“Yo me acuerdo cuando Dante me contó todo este tema de los ojos y cómo solamente por los ojos se puede adivinar a qué se dedican las personas – he escrito en mi última novela “Mi abuelo, el Premio Nobel” (Funambulista), recién aparecida estos días -.
Cuando mi abuelo fue al oculista, él me contó que le pusieron primero una lente cercana y luego otra lejana para observar bien una pantalla. Antes de nada hicieron que descansara su ojo, hicieron que el ojo se sentara, se arrodillara, casi se tumbara encima del agua de la pupila. Cuando ya estaba casi dormido el ojo de Dante lo despertaron poco a poco y le pidieron al ojo que se proyectara en la oscuridad sobre una letras grandes, una vocales enormes y blancas. El ojo de Dante Darnius – el escritor, el protagonista de mi novela -, miró la gran A en la la pared de la pantalla pero no la veía bien porque lo que veía era una casa, la casa de la A, el tejado de la A, cómo dentro de aquella casa de la A vivían personas que precisamente estaban charlando en ese momento, era poco antes de la cena y la madre iba y venía dentro de la casa de la A con sus platos humeantes, avisando a los hijos de que aquello se iba a enfriar y que se colocaran en las sillas.
Cuando tímidamente mi abuelo Dante – sigue contando su nieto en la novela – le fue explicando al oculista que él estaba viendo no sólo la A sino cuanto estaba pasando dentro de la casa de la A, incluso lo que estaba cenando aquella familia, el oculista le cambió la letra vocal en la pantalla por una consonante, le puso la B, una enorme B blanca en la oscuridad de la habitación.-
-Usted tiene un ojo normal – le dijo en la penumbra el oculista -, pero es un ojo creador, es una mirada creadora, una mirada única”. ( José Julio Perlado )
Los Ojos Creadores. Un recorrido por la mirada literaria . Por : José Julio Perlado.
Efectivamente los escritores tenemos un ojo creador, una mirada creadora, vemos imágenes que los otros no ven porque el resto de los mortales observa la corteza de las escenas, la epidermis de los cuerpos. Debajo de esa corteza y de esa epidermis vive, sin embargo, la ironía, el asombro, la imaginación, la fantasía. Lo que sucede es que esos resortes escondidos duermen siempre en cuevas transparentes y únicamente el ojo creador los consigue abrir y los despierta. Son llaves dentro de otras llaves que, al girar, nos llevan a la creación. Por eso, “en cuanto mi abuelo – se sigue leyendo en mi novela – vio la gran B en la pantalla y admiró su panza y sus redondeces, escuchó enseguida que de aquellas maderas orondas del violón de la B se estaban escapando graves sonidos en cuanto las cuerdas del ojo de Dante, al pasar, le estremecían. Pasó varias veces su ojo Dante Darnius lentamente por el hueco de la gran B y estuvo escuchando durante cierto tiempo los melodiosos y profundos lamentos de una corta pieza de Boccherini.
– Sí, lo que tiene usted es un ojo creador – se ratificó el oculista encendiendo la luz -, una mirada creadora”.
Todos los artistas del mundo, a veces sin ellos saberlo y sin casi darse cuenta, poseen esa mirada y esos ojos que, al abrirse a la realidad, convierten esa misma realidad en espejos, dibujos y figuras llamados surrealismo o expresionismo, hermanos de todos los ismos que se encadenan en la historia del arte, hermanos también de todas las sucesivas corrientes de la historia de la literatura. Cuando Proust pasea por los Campos Elíseos va dentro de su ojo normal su otro ojo creador y con él descubre los matices y pliegues de los celos entre las sombrillas blancas de las muchachas en flor. Cuando Kafka observa el recinto de su habitación ve con su ojo creador y de modo penetrante todas las presiones de las puertas que le están llevando por los largos pasillos hasta las escenas finales del Proceso o del Castillo.
Los ojos de los espectadores se detienen asombrados en las salas de los museos porque van allí a descubrir qué han descubierto los demás, cómo es posible, por ejemplo, que debajo de la ondulación del mar aparezcan doblados unos inmensos relojes blandos. Pero es que existen. Dalí, antes de que llegaran los turistas, se acercó al mar y vio perfectamente el ocaso de los relojes blandos que el sol iluminaba sobre el océano. No tuvo más remedio que pintarlos.
Es el ojo creador, la mirada única.
En esta reciente novela mía hablo, entre otras cosas, del ojo creador. Es la vida de este escritor, Dante Darnius, que ve e inventa historias asombrosas en su cabeza, las desarrolla a través de las palabras, pero esas palabras sólo las pronuncia, sin conseguir escribirlas nunca.
Le concederán, sin embargo, el Premio Nobel de Literatura – y lo recibirá solemnemente en Estocolmo – porque la Academia Sueca ha apreciado sin duda toda la potencia de su mente de creador, todo lo que ha imaginado constantemente.
Será el único Premio Nobel de Literatura que lo lleva todo en la cabeza, que no ha escrito nada en un papel.
Amando Carabias
junio 13th, 2011
Fantástisco texto, José Julio. Las miradas de los artistas son especiales, muy especiales.
catherine
junio 25th, 2011
Estupendo, un ojo creador que oye… Da ganas de seguir con las otras letras, C, D…. ya intento imaginarlo sin ser artista. Quizá tiene algo que ver (!) con la mirada de los niños, con su imaginación.