Estimados lectores de Alenarte. Este mes quiero acercarles una mezcla singular de pintura y poesía, no tan original por la fusión en si misma de las dos artes como por la calidad de los dibujos y lo desgarrador de los poemas que nos ofrece la exposición La dama de los clavos.
En la madrileña galería de arte Dionis Bennassar, Miquel Tugores ha invitado a mostrar sus dibujos y a recitar sus poemas a una artista singular llamada Leticia Vera. Es Leticia una artista joven y enigmática. Al verla por primera vez da la sensación como si uno de los personajes de sus dibujos hubiera saltado del cuadro y hubiera cobrado vida. Negro, blanco y rojo son los colores predominantes en su obra y ella, vestida también de negro, de cabellos azabache, de piel clara y labios de un rojo intenso, te dedica una tímida sonrisa y accede gustosa a realizar la entrevista. ( Carlos Feral).
Leticia Vera: La Dama de los Clavos. Por : Carlos Feral.
Los poemas son también oscuros, si no en lenguaje sí en contenido, en referencias que sacan a la luz un trasfondo de grito y desgarro. La dama de los clavos, el poemario que también da título a la exposición, editado por La bella cristalera en 2011 y que va ya por su segunda edición, es un librito pequeño en cuanto a número de páginas pero intenso en contenido. Tanto los poemas como los dibujos son absolutamente femeninos y las mujeres en su obra aunque parecen seguras de si mismas dejan entrever cierta fragilidad. No podríamos decir que los versos inspirasen los cuadros o viceversa. Nos cuenta la autora que todo es uno, que dibujos y versos se complementan. Desde sus trazos con plumilla mojada en tinta china nos acerca un universo muy femenino, aparentemente sensual, lleno de lencería y erotismo pero que, cuando profundizas un poco más en su observación te das cuenta de que va mucho más allá y el sufrimiento, la ira, la ironía o el desgarro son transmitidos al observador mediante el gesto, la perspectiva y, sobre todo, la mirada de los personajes. Cada uno de ellos es Leticia Vera. Es un trozo de si misma plasmado en papel y tinta china. La imagen, luego, se hace palabra y el poema no es más que el cuadro pintado en letras sangrantes que fluyen en versos que hieren, en clavos de la dama antaño hendidos en su carne y ahora sacados hacia fuera. Se puede ver en este ejemplo:
Oscilando
entre dos mil encantos,
aúllo con el grito, con un solo grito.
El que posee la mujer
perdida entre los escombros
de lo que fue y no es, pero aun late.
¡Maldita muerte viva!
Yo te alimenté, te hice crecer.
Eres un manojo de recuerdos
infectados, malheridos, torpes,
que yo te regalé.
Así te contagié el mal
que hechiza el empezar
a contar de nuevo,
el estrenar una vida nueva.
Pero vienes,
has venido a verme
sobre tu búho gris.
has callado,
y me has mostrado
el muérdago
que rodea tus caderas,
convirtiéndome en tu presa.
Sin vuelta atrás.
Me recuerda el poemario algo a la poesía romántica. Las atmósferas, los temas, la importancia de los sentimientos, las emociones, las pasiones; la sensación de que el poeta se siente desterrado. Me lo recuerda el que hay una especie de negación a la modernidad, al mundo prosaico que vivimos, despoblado de espiritualidad y sentimientos. Hay en los versos de Leticia Vera una profunda preocupación por la existencia humana, por el dolor y la muerte. Rompe con un pensamiento racional y surgen los versos viscerales, mostrándose tal y como es, sin tapujos. Dice de la exposición que es un reflejo de si misma.
Para el que quiera conocer algo más profundamente a esta autora les dejo el enlace con su blog y allí pueden ustedes investigar a su gusto.