturas de un centro marítimo y comercial de primer orden con una base cultural griega y bizantina a la que se había añadido italo-veneciana; se conoce la existencia de un importante número de profesionales pintores asociados de forma gremial bajo la tradicional advocación de San Lucas; Evangelista que ejercía la profesión de pintor; se sabe también que la posición de los pintores en la sociedad cretense de la época estaba asentada y que sin ser descollante era importante; dado que la estructural social de la isla en la que se encontraban un gran número de comerciantes así lo exigía; los pintores cretenses adaptándose a la época dominaban las técnicas bizantinas e italiana, es decir pintaban a la greca y a la latina, ya que de esta última existían ejemplos significativos en la isla; en este variado mundo pictórico se formó El Greco amalgamando en sí mismo el arte de ambas culturas, arte que llegaría a su máxima expresión años más tarde en Toledo tras integrar en él la esencia y el misticismo del espíritu castellano.
De esta primera época se conocen pocas obras del pintor; los expertos mencionan como seguras únicamente cuatro; a pesar de que estamos hablando de un periodo de actividad amplio que abarcaría en torno a los ocho o diez años: La dormición de la Virgen pintura en la que aparece su firma; San Lucas pintando a la Virgen con el niño y La Adoración de los Reyes; la cuarta obra desaparecida o sin identificar sería la Pasión de Cristo. Las obras conocidas tienen en común algunos rasgos esenciales según indica la especialista María Constantoudaki-Kitromilidiso: “[…] alta calidad, trazo suelto bajo la superficie pictórica, sensibilidad cromática, adopción de influencias italianas, rapidez de ejecución, sentido de lo pictórico”; todas ellas presentan claras influencias bizantinas, aunque ya con ciertas renovaciones italianizantes, sobre todo iconográficas; la obra conocida como el Tríptico de Módena se considera una obra de transición entre Creta y Venecia, se le atribuyen las pinturas de las dos alas que aparecen decoradas por ambos lados; en algún momento fueron separadas del cuerpo individualizándolas y dando lugar a cuatro cuadros en los que se representan: El lavatorio; la Oración en el huerto de los olivos, Pilatos lavándose las manos y La Crucifixión.
El período italiano del Greco no está claro todavía ya que en opinión de los expertos falta documentación que apoye las investigaciones tanto de su estancia en Venecia como en Roma; los archivos de Constantoudaki fijan la llegada del pintor a Venecia después del 26 de diciembre de 1656; fecha en la que todavía estaba en Candia intentando sacar a subasta una de sus obras; se sabe también que en 1568 envió 50 dibujos al grabador cretense Giorgio Sideris; cabe suponer que este intervalo de tiempo el cretense se había instalado en Venecia; su marcha a Venecia se produce con veintiséis años cumplidos y siendo ya sgúrafos, es decir, maestro pintor que trabaja por cuenta propia y estando considerado ya un pintor reputado. Una vez en esta ciudad italiana parece cierta su asistencia al taller de Tiziano; algo que se deduce de la presentación que hace de él Giulio Clovio a Alessandro Farnese en la que le califica como discípulo del veneciano; algo que también parece quedar claro en la ejecución de alguna de sus obras italianas como: La Última Cena (Bolonia); La Adoración de los pastores (Col Buccleuch), el Entierro de Cristo (Lázaro Galdiano,), etc… A finales de 1570 se trasladó a Roma llevando la citada recomendación de Giulio Clovio para presentarse ante Alessandro Farnese; pese a esto las causas de este viaje no están suficientemente documentadas; es de suponer que se trataba de una búsqueda de trabajo del cretense que no debía tener suficientes encargos en Venecia o quizás no de la categoría que él quisiera. El catálogo de obras atribuidas a El Greco ha variado con los años ya que su trabajo allí no está nada claro, habiéndosele atribuido en ocasiones obras que después se ha comprobado que no eran suyas y viceversa. De esta época, entre otras, son: La curación del ciego (Dresde), Retrato de Giulio Clovio (Capodimonte), Retrato de Giovanni Soranzo (extraviado), El entierro de Cristo, La expulsión de los mercaderes del templo (Minneapolis), etc.
Nueva causa de discusión son también los motivos que tuvo El Greco para dejar Roma y trasladarse a España; existiendo varias teorías sobre el tema; en principio lo que parece cierto es que a partir de 1577 se traslado a nuestro país y tras una breve estancia en Madrid, no documentada, se traslado a Toledo donde se instaló definitivamente hasta su muerte al encontrar en ella un clima favorable a sus intereses; Mancini relata que el pintor debió abandonar Italia tras escandalizar a los romanos al manifestar algunos reparos al decoro de las figuras del Juicio Final ejecutado por Miguel Ángel en el Vaticano; suponemos que a esto se añadiría como razón más potente el conocimiento de la demanda de pintores para la decoración del Escorial cuya construcción, por aquellas fechas, estaba en pleno auge; no haciendo con ello más que seguir una pauta que ya habían realizado otros pintores italianos y flamencos; sería por tanto la búsqueda de trabajo la que atrajo al pintor cretense a España; sobre todo teniendo en cuenta su calidad como creador de grandes de retablos. No obstante a esto sus primeros trabajos fueron encargos toledanos; lo que debió incluir para que finalmente se estableciera en esta ciudad en la que realizó importantes y variadas obras, algunos de estos retablos destacan por su magnitud y sentido escenográfico; en palabras de Pita Andrade “Estos grandes retablos acaban vertebrando la producción del cretense, con una evolución marcada por el progresivo ímpetu ascensional de las proporciones”.
San Román documentó que El Greco fue a Toledo a pintar lienzos para los retablos de la Iglesia del monasterio cisterciense de Santo Domingo el Antiguo construida a expensas de doña María de Silva fallecida en 1575, siendo el albacea D. Diego de Castilla, deán de la Catedral; personajes que debió conocer al pintor en Roma y que favoreció sus trabajos en España. Existe una memoria relativa a este trabajo en la que se imponen rigurosas condiciones al maestro del que se tenía un alto concepto dado su talento artístico; debía realizar un gran retablo para el altar mayor y dos más a ambos lados del presbiterio; la ejecución de estos trabajos fueron un punto de partida para la valoración artística del cretense en nuestro país y dejan claro que dominaba también el arte de la escultura y la arquitectura, ya que los textos aluden a la ejecución de un diseño arquitectónico y los bultos que decorarían el altar mayor, además de la custodia de siete pies de alto con dos columnas. La pintura central del Retablo del altar mayor tenía como tema la Asunción de la Virgen actualmente en el Art Institute de Chicago; en los retablos laterales se situaban la Adoración de los Pastores y La Resurrección.
Simultáneamente a estas obras encontramos otro encargo acometido por El Greco, en esta ocasión en la sacristía de la Catedral, para donde realizó: El Expolio, una de sus obras más destacas,; encargo posiblemente favorecido nuevamente por los buenos oficios de Diego de Castilla, la obra estaba enmarcada en otro retablo hoy desaparecido.
En junio de 1579 Felipe II visito la ciudad de Toledo permaneciendo en ella unos días, durante esta estancia debió encontrarse con el artista; el encuentro parece ser fue fructuoso para el artista que recibiría un encargo real: la realización un lienzo con destino a los altares de la iglesia del Escorial, con el tema de El martirio de San Mauricio y la legión tebana; está documentado que el 11 de mayo de 1580 Felipe II dio orden de que se enviasen 200 ducados al pintor para que pudiese comprar los colores necesarios para la ejecución de dicha obra, entregándosele otros 200 en septiembre; no obstante la obra no agradó al rey quedando sin colocar en el templo; Álvarez Lopera considera esta obra como la más meditada de las realizadas por el artista en su primera época toledana.
El Greco debió ir adaptándose poco a poco a la ciudad de Toledo, sus habitantes fueron conociéndole a través de sus trabajos y con el tiempo pasó de ser un residente en la ciudad, como se declaraba en 1582, a un vecino de ella ya en 1586; sabemos que mantuvo una relación sentimental con Doña Jerónima de Las Cuevas fruto de la cual tuvo un hijo: Jorge Manuel, nacido en 1578 que vivió íntimamente ligado a su padre pese a la no existencia de matrimonio entre sus padres. Una vez instalado estableció su taller con sus correspondientes discípulos en el que desarrolló su actividad artística.
Además de estos grandes lienzos para retablos, realizó también obras de devoción y retratos, encargos de diferentes miembros de la sociedad toledana con la que se relacionaba; se sabe que sus relaciones personales abarcaban todo tipo de individuos integrantes de su comunidad sin distinción de credo, raza o religión; lo que demuestra su amplitud de miras. Entre sus obras de devoción podemos citar: La Santa Faz, La Verónica, la Crucifixión con dos donantes al pie, La Magdalena penitente, San Lorenzo contemplando a la Virgen con el Niño, etc.; y entre sus retratos destacan El caballero de la mano en el pecho y el Un caballero de la Casa de Leiva.
Para la Iglesia de Santo Tomé de Toledo realizó El Greco una de sus pinturas más famosas, diseñada para encajar en uno de los muros de la Capilla de la Concepción, el lienzo cierra su parte alta en un arco de medio punto, en esta capilla existía una lápida que narraba una curiosa historia de tradición toledana; la de don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz en la que se decía que al ir a enterrarle, en 1312, bajaron del cielo San Estaban y San Agustín para sepultarlo con sus propias menos dado el carácter piadoso del difunto. El Greco narra tal prodigio organizando el cuadro en dos cuerpos uno terrenal en el que los santos sepultan al Sr. de Orgaz y otro celestial en que se representa el juicio en los cielos del alma del enterrado en presencia de Cristo y la Virgen; el cuadro conjuga los dos mundos que dominan la pintura del artista: el sobrenatural y el real, en este último el pintor demuestra sus dotes como retratista y captador de la realidad cotidiana.
A principios de 1591 la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario del pueblo cacereño de Talavera la Vieja le realiza otro encargo en el que el artista actuaba como arquitecto retablista, imaginero y pintor, concibiendo un altar con una calle central y dos laterales, en la central iría una talla de la Virgen del Rosario y sobre ella un lienzo con su coronación; en los cuerpos laterales las figuras de San José y San Andrés; aunque finalmente el primero de ellos fue sustituido por San Pedro. Retablo destruido durante la Guerra Civil. A finales de ese mismo año hay testimonios de un nuevo e importante encargo esta vez para el Monasterio de Guadalupe, se desconocen las causas por las que finalmente el artista no realizó este trabajo.
Entre 1596 y 1600 trabajó en un importante retablo destinado al Colegio madrileño de Doña María de Aragón, que ayudó a cimentar su fama en la capital; este convento o colegio tuvo gran fama como institución religiosa en la corte de los Austrias; se situaba en unos terrenos cedidos por Felipe II en la zona de Leganitos; la institución religiosa habría sido construida con la intervención de Juan de Valencia y Francisco de Mora, y hacia 1593 los trabajos continuaban bajo la supervisión de fray Hernando de Rojas, personaje al que se relaciona con el Cardenal Quiroga de Toledo que debió tener influencia en el encargo que se realizó al cretense. Se tiene constancia documental de este encargo conociéndose que el pintor se comprometió a realizar el retablo que incluía su diseño arquitectónico además de las esculturas y pinturas que lo completaban; el plazo de ejecución era de tres años y aunque parece ser que esto no se cumplió si se conoce que estaba instalado hacia 1600; el edificio vivió toda suerte de vicisitudes, cambiando frecuentemente sus funciones; ya en el siglo XIX con las desamortizaciones acabó por convertirse en edificio para el Senado de forma que se desconoce qué pinturas formaban parte de este retablo; Cossío en su obra indicaba que forman parte de la obra El Bautismo de Cristo, La Anunciación, La Crucifixión y La Resurrección obras conservadas en el Museo del Prado; aunque existen diversas versiones sobre su composición, añadiéndose en algunos casos La Pentecostés y la Adoración de los pastores que hoy día está en Bucarest, además del Calvario; Un inventario realizado durante la Guerra de la Independencia añade que el retablo estaba compuesto también por varias tallas entre ellas las de San Pedro, San Pablo, San Agustín, San Antonio, San Nicolás de Tolentino y Santo Tomás de Villanueva.
En 1597 firmó un contrato con el patrono de la capilla toledana de San José, para ejecutar un retablo que incluía un lienzo con San José y el Niño para la calle central, situando una Coronación de la Virgen en la zona alta o ático. En las calles laterales San Martín partiendo su capa con un pobre y la Virgen con el Niño, Santa Martina y Santa Inés.
En 1603 esta fechado un retablo para el Colegio de San Bernardino, realizó un lienzo con el santo patrono de la institución; se considera que este cuadro expresa bien la evolución estilística del pintor, en que cada vez se marca más la esbeltez de las figuras enmarcadas en ambientes de tendencias sobrenaturales.
El siguiente encargo fue nuevamente un retablo, esta vez para el Hospital de la Caridad de Illescas, está documentado que trabajó en él entre 1603 y 1605; retablo que causó graves disgustos al artista pues los administradores del hospital mantuvieron un litigio con él respecto al precio de la obra y su correspondiente pago; este proceso ha sido calificado por Wethey como el comportamiento más malicioso y perverso que se conoce en toda la historia del Arte; ya que la generosidad del artista, que firmó aceptar como pago la cantidad que tasaran los representantes del hospital, tuvo como pago la tacañería de los administradores de la institución que fijaron esta tasación en los términos mas mezquinos; los documentos del proceso se han perdido pero su eco fue tal que a partir de entonces los artistas tuvieron buen cuidado de lo que firmaban al hacer sus contratos. De su mano realizó para esta institución dos pinturas menores con Los Desposorios (hoy perdido) y otro lienzo en el que representa a San Ildefonso escribiendo su tratado sobre la virginidad de María; el retablo lo realizó para el presbiterio; ejecutando un novedoso diseño en el que se enmarcaría los lienzos y las esculturas. Uno de los lienzos corresponde a la Virgen de la Caridad, en tondos independientes realizó también: La Anunciación, La Adoración del Niño y la Coronación de la Virgen.
Además de todos estos encargos el pintor seguía trabajando en su taller y realizando otros lienzos entre los que hay cuadros de devoción, retratos y paisajes. Entre los primeros se encuentran lienzos con variados temas, en ocasiones ya tratados con anterioridad; como La Oración del Huerto, La Adoración de los pastores, La Inmaculada Concepción, alguno de sus Apostolados, La Magdalena penitente, etc. Entre los retratos estarían El Cardenal Fernando Niño de Guevara y otro del Fray Hortensio Paravicino, un retrato de su hijo Jorge Manuel o el del Cardenal Tavera.
Sus paisajes son parte muy interesante de su obra: en ellos representa la ciudad de Toledo, por la que El Greco debía sentir especial debilidad considerándola ya como su mejor patria; una ciudad amurallada inserta en una zona montañosa y circundada por el Tajo, en la que destacan sus edificios más significativos. Respecto a los paisajes existe cierta confusión ya que se sabe que en 1621 Jorge Manuel poseía tres de ellos: un Toledo y dos países de Toledo; que vendió a amigos de su padre; dos de ellos a Pedro Salazar de Mendoza que coleccionaba mapas y países y el otro a Pedro Laso de la Vega, primer conde de Arcos. Aunque, por otro lado, también aparecen inventariados seis paisajes que son citados como “tres lienzos de países y tres lienzos de países empezados”; los expertos piensan que todos ellos serían representaciones de la ciudad de Toledo pero es algo que no sabemos a ciencia cierta; tampoco se conoce si realmente estaban realizados por el propio artista o serían trabajos de su taller, realizados por discípulos o por su hijo Jorge Manuel; de estos, al parecer cuatro de ellos fueron prestados al Hospital de Tavera y acabaron destruidos; otro de ellos parece ser un pequeño cuadrito que por Ponz y Ceán situaron en el convento de los Agustinos Recoletos de Madrid que tampoco se conserva, y del sexto no se tiene ninguna noticia. Los paisajes conservados jugaron un importante papel en la recuperación y revalorización de la obra de El Greco ya en el siglo XIX; pasando a ser considerado pintor protoexpresionista y el mejor interprete del alma española, también han sido utilizados para sustentar a un Greco místico y espiritualista y para sostener su íntima relación con la ciudad; ya que con respecto a su tiempo sus paisajes de Toledo significan, sin duda, una distorsión de la ciudad real inmersa además en una atmósfera tormentosa y/o alucinatoria.
Sin duda se pude hablar mucho más sobre este pintor español griego de nacimiento sobre el que todavía existen muchas cuestiones por desvelar; sobre su vida, su obra y su personalidad; este trabajo es únicamente un homenaje a su figura y a su obra en esta fecha tan señalada para nosotros; ya que le hemos incorporado a nuestra historia considerándole como uno de nuestros mejores representantes en el arte de la pintura; pues fue en España donde llegó a alcanzar su mejor expresión artística, una vez que se sintió uno de nosotros vecino y ciudadano de Toledo; integrándose como uno más y consiguiendo captar y expresar mejor que nadie el alma y el paisaje castellanos.
En este IV Centenario de su muerte la obra de Doménikos Theotokópoulos, El Greco, está siendo expuesta en muchas ciudades españolas y también está siendo glosada su figura; les recomiendo visiten estas exposiciones y conozcan más y mejor a El Greco y su obra; de momento pueden hacerlo en el Museo de la Casa del Greco de Toledo, en El Museo del Prado de Madrid, en el Museo de Escultura de Valladolid..
Pilar Moreno Wallace
junio 29th, 2014
Cuanto siento no poder visitar ninguna de esas exposiciones. Me interesa el Greco, que siempre lo he sentido como envuelto en un aire de misterio en lo personal. Con lo que compartes en este texto he ido completando los detalles de su vida. Como es habitual en ti, Virginia, nos has regalado una magnifica información. Gracias.
Amando Carabias
julio 4th, 2014
Cuando los contemporáneos, tienen como máxima crítica que sea tan singular, y las generaciones futuras pretenden imitarlo y seguirlo es que estamos ante uno de los grandes maestros indudables e insustituibles.
Magnífico artículo.