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Las Ciudades y la Música. Por: José Julio Perlado.

Hay ciudades invadidas de música y Stefan Zweig, al evocar el ambiente de Viena iniciando “El mundo de ayer” rodea con su excelente pluma la figura de Mahler entre aquellos edificios cuyas gentes valoraban toda melodía. “En Viena – recuerda Zweig -, todo lo que se manifestaba en colores y música se convertía en acontecimiento festivo: las procesiones del Corpus, los desfiles militares, los conciertos llamados Burgmusik. Hasta los entierros contaban con un concurso entusiasta, y la ambición de todo buen vienés estribaba en ser inhumado con pompa, grandes galas y muchos acompañantes. Un vienés de verdad transformaba, pues, incluso su muerte en un espectáculo para los demás. La ciudad entera coincidía en esa sensibilidad para todo lo colorido, resonante y festivo, en ese gusto para todo lo teatral como forma refleja y variación de la vida, ya se presentase en el escenario, ya en la realidad”. ( José Julio Perlado )

 

 

 

 

Las   Ciudades y  la  Música.   Por : José Julio Perlado.

 

 

 

Países y ciudades han estado tantas veces rodeadas de música que en el siglo XVlll, hablando de la música en Alemania, se recordaba que “ a cualquiera que vaya por la calle de Schewetzingen en verano, le parecerá que aquel lugar se encuentra habitado sólo por una colonia de músicos que ejercitan constantemente su profesión: se oye en una casa un hábil violinista, en otra un flautista alemán, aquí un excelente oboe, allá un fagot, un clarinete, un violonchelo, o bien un concierto de varios instrumentos. La música parece ser la principal y más constante diversión de su Alteza el Elector; y así también la ópera y los conciertos, a los que pueden asistir todos sus súbditos, forman el criterio y establecen el gusto musical de todo el Electorado”.

 

 

 

 

 

 Viena de un modo más concreto entre muchas otras ciudades del mundo ha sido celebrada por importantes autores y dibujada en sugestivas novelas. En 1904, en el relato corto de Thomas Mann “En casa del profeta”, el autor de “Doktor Faustus” recuerda que “ en las periferias de las grandes ciudades, allí donde las farolas son más escasas y los gendarmes patrullan por parejas, hay que subir a las casas hasta que ya no es posible continuar, hasta buhardillas de techos oblicuos en las que jóvenes y pálidos genios, criminales del sueño, meditan abstraídos con los brazos cruzados, hasta estudios baratos y elocuentemente decorados, donde artistas solitarios, indignados y consumidos por dentro, hambrientos y orgullosos, en medio de un humo espeso de cigarrillos, luchan con los últimos y furiosos ideales. Aquí está el fin – escribe Mann sobre la Viena de 1900 -, el hielo, la pureza y la nada. Aquí no tiene validez ningún acuerdo, ninguna indulgencia, ninguna medida y ningún valor. Aquí el aire es tan casto y está tan enrarecido que los miasmas de la vida ya no pueden vivir. Aquí reina el desafío, la perseverancia extrema, el ego supremo desesperado, la libertad, la locura y la muerte”.

 Son ciudades de todos los tiempos y su música envolviéndolas siempre, una música de variados instrumentos, cuerdas pulsadas, arcos y metales, esa síntesis que de modo admirable – al rememorar Viena y comentar de modo especial la relación entre Strauss y Mahler – logra hacer Alex Ross en su gran obra “La música en el oído”, ese oído sobre tejados y plazas, oído sobre el tumultuoso siglo XX, oído que nos lleva hasta esos teatros de ópera del siglo anterior, lugares bulliciosos, “y donde Mahler – dice Ross – que odiaba todo ruido no deseado, expulsó a los clubes de admiradores de los cantantes, cortó los breves aplausos entre números, obsequiaba con una mirada glacial a los asistentes a conciertos que no dejaban hablar y obligaba a los que llegaban tarde a esperar en el vestíbulo. Alguien oyó decir al emperador Francisco José, la encarnación de la vieja Viena: “¿Acaso es la música un asunto tan serio? Siempre he pensado que lo que buscaba era hacer feliz a la gente”.

 

 

 

 

 

 

 Felices o no los habitantes de tantas ciudades del mundo se han acunado con las músicas, han cerrado los ojos y han viajado desde la oscuridad de las salas hasta el límite de las composiciones, allí donde la belleza se escucha en silencio. Nos acercarán a esas ciudades y a las músicas libros esenciales, y en el caso de Viena y de la singular figura de Gustav Mahler nos tomará suavemente de la mano Franz Werfel en “El crepúsculo de un mundo”, nos empujará aún más “La Viena de Wittgenstein”, de Allan Janik y Stephen Toulmin, aún nos animará a proseguir y profundizar las “ Variaciones psicoanalíticas sobre un tema de Mahler” de Theodor Reik, las obras memorísticas de Alma Mahler y de modo capital las memorias de Bruno Walter, “Temas y variaciones”.

 

 

 

 

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  • Mita

    mayo 9th, 2011

    Me ha gustado mucho…Viena y sus cafés…

  • catherine

    junio 4th, 2011

    Viena, la música y tú añades la literatura.

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