De Isabel García Mellado había leído hace años su libro cómo liberar tigres blancos; un poemario que personalmente me gustó mucho. Las referencias del por qué me gustó están en mi blog personal, así que no las voy a repetir. Ahora, la autora acaba de publicar La traductora de incendios, en Ediciones Valparaiso, y confirmo algo que entonces pensé: que tiene una voz y un estilo propio, que sus poemas llegan a la gente y que su tono intimista, sencillo, su elaborado lenguaje, el contenido de lo que dice y su forma estructural, me interesan mucho.
( Alena Collar)
Isabel García Mellado: Traduciendo libertades. Por: Alena Collar.
El poemario está dividido en tres secciones, ciudad azul, dentro de las casas y la belleza es un indio salvaje. Y todas ellas relacionadas entre sí; de esta manera el texto se convierte en un proceso de avance según se va leyendo: en la primera sección se nos presenta una visión externa a la poeta, una visión exterior, por mejor decir, en la que el desarraigo, la soledad, el silencio y hasta la hostilidad de los signos hacen de quien lo escribe una desterrada; es decir, alguien fuera del lugar que habita, o mejor, que deshabita. La segunda parte, visión interior, plantea a su vez el desencuentro con quien se es, el extrañamiento, la falta de asideros (“las palabras son insuficientes”) y la búsqueda que parece encontrarse más allá del yo individual, en un tú que se convierte en un nosotros (“amar esta piel pálida que vibra/salirse del cristal que nos contiene”). Así llegamos a la tercera sección: una parte en la que la noción de libertad, albedrío y elección toma decididamente protagonismo desde el primer poema ( “ya no se me caen más las estrellas/ tuve que decidirme”), hasta llegar a la identificación del sujeto narrativo con esa libertad ( “ tu voz es libre recuerdas nunca importó cómo se llame/cada persona baila su propio ritmo”).
De ritmo se podría hablar también en este libro; los poemas pasan de estructuras minimalistas al versolibrismo de modo natural, sin excesivos apuros; el ritmo se sostiene a menudo a través de la enumeración, de la repetición vocálica o del acento silábico interno. Algo esto último que no todo el mundo sabe utilizar, dicho sea de paso.
Para finalizar, señalar la carencia en todo el poemario de puntuación y la ausencia de mayúsculas en el inicio de verso: en el primer caso, a mí no me ha estorbado para disfrutar del poemario, en el segundo es el único reproche-leve- que le haría: entiendo que es una elección de la autora pero no tengo nada clara su motivación.
Un excelente libro en resumen, para disfrutar.