Podían haber puesto un poco más de carne en ese asador, pero son punkis.
“Qué pena, qué pena, qué pena, qué pena, qué pena, la vida qué pena, qué pena, qué pena”
Se han cruzado por mi camino en el teatro Borrás de Barcelona. Todo el mundo les conoce (supongo) porque hace años que andan por todos los escenarios, en youtube puedes ver los videos de sus actuaciones, sus dos micrófonos, tres o cuatro focos y dos horas por delante y dos horas por detrás. A mi lado S. su amiga Lola y Víctor , a mi otro lado una chica con su pareja que se fue descalzando a lo largo de las dos horas. Tuve suerte, nadie de los que me rodeaba apestaba, al lado de Víctor se sentó un tipo que si, olía mal, dos horas oliendo mál, “qué pena, qué pena, la vida qué pena”.
Funciona así, en Barcelona un viernes, te levantas a las 7, (nosotros 6,30) y te pasas todo el día con tus cosas, parriba-pabajo, y después de estar así todo el día, vas al teatro Borrás, con el tiempo justo de comer un pincho, rodeado siempre de mucho calor, mucho tráfico, mucho trabajo, parriba-pabajo y cuando llegas al teatro hueles, hueles que jodes y ya está, no puedes hacer nada más que oler y que te huelan los vecinos de butaca. ( Elías Gorostiaga ).
Faemino y Cansado en Barcelona ( Teatro Borrás. 16 de septiembre de 2011) . Por : Elías Gorostiaga.
F y C, son así y desde hace treinta años, casi como la democracia, la constitución, la movida, el golpe de estado, el socialismo, la derecha, el socialismo, la derecha, la corrupción, qué pena, una rotonda, otra rotonda, cuántas rotondas hay en este pais”, las rotondas, las olimpiadas, los paralímpicos, Barcelona, Sevilla, Madrid, alta velocidad, las ciudades culturales, la TDT, facebook, las elecciones, la corrupción, el ladrillo y la crisis… y ya está, ya hemos llegado al teatro Borrás, como para no oler mal, con todo lo que ha pasado en estos treinta años o más …y entran en escena.
Es una puesta en escena de dos mimos, nada más, rodeados de fondos oscuros y algunos focos, pocos, y el teatro lleno, incluso van a verles los famosos, como la sonrisa de Arturo Valls o las gafa-pasta de Andreu Buenafuente, que ya es cuando el éxito es total, es decir ya no solo van a verte los amigos, como en las presentaciones de libros…Y la historia.
La historia es ininterrumpida, son dos horas de miradas, muecas, complicidades, historias que entran en bucle, sobrevuelan los tejados y cuando están a punto de estrellarse contra tu cabeza, te ríes, jaaa-jaaaa-jaaaaaa, como si te hubieras fumado algo fuerte de verdad y te ríes tan bien, que casi como que no te conoces la risa, de hecho yo creí que S y Lola, se habían convertido en gallinas, “qué forma tan extraña de reir”, casi como para dentro, por no perderte la cuelga de bobadas que se complican, surrealista, siempre surrealista y absurdo, Carlos y Javier.
Bueno, después de la pena, “qué pena” y las rotondas, uno no tiene ya capacidad de recordarlo todo, pero aparecieron en escena un mimo de Ciudad Real, los churros en el desayuno del bar de Vía Layetana y los disparates, con Ferrán Adriá y Dani Albes, en el chiringuito de la playa, chistes inacabables, que aparecen media hora después, como el del padre Belga con acento de Amberes, el hijo de Rusia y el otro personaje murciano pero de Cartagena, cada uno con su acento
-¿Lo puedes hacer?
-Sii
Y lo hace, pero les pone a todos acento gallego. Y después nos cuenta Cansado un problema, su hija adolescente, noctámbula, cabizbaja y taciturna, y en el paquete de regalo, dos hijos gemelos más “muy feos, muy feos los dos, muy feos, tan feos que uno creo que no es hijo mío”; y de ese problema de su hija adolescente, al caballo de Faemino, un caballo que tiene en casa y del caballo que tiene en casa, así y sucesivamente enlazando historias y más historias, “en Jamaica, no hay nada, salvo las negritas, la música, la hierba, las playas, no hay nada en Jamaica, estuvimos ocho meses”, con toda la voz de Cansado montando y desmontando y dándole paso a Faemino, que de repente, pasa de estar callado-gesticulando, a montarse él una historia como si estuviera en otra sala, en otra función y termina enzarzado con algo y cagándose en “tu puta madre” que es como sale Faemino de los bucles, pasando por el chofer de Juan Carlos SM, hasta llegar a la historia de los siameses con una diferencia entre ellos a la hora de nacer de cinco años e ir al hospital, al cabo del tiempo a que los separen, allí se encuentran con un amigo celador y les presenta al Cirujano Jefe, que “seis meses de plazo para operar, eso es mucho tiempo, yo os opero ahora mismo” y yo que se, porque también cuentan la historia del ambicioso Hugo Boss y sus frasquitos de colonia de sesenta euros y van desfilando hacia ninguna parte, ocurrencia tras ocurrencia, para terminar con sus legendarias camisas de chorreras, chaquetas blancas y la copa de coñac con coñac, todo muy punki, tan punki, que ni siquiera hablan de política, del gobierno, de la corrupción, del catalán, de nada, tan solo de vez en cuando Faemino se caga en tu puta madre, mientras Cansado se descojona tapándole la boca. Ese es el mapa y ese era el territorio, aquel viernes dieciséis de septiembre de dos mil once, en el teatro Borrás. Todos reíamos, con una risa muy rara, y a veces mis risas empezaban, cuando ya nadie se reía.