Les ofrecemos dos muy interesantes artículos en esta sección:
Carmen Amaralis Vega nos envía el resultado de las investigaciones que se están desarrollando sobre energía eléctrica a través de medios naturales como el fango.
Por otra parte ofrecemos en esta Sección un artículo cedido por Pere Estupinyá. Bioquímico y periodista científico, radicado en Boston, escritor de un blog en El País. Al final del texto les ofrecemos el enlace original de salida del texto, que, por su oportunidad, tenemos el gusto de recobrar aquí.
Las fotografías no son las del articulo original; tampoco se ofrece el video que sí aparece en el texto primero porque el enlace está roto.
Agradecemos a Pere Estupinyá la generosidad con nuestra Revista.
Energía Eléctrica: Una bio-batería. Por: Carmen Amaralis Vega.
Una de mis discípulas investigadoras me trajo la información de que uno de sus profesores de biología le había dado una cátedra del contenido bacterial del fango de los estuarios. Me informó también que en esos lodazales se encuentra una rica variedad de nutrientes formada por la descomposición de materia orgánica que cae al mangle, sean hojas muertas o animales ahogados. Cómo mi imaginación es febril, tanto para la poesía como para la ciencia, enseguida nos hemos dado a la tarea de tratar de conseguir energía eléctrica diseñando una bio-batería con fango. Llenamos con lodo (fango) unos envases de 10x10x3 centímetros cúbicos, y en ellos hemos colocado como electrodo una tela de carbono cosida con alambre fino de una aleación de níquel y cromo que sirve para recoger los electrones que son generados por la bacteria al digerir el combustible (material orgánico en descomposición). Otro compartimiento igual pero lleno de solución salina se utiliza como cátodo (terminal eléctrico a donde llegan los electrones que se producen por la biodegradación del combustible, o sea, los nutrientes en descomposición).
Al colocar un medidor de voltaje conectando los terminales alámbricos por donde fluyen los electrones que se producen en los microorganismos y son recibidos por la tela de carbono y luego salen al medidor por los alambres de Niquel-cromio , encontramos que se genera medio voltio de energía (0.5 voltios). Como con el voltaje medido dividido por la resistencia que cruza ese flujo de corriente (electrones que se mueven por un circuito), al colocarle en serie una resistencia conocida, digamos, de unos 900 ohmios, logramos descargar la batería por un periodo de 30 minutos y calculamos los culombios (corriente en amperios por tiempo en segundos) generados por este material que abunda en cualquier parte de este planeta, está ahí y es gratis. Con el culetaje (cantidad de culombios) conseguido se puede encender una bombilla, calentar una plancha, o generar fuerza eléctrica para cualquier propósito útil.
Ahora estamos repitiendo los experimentos con otras fuentes de energía. Entre otras, experimentamos con mosto o desecho de la fermentación para la fabricación de cerveza, también con residuos o desechos de café. Los resultados obtenidos forman parte de estudios de maestría o pos-grado universitario para algunos de mis estudiantes investigadores, y esperamos publicarlos en la revista de importancia mundial en este campo científico “Journal of Electroanalytical Chemistry”.
Ya ven que del fango puede nacer el amor por la sabiduría.
Arte para Comprender la Ciencia. Por : Pere Estupinya.
Entendemos la ciencia como una construcción humana, con sus virtudes y sus defectos. Nos maravillan sus proezas y aceptamos sus limitaciones. Somos conscientes de su poder y le pedimos que nos ayude a crear un futuro mejor. Admiramos su fabulosa capacidad para interpretar nuestro mundo, pero sabemos que no puede hacerlo sin una visión humanista.
Por eso nos identificamos con esta Tercera Cultura que no aísla ciencias y letras, sino que promueve espacios de diálogo entre las diferentes áreas de conocimiento.
Hablamos sin complejos de cómo la ciencia se relaciona con la sociedad, se involucra en la toma de decisiones políticas y participa en la creación de una única cultura que intenta comprender el mundo desde una perspectiva multidisciplinar.
La revista SEED:Science is culture es un claro exponente de esta filosofía. En su número de diciembre del 2007 incluye el artículo “El futuro de la ciencia es el arte” en el que aborda uno de los ejemplos más representativos de esta renaciente tercera cultura: la interacción entre ciencia y arte.
Las veces que he explorado los vínculos entre estas dos formas de conocimiento me ha parecido detectar cierta asimetría. El arte siempre se ha dejado inspirar por los nuevos descubrimientos e interpretaciones científicas sobre el Universo, la vida y la naturaleza humana; y en todo momento ha aprovechado las tecnologías emergentes para ensayar nuevas formas de creación artística.
La ciencia, en cambio, valora el arte como forma de expresar información a otros niveles que no le permite su lenguaje. Pero salvo notables excepciones, ha sido más reticente a permitir que el arte se inmiscuyera en el proceso de investigación. El interés renovado e intenso que tienen los científicos por la metodología artística es un fenómeno relativamente nuevo. Conscientes de los grandes beneficios que el acercamiento entre ciencia y arte puede aportar, en los últimos años han florecido espacios en los que se posibilita un encuentro real entre científicos y artistas. El Media Lab del MIT es un buen ejemplo de centro que cuenta con equipos, proyectos, y espacios diseñados bajo este planteamiento extremadamente multidisciplinar. Pero también en España se están realizando iniciativas muy interesantes, además con la vocación de alcanzar al resto de la sociedad.
El proceso científico se está volviendo demasiado reduccionista. Va generando capas cada vez más profundas de conocimiento, ahondando en los detalles, con campos cada vez más especializados, y eso le hace correr el riesgo de perder de vista el sentido global de sus descubrimientos. En algunos casos los científicos pueden investigar sin entender realmente hacia donde.
La visión más holística e integradora del arte ofrece a la ciencia una nueva lente con la que observarse a sí misma, y una fuente de inspiración para el propio proceso científico. Las diferentes metodologías de creación artística en las que se juega con el azar, se utilizan lenguajes diversos, se permiten estados alterados de consciencia, planteamientos instintivos, se fomenta la comunicación libre y sin restricciones en un ambiente que promueva la creatividad, pueden desembocar en un tipo de planteamientos que quizás los científicos ensimismados en su reducido mundo no se hubieran planteado. Las hipótesis culturales provenientes de los artistas están inspirando preguntas que conducen a nuevas vías de investigación no contempladas por la ciencia estándar.
Pero la gran aportación del arte al futuro de la ciencia es evitar que se distancie demasiado de la sociedad. La ciencia progresa a un ritmo y complejidad que nos impide entender las interioridades de la física cuántica, la biología molecular o la neurología. Sin embargo no debemos renunciar a que se nos ofrezca un gran retrato integrador. Queremos recibir los conceptos fundamentales que emergen de esta fantástica fuente de conocimiento que es la ciencia, y que impregnen a la cultura popular. Pero para ello, la jerga y las restricciones del método científico muchas veces representan una limitación. En cambio, la creatividad artística puede aportar su maestría a la hora de generar metáforas, analogías, paralelismos, representaciones, que nos ayuden a hacer tangibles ideas abstractas. Está claro que lo hará de forma imperfecta, pero los artistas llevan mucho más tiempo dedicados a expresar y comunicar que los científicos. Sin ninguna duda, la interacción entre unos y otros es beneficiosa para ambas partes, y para los que queramos escucharles.
Esta fusión entre ciencia y arte es sólo un ejemplo del acercamiento imprescindible que debe producirse entre la cultura científica y la humanista. Quizás la figura del sabio renacentista es utópica en la tan especializada sociedad actual, pero sin duda la tercera cultura deja obsoleto al intelectual clásico desinteresado en la ciencia, e incomunicados a los investigadores que no utilicen en cierta medida las herramientas del mundo de la literatura, la historia, la filosofía o el arte.
Enlace al articulo original de Pere Estupinyá.
Carmen Amaralis Vega
noviembre 8th, 2010
Pere, muy interesantes puntos tocas en este reporte. Pero difiero en uno muy especial, La ciencia no se limita a un mundo cada vez más especializado, la ciencia abarca desde el plus infinito hasta el minus infinito,
Un abrazo. Carmen Amaralis
Lola
noviembre 24th, 2010
Se me ocurre que los científicos deberían divulgar sin intermediarios. Para divulgar, para hacernos llegar al vulgo sus conocimientos, se hace necesario que sean también artistas. Ese conejo de Durero está dibujado con precisión científica y es arte. Despierta la emoción y la imaginación en cuanto ser sensible lo observa.
Carmen, creo que eres buena divulgadora. El plus infinito es muy grande. Es casi metafísica.