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En la muerte de Antonio Mingote. Por : José Julio Perlado.

Los dibujos han quedado en el aire con sus historias creadas por el lápiz, lápiz risueño y cáustico en las ventanas de los periódicos, ventanas que se abren a la reflexión y a la sonrisa. Al morir Antonio Mingote parece que una mirada se hubiera cerrado y los pasos que él  daba por El Retiro – pasos sobre la Historia, husmeando la Historia  – quedaran detenidos y oyéramos mejor el silencio de los que no critican, de los que asienten bajando la cabeza, cabezas y oídos y rostros serviles ante la injusticia.

 

 

El lápiz de la ironía recorría diariamente el papel y levantaba con  rasgos acusados la escena que nadie había visto y que solo el dibujante veía. Las gentes actuaban, las costumbres rodaban sus hábitos por las aceras, los políticos volvían a levantar la voz perpetua desde sus escaños, la miseria convivía bajo los puentes, las bellezas recorrían las pasarelas, el hambre extendía sus cazos para recoger servidumbres, los palacios iluminaban sus arañas de espejos, las ceremonias recorrían las alfombras,, el humor lo iba mirando todo detrás del lápiz, el lápiz cabalgando en el quijote de los dedos, los dedos expertos sobre las manos, las manos muchas veces rogando la paz ( José Julio Perlado ).

En la Muerte de Antonio Mingote. Por : José Julio Perlado.

 

Richter dijo, hablando del humor, que éste no analiza la tontería individual sino la tontería universal e infinita. No hay tontos, decía, sino un mundo lleno de estupidez. El humor rebaja lo grande y exalta lo pequeño, pero, a diferencia de la parodia y la ironía, aniquila la grandeza y la pequeñez, ya que ante lo infinito todo es igual y todo es nada.

 

Mientras estas cosas iba diciendo Richter sobre el humor, el lápiz de Mingote le abría la puerta a los dedos de la mano y le iba llevando escaleras abajo hasta El Retiro, paseo y parque madrileño que puede servir como atalaya en soledad para rumiar andando lo que sucede en la vida, para observar entre los árboles muecas y vestimentas, actitudes que se esconden tras la hipocresía, la picaresca eterna embozada o desnuda, expresiones, lenguajes, ademanes, esencias. El lápiz de Mingote se apostaba en una esquina y veía pasar la mayúscula de la Historia con su hermana minúscula, las dos sin saberse observadas.

 

Trazaba el  lápiz de Mingote un preciso rasgo de humor – un trazo único – y luego, tal y como había venido – en silencio –se retiraba.

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  • Amando Carabias

    abril 18th, 2012

    Hermoso homenaje a una gran pérdida.

  • Pilar

    abril 28th, 2012

    Una gran pérdida, desde luego. Me encantaba Mingote, recordaré siempre su técnica y su humor.

  • catherine

    mayo 13th, 2012

    No le conocía pero me gustan mucho las viñetas que dicen tanto como un artículo entero. Me gustan los «lapices ruiseños y cáusticos».

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