Quienes escriben, cuentan y hacen poemas o textos en prosa, quienes narran costumbres, los que relatan formas de vivir nos acercan en muchas ocasiones, más de las que parece a algo que está en nuestras vidas comunes y en lo que no reparamos.
Otro tipo de arte cuando se practica con gusto y delicadeza. Una arte que en este artículo está en feliz maridaje con el de escribir: la Gastronomía.
De ello nos habla José Julio Perlado en esta reflexión suya.
Gastronomía y Literatura. Por José Julio Perlado.
Letras y gastronomía, refranes y yantares han ido muchas veces de la mano a través de los siglos. Se ha vivido mucho y lógicamente también – precisamente para poder vivir – se ha tenido que comer y beber entre la mañana y la noche, el cuerpo tuvo que alimentarse mientras el espíritu cantaba y los clásicos nos han ido dejando en la literatura española las migas de pan de los poemas muchas veces entremezcladas con otras migas muy sabrosas, aquellos esparcidas en las fondas y desperdigadas por las mesas de los caminos. Chascarrillos y refranes han cruzado los senderos– “hacer buenas migas”, “partir el bacalao”, “después de Dios, bodegón” – y como recordó ya Adrián Piera, “nuestros arrieros, monjes legos y pastores no tienen una especialidad sino muchas al cocinar. Saben preparar perdices, conejos y liebres; guisotean con primor salpicones; disponen con gracia gachas, pistos, migas, gazpachos y ensaladas y trabajan con emoción los quesos”.
Y de repente se nos aparece en medio de todos estos caminos de la literatura Francisco de Rojas, que nos regala en un poema su receta para asar perdices:
“Pelarlas dentro de mi casa”- escribe
perdigarlas en la brasa
con seis dedos de un pernil,
que a cuatro vueltas o tres,
pastilla de lumbre es
y canela del Brasil;
y entregárselas a Teresa
que con vinagre y aceite
y pimienta, sin afeite,
las pone en mi limpia mesa.”
Y de repente también – cuando menos lo esperábamos – se nos aparece en otro recodo del sendero Lope de Vega hablando de los torreznos:
“Quien con un torrezno asado
se desayuna, o con migas
al doctor le da cien higas.”
Y no podría faltar en estas apariciones del paisaje don Miguel de Cervantes describiendo una merienda campestre:
“Hay regodeo, hay merienda,
ante ellas cogen la rienda:
cazuelas de berenjenas
serán penúltima ofrenda.
Hay el conejo empanado
Por mil partes traspasado,
con saetas de tocino;
blanco el pan, igual que el vino
y hay turrón alicantado.
Cada cual que esto roba
blancas vistosas y nuevas
una y otra rica coma;
dales limones las Cuevas
y naranjas el Alcoba.”
Gastronomía y literatura siempre, continuamente, caminando de poema en poema. Se vive, y a la vez se cantan los alimentos que nos permitan vivir.
Así el Arcipreste de Hita en su “Libro del Buen Amor” nos ha dejado escrito:
… Algunos en su casa pasan con dos sardinas,
y en ajenas posadas demandan golosinas;
desechan el carnero y piden adafinas;
que no comerán, dicen, tocino sin gallinas,”