Los prismas diversos desde los que se ven las figuras de las letras y las artes por sus familiares cercanos adquieren una densidad distinta y proporcionan siempre una peculiar iluminación. Pienso en los numerosos testimonios que rondan en torno a muchos escritores del mundo, sean ellos grandes o menores. Cada uno de esos recuerdos siempre descubre diversas facetas del personaje. No propondré aquí más que algunos ejemplos entre los muchos que podrían citarse sobre este aspecto de los testimonios familiares. ( José Julio Perlado )
Intimidad de los Artistas. Por: José Julio Perlado.
Pienso, en el campo de la literatura alemana del siglo XX, las cruzadas opiniones que sobre el perfil de Thomas Mann han suscitado muchos miembros de su familia: hijos, hermanos, pero sobre todo – para mí muy queridas – las versiones de la mujer del gran novelista – Katia Mann – en sus “Memorias”. Pienso también en las opiniones dadas, dentro de la literatura rusa del XX, sobre el modo de ser de Alexander Solzhenitsyn: una, la de su primera esposa, Natalia Reschetovskaya, cuando el escritor ya ha dado a conocer “La vida de Iván Denisovich” y “La casa de Matriona”; otra, la de su esposa segunda, Natalia Svetlova, cuando Solzhenitisyn vive en Estados Unidos. Podrían añadirse igualmente -ya en la narración corta norteamericana – las dos aportaciones que sobre el gran cuentista Raymond Carver hacen también, por un lado su primera mujer, Maryann Burk – en plena ebullición del alcoholismo del autor –, y por otro su segunda mujer, Tess Gallagher. En el campo español, los testimonios son asimismo innumerables; sólo por referirme a uno, anotaré aquí los recuerdos de Zenobia Camprubí en su libro “Vivir con Juan Ramón”.
¿Qué quieren decir esos testimonios, vivencias y recuerdos? Que los enfoques de los familiares hacia las figuras de las artes o las letras proporcionan generalmente una nueva variante: se les ve a los escritores y a los artistas de modo cercano, a veces envueltos en su clima de intimidad y siempre desde un ángulo distinto.
En el caso de Proust, por ejemplo, las opiniones no sólo se limitan a familiares sino a personas que de un modo u otro participaron en su vida. Célebre es el libro de Celeste Albaret, la señora que cuidó del escritor y de su entorno, entrando en aquel santuario ahogado por el asma y la literatura. Célebres también las Memorias de la Princesa Bibesco, evocando los salones de Proust, aquellos bailes parisinos de la época de las muchachas en flor, las grandes estampas cuajadas de tapices y vestidos, las conversaciones agudas enlazadas con miradas fulgurantes que igualmente André Maurois recogería en “El mundo de Marcel Proust”.
En el caso de Joyce es capital el libro de su hermano Stanislaus para entender mejor al autor de “Dublineses”. Gerald Durrell es otro testimonio importante para comprender de algún modo a Lawrence Durrell.
La lista podía ser muy numerosa. Tolstoi está rodeado de confesiones familiares y de confidencias de amigos. También Dostoievski en sus Cartas a su mujer.
Son los escritores y su intimidad desvelada, las rendijas desde las que fueron vistos y valorados – a veces con aspereza, otras veces de manera indulgente -, pero siempre aportando opiniones muy valiosas para cualquier lector entusiasmado y esenciales sin duda para cualquier crítico.
catherine
mayo 17th, 2012
Se dice que los lacayos conocen todos los secretos de los grandes y citas a Céleste Albaret y Proust. Imaginar lo que puede contar una mujer es fácil, por ejemplo Sofía Tolstoi discrepe con su marido en cuanto a su mirada sobre el matrimonio en la Sonata a Kreutzer.
Nos incitas a leer biografías.