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Elogio del esfuerzo. Algunos ejemplos literarios. Por: José Julio Perlado.

Imagen011Hay un elogio del ocio, un elogio de la fiesta y un elogio del esfuerzo, como hay un tiempo para cada cosa. Bajo el cielo – nos recuerda la sabiduría de Eclesiastés –, hay un tiempo de nacer y un tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar, las olas del mar parecen tener un tiempo brillante durante los meses de verano pero cuando el verano se acaba las olas quedan en soledad, los barcos las remontan y los peces se arremolinan en las redes del atardecer. Hay un tiempo de destruir y tiempo de construir, tiempo de llorar y tiempo de reír, el silencio de los montes durante los inviernos se cierne sobre los caseríos solitarios donde una nube de chimenea delata que se está viviendo en la cocina. Hay un tiempo de abrazar y tiempo de dejarse de abrazos, tiempo de buscar y tiempo de perderse, sentimientos y pensamientos cruzan sus pasos por las calles, van acelerados, a veces algunos se saludan desde las esquinas y componen y descomponen continuamente el lienzo de las grandes urbes. ( José Julio Perlado) .

 

 

 

 

 

Elogio del esfuerzo. Algunos ejemplos literarios. Por: José Julio Perlado.

 

 

Hay un tiempo de guardar y tiempo de desechar, tiempo de rasgar y tiempo de coser, tiempo de compras y tiempo de angustias, las monedas se extienden sobre los cálculos y los ingresos juegan con los gastos en el escondite de las economías. Hay un tiempo de hablar y tiempo de callar, el libro abierto continúa hablándonos mientras le escuchamos, y esa doble conversación mental, apenas el murmullo interior entre palabras y cerebro, aviva la llama del diálogo.

 

 

 

 

VistaescorialEl tiempo del elogio del ocio fue tratado por el alemán  Josef Pieper, el tiempo del elogio de la fiesta fue estudiado por otro alemán, Romano Guardini. Y Ortega, entre otros, quiso hablar del elogio del esfuerzo en su “Meditación de El Escorial”, entre 1909 y 1915. Pasando largas temporadas en la Casa de los Oficios número 2 entre 1912 y 1916, Ortega – teniendo delante y a lo lejos “la ancha espalda de la llanura” (como él escribe) o “los espacios vagamente amarillos de las dehesas entreverados de manchas oscuras que forman los chaparrales”, a la vista de las lagunas de la Granjilla “que en otoño e invierno llenan de fiebres el paisaje”-, queda atraído por la mole de granito de  El Escorial que para él encarna “el esfuerzo sin nombre, sin dedicatoria, sin trascendencia”. Es en realidad – dirá en “El Espectador” – “un esfuerzo consagrado al esfuerzo”.

 

 

Figura 24. Vendimiador_Fragmento de mural, Vela ZanetiHay un tiempo del tedio y un tiempo del esfuerzo. Eugenio D´Ors en su “Oceanografía del tedio” escribe: “Cerrar los ojos. Dormir… Era la solución vulgar. Este jardín, a esta hora, se llena de sillas de reposo (…) Así el tedio, como el mar (…) El tedio, al pie de la letra. Sin atenuaciones, sin matiz: el tedio. No excursión. No conversación, silencio. No lectura; letargo…En lo posible, ¡ni un movimiento, ni un pensamiento!”

 

Pero sin un pensamiento y sin un movimiento, no nace nada. Es el esfuerzo – siempre tan costoso – el que levanta el quehacer, el fruto de la obra hecha.

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