“Hoy se vende ruido – contestaba George Steiner en una entrevista -: el ruido domina el mercado como un indispensable objeto de consumo. La salpicadura del ruido, la imposibilidad de hallar espacios reservados al silencio, ya sea en la vida privada, en la vida pública o en la educación que se reserva a los niños me parece la más grave contaminación que conoce la cultura moderna. Para muchos seres humanos, la noche se ha tornado tan ruidosa como el día, y una habitación silenciosa un infierno y una tortura”.
Atados los oídos a la música atronadora que los cascos concentran y amplían, muchas gentes deambulan sin conocer el silencio, sin saber qué hacer con el silencio, sin descender nunca al silencio de los pensamientos, sin tocar el fondo de su intimidad.
( José Julio Perlado).
El Ruido. Los Artistas y el Silencio. Por : José Julio Perlado.
Maeterlinck ya recordaba que usamos gran parte de nuestra vida rebuscando los lugares en que no reina el silencio. La mayoría de los hombres, decía, no comprenden y no admiten el silencio más que dos o tres veces en la vida. No se atreven a acoger a ese huésped impenetrable sino en circunstancias solemnes. “Acordaos del día en que os encontrasteis sin terror con vuestro primer silencio. Era el momento de llegar, al disponerse para un viaje, en el transcurso de una gran alegría, junto a una muerte o al borde de una desgracia. Acordaos de aquellos minutos – seguía diciendo Maeterlinck – en que todas las pedrerías secretas se dejan ver y en que las verdades que duermen se despiertan sobresaltadas”.
Y sin embargo es en el silencio donde se elevan las grandes preguntas, paseamos despacio sobre el campo de la grandes cuestiones, presionamos la puerta de las grandes incógnitas. Las frases de Maeterlinck, de Steiner o de tantos otros nos llevan al silencio de la lectura, al silencio acompasado de la música, al silencio de la contemplación.
Y luego está el otro ruido dominando el silencio, “el ruido eterno”, tal como lo describe y analiza de modo magistral Alex Ross en su libro sobre la música del siglo XX que lleva ese mismo título. “La composición clásica en el siglo XX – dice Ross – a muchos les suena a ruido. Es un arte en gran medida agreste, un movimiento alternativo no asimilado. Mientras que las abstracciones llenas de salpicaduras de pintura de Jackson Pollock se venden en el mercado del arte por cien millones de dólares o más, y mientras que las obras experimentales de David Lynch se analizan en las residencias universitarias de una punta a otra de Estados Unidos, el equivalente en música sigue provocando oleadas de desasosiego entre los asistentes a conciertos y tiene un impacto apenas perceptible en el mundo exterior. La música clásica se ha estereotipado como un arte de los muertos, un repertorio que empieza con Bach y termina con Mahler y Puccini. Algunas personas se muestran a veces sorprendidas al enterarse de que los compositores siguen componiendo”.
Son las composiciones de Ellington o de Sibelius, la música en Rusia o la alemana, la vanguardia de los años cincuenta, las obras de Benjamin Britten, los avances minimalistas, o lo que al fin llama Alex Ross, “las catedrales sumergidas” o música en el fin de siglo.
Pero para todo ese “ruido eterno” es necesario también un intenso silencio, concentrar el ánimo para escuchar como si estuviéramos sumergidos en honduras y tender el oído a través de la sala de la soledad hasta encontrarnos con nosotros mismos.
Amando Carabias
octubre 11th, 2011
Me admira la capacidad que tienes para indagar en los pliegues más ocultos, y, sin embargo, esenciales de la verdadera hondura humana. Sin el silencio el ser humano no llegaría a conocerse nunca, si acaso se reconocería, pero como en un espejo: una imagen superficial.
Isolda
octubre 11th, 2011
Es un magnífico artículo, lleno de sensibilidad y sí, siguen componiendo afortunadamente.
Una delicia. Besos musicales.
Pilar
octubre 11th, 2011
Perfecto. Te felicito, Es un texto que no se olvida. He disfrutado con la música.
catherine
octubre 13th, 2011
Hermoso texto.
Me gusta el silencio, me gustan los segundos de silencio que a veces el público respeta al final de un concierto. Es verdad que mucha gente tiene miedo al silencio.