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Las Raíces de un libro: «Ensueño y mediodía. » (Santiago López Navia). Por: Amando Carabias.

Escribía Carmen Conde en versos memorables: “Raíz de siempre, entre los granos / pardos como ahora soy parda. / Pero yendo hacia el ámbito del vuelo, / moverme entre las brisas: ser el puerto de las aves, / la tabla del navío, y que los vasos / se colmen de mi cuerpo y de mi esencia”. O dicho de otro modo, sin duda más pedestre, estar enraizado en la tierra para poder aspirar a lo más alto.

Ensueño y mediodía penúltimo poemario editado de Santiago A. López Navia (Madrid, 1961), es, en cierto sentido, un libro árbol, es decir, un libro que nace de hondas raíces desde las que se eleva hacia el celaje, en busca del celaje.

¿En qué terreno o patria ubica López Navia esas raíces que le sirven como canal nutricio hasta hacerlo levantar el vuelo? El título del poema que abre el libro, ilumina la respuesta, igual que un faro en la madrugada: “Arcadia”, es decir, lugar de felicidad, sencillez y paz; o sea, el Paraíso es el territorio donde ha sembrado sus versos, para que allí arraiguen. ¿Pero dónde está el Paraíso, esa Arcadia? Que no se preocupe el lector, no es necesaria una indagación exhaustiva para adivinarlo. El poeta desvela su secreto en el primer verso, un verso que ha de marcar la conciencia del lector durante el resto de la obra: Era mucho mejor ser siempre un niño. Efectivamente este endecasílabo que con ligeras variantes –casi como un estribillo- se repite a lo largo del poema situando al lector en la perspectiva adecuada. Desde ahí, desde ese terreno fértil de la infancia o, mejor dicho, el recuerdo de la infancia, es desde donde Santiago López Navia construye este breve pero intenso poemario que se estructura, como anticipa su título Ensueño y mediodía, en dos cuadernos, a su vez estructurados en dos partes. ( Amando Carabias)

Las Raíces de un libro: «Ensueño y mediodía. » (Santiago López Navia). Por: Amando Carabias.

La primera parte de Ensueño, Región de la memoria, serían sus raíces de ese árbol alegórico, que –como vengo diciendo-, más que un lugar físico, es territorio vital: la infancia. En la segunda sección de este primera parte, titulada Instante, el poeta se acerca o crece hacia la juventud, que aún sigue perteneciendo al pasado, por así decir a la estructura de lo que hoy es.

Es el segundo cuaderno del poemario, Mediodía, donde el poeta –sin olvidar de dónde viene, pues son sus raíces- comienza a levantarse. Su vuelo, su celaje, es el presente y hasta en su modo de escribir los poemas se nota, pues aquí, ya aparecen los poemas de verso libro, aunque convivan sin dificultad con los endecasílabos. El poeta –ya hombre maduro y padre- reflexiona sobre el mundo, sobre su mundo, sobre nuestro mundo. El objeto del poema no es ya el pasado, o su recuerdo, sino el presente, e incluso el futuro; aquí el poema quiere ser el puerto de las aves al que se refería Carmen Conde. La eclosión de la ciudad como territorio de cierta hostilidad y, al mismo tiempo, como espacio para la soledad y la meditación, nos remite a versos de Rosales, por ejemplo, con imágenes audaces: “Será entonces un corazón de veinte grados el reflejo de la tarde / para vencer al frío de todo lo que nos falta; / serás ciudad, traspasando el cartón del calendario, / la fuga y el anuncio de un solsticio deseado / por los versos anhelantes / de los pasos nuevos que se deslizan traicionados a las tormentas. // Entonces los peces astrales del infinito que te trae marzo / verán el agua tibia de tus calles amanecidas en luz plácida, / y te ofreceremos / las primicias vírgenes de las flores breves que salpican las aceras.”

 

Afirma José Luis Carreras Torres en la brevísima nota introductoria al libro: “No está al alcance de cualquiera decir tanto con tan sencillas palabras engranadas y ajustadas para que evoquen sentimientos que nos dibujen la sonrisa interior, la sincera, la que se queda para nosotros, porque sabemos qué agradables sentimientos nos provoca”. Y si transcribo estas líneas, simplemente se debe a que atinan de modo preciso con el tono del poemario y con la reacción que producen en el lector.

Efectivamente, Ensueño y mediodía está edificado con palabras sencillas que permiten la comprensión inmediata de cualquier lector. Pero no conviene que se confundan los términos ni el sentido de las palabras. Sencillo no quiere decir simple, ni mucho menos, como he pretendido asentar con los breves trazos apuntados.

No es una reseña el espacio adecuado para un análisis exhaustivo de una obra, sino más bien, en este caso, la invitación a los lectores para que se adentren en las páginas de este libro que viene a traernos un modo de escribir poesía muy humana, asequible y al mismo tiempo hondo..

Su factura formal, como he apuntado, abarca desde los endecasílabos, hasta el verso libre, en estudiada estructura, pues los metros más clásicos abundan en la primera parte del poemario, mientras que al final nos deleitamos con versos libres de espléndida factura. Sus poemas se mueven entre lo narrativo y lo reflexivo, más que en la pura imagen, aunque cuando esta llega, lo hace con fuerza y nitidez asomándose en algunos momentos de la parte final, incluso a las proximidades de cierto surrealismo existencial.

Santiago López Navia es conocido en el mundo de la investigación filológica y del hispanismo como cervantista, pues a investigar la novela cervantina y muchas de las consecuencias literarias que El Quijote ha tenido en la historia de la Literatura dedica muchos de sus esfuerzos. Este detalle de su tarea ajena a su obra poética –al menos en teoría- lo traigo a colación ahora, porque algo del espíritu del Manco de Lepanto rezuman sus versos: esa mirada entrañable y tan humana sobre todo lo humano, esa mirada bondadosa (que no bobalicona, no se confundan los términos) que Cervantes arrojaba sobre el mundo. Esta mirada, esta forma de mirar el mundo, me parece capital para entender el hondo sentido de este libro, tan humano, tan lírico, tan carente de odios o amarguras, tan reflexivo y contenido, ajeno a las explosiones gratuitas que nos hablarían, más bien de virtuosismo carente de contenido.

Ensueño y mediodía, también o además, es un poemario tamizado por la melancolía. En la mitad del libro, y barrunto que tal colación ni es casual ni es arbitraria, está el poema que a mí –y esto es tan personal que es accesorio- más me conmueve. Se titula “Casi al mediodía” y termina con estos versos que, además de ser un buen corolario para estas breves notas, definen como un retrato hiperrealista –en este caso autorretrato- el alma del poeta, que pelea por ser un solitario solidario, porque es en la soledad donde el poeta puede indagar y comprender la existencia humana:

 

                                   Resulta también que hoy tengo miedo

                                   del mundo, de la calle, de la gente,

                                   de bajar a mi infierno privado,

                                   ese que corre en las carreteras grises,

                                   delante de mí.

 

Y no sé cuál es la verdad que se me pierde,

                                   pero desearía que la soledad se me marchase

                                   para quedarme solo, como antes.

 

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  • catherine

    diciembre 18th, 2011

    Hermosa imagen la del árbol, con sus raices en la infancia.
    En los últimos versos que citas, Amando, entiendo que un niño puede quedarse solo sin conocer aun la soledad por tanto que sienta seguridad, cariño, amor de parte de su entorno.

  • Leonel Licea

    diciembre 18th, 2011

    No me quedarà màs remedio que procurarme el libro. Te lo dije una vez, Amando, lo presentas tan bien que da ganas de leer lo que has leìdo.
    Un abrazo.
    Leo

  • Marina

    diciembre 20th, 2011

    Pues si, debe ser muy interesante tal y como lo presentas.
    Veré entonces si lo encuentro por aquí.
    Gracia Amando. Un besito.

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