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Lugares con encanto. La capilla de la Concepción en Segovia. Por : Amando Carabias.

Como prometí en el artículo anterior, este mes me detengo en un pequeño rincón del entramado urbano que forman las plazas de Medina del Campo y de San Martín, situada en su parte superior al lado del nordeste: el auditorio del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, —Capilla de la Concepción— perteneciente a la Diputación Provincial, que inicialmente fue el Palacio de Enrique IV, luego Hospital de Viejos, después…

Quien acceda al interior de este rectángulo irregular, no excesivamente grande, quedará sorprendido por la belleza austera que desprende y que termina por adentrarse en el visitante, invitándole al silencio, pero no sobrecogido, como sucede al contemplar la grandiosidad de determinados lugares, sino más bien meditativo. ( Amando Carabias ).

 

Lugares con encanto. La capilla de la Concepción en Segovia. Por : Amando Carabias.

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La capilla de la Concepción es uno de esas pequeñas joyas que forman parte de la espléndida diadema con que a veces comparo Segovia. Una gema que normalmente queda relegada al olvido por causa de la brillantez deslumbrante, no solo de sus diamantes con más quilates, sino de otras piedras preciosas de altísimo valor. Muchos paseantes de nuestro vetusto casco, al cazcalear por su trazado medieval y renacentista, habrán pasado junto a sus muros pensando que caminan junto a uno de tantos caserones y palacios que engastan a su urdimbre las alhajas a las que me refería, en trabajo de orfebrería. En este preciso lugar, el deslumbre se produce de modo notable, pues casi de frente, el visitante, el turista, está siendo fascinado por la rotundidad y armonía de la iglesia románica de San Martín, a cuya colación pertenecía esta capilla. Sin embargo, repito, no es un mero y hermoso engarce que sirve para unir, sino que se trata de una pequeña circonita, que los ojos de un viajero avezado descubrirán a poco que se demoren en su fachada. Un lugar con historia y con muestras de arte suficientes como para plantearse seriamente una visita a su interior; en fin, una razón más para visitar el Museo Esteban Vicente, al que me he referido en alguna otra ocasión al reseñar alguna de sus exposiciones temporales.

Por suerte, cuantos estén interesados en profundizar, podrán hacerlo leyendo el riguroso y pormenorizado estudio convertido en libro de La Capilla de la Concepción del Antiguo Hospital de Viejos de Segovia editado por la Diputación Provincial de Segovia en 2012 del que son autoras Concepción Abad Castro y María Luisa Martín Ansón, profesoras titulares de Arte Antiguo y medieval de la Universidad Autónoma de Madrid con una amplia trayectoria docente e investigadora. La profesora Concepción Abad dedica sus tareas investigadoras fundamentalmente a la arquitectura altomedieval hispana —cristiana e islámica— y a las capillas funerarias. Su colega María Luisa Martín Ansón investiga en varias singularidades del amplio terreno de las artes suntuarias, entre ellas su relación con la liturgia medieval.

El libro consta de un prólogo debido a Susana Vilches Crespo, una introducción, y dos partes. En la primera se estudia la capilla propiamente dicha desde varias perspectivas: ubicación, descripción, análisis y su función como panteón. La segunda parte se centra en las figuras de quienes mandaron erigirla, don Pedro López de Medina y doña Catalina de Barros. Además la publicación tiene una triple y espléndida coda que despertará muchas mentes inquietas al estudio de los pormenores que aquí se tratan. Me refiero a las notas, al apéndice documental y a la bibliografía.

[Antes de avanzar, rescato unas palabras de la presentación del libro que me parecen fundamentales para explicar cómo en muchas ocasiones el trabajo silencioso y aparentemente inútil, da frutos décadas después. Me perdonará el lector esta digresión, pero a veces los afectos producen estas reacciones. Es mi deseo compartir, suscribiéndolo, el breve homenaje que Susana Vilches rinde a Concha Carretero, de la que tanto hemos aprendido y a la que —a las pruebas me remito— tanto se debe:

Parte de los documentos que las autoras han consultado, están depositados en el Archivo de la Diputación, en la sección de obras pías, documentos que llegaron a esta institución como consecuencia de haber heredado ésta las funciones que gestionaban otras entidades benéficas como hospitales y obras pías, haciéndose depositaria de su gobierno y administración y por tanto de sus bienes y rentas.

Gracias a Concha Carretero, archivera de la Diputación en los años cincuenta, esta documentación, trasladada pacientemente desde el archivo provincial hasta el palacio de la Diputación, no fue pasto de las llamas en el incendio ocurrido en 1977 y que se llevó por delante gran parte del archivo situado en el extinto Convento de Santa Cruz la Real.

La posterior catalogación de los mismos, la puesta a disposición de los investigadores con la edición del catalogo, así como la publicación de la trascripción de algunos de ellos en Estudios Segovianos, fueron etapas necesarias para su conservación y difusión. Así pues, la documentación perteneciente a obras pías, en concreto, la de la obra pía de López de Medina, no me es en absoluto ajena.]

Para introducir al lector en el espacio de la capilla, con el declarado fin de convertirlo en visitante, me guiaré del libro y, como acabo de hacer, por las palabras que en su presentación pronunció su prologuista, Susana Vilches, sin duda más adecuadas que las mías como ruta segura para llegar a buen puerto y que me ha cedido, como siempre, tan amablemente.

¿Me acompañan?

La descripción pormenorizada de la capilla, puede disfrutarse entre las páginas 20 y 29 del libro. Aquí dejo un leve bosquejo.

Exteriorcapillaactual

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El acceso desde el exterior se realizaba mediante un arco de medio punto, con finas molduras, inserto en una fachada de sillares de piedra, en cuya parte superior aparece el escudo de Segovia, colocado en una de las restauraciones. Por encima se abren tres vanos, de los cuales sólo es original el central, de forma adintelada y con decoraciones de bolas, encerradas en círculos contiguos. Mientras las dos laterales dibujan sendos arcos de medio punto moldurados. Todo ello sobre un muro esgrafiado. La iluminación de la nave se obtiene por esta ventana y por otra semicircular, situada en lo alto de muro sur. Así se consigue crear un ambiente propicio al recogimiento. El acceso al auditorio hoy se hace desde el interior del Museo, por su ángulo noroccidental, donde se edifica la capilla adosada al lienzo meridional de la torre preexistente, lo que explica la planta irregular de la nave, más ancha en este lado.

Interiormente la nave se cubre con una armadura de madera par y nudillo, con limas moamares. Unos pocos pasos después, se accede al presbiterio a través de un arco triunfal apuntado y moldurado, apeado sobre finas columnillas. Este arco se inscribe en un muro de mampostería que contrasta con el contiguo de la torre. El presbiterio, de planta cuadrada, se cubre con bóveda de terceletes con círculo central. Inserta nueve claves en la unión de sus nervios, que descansan en los cuatro ángulos en otras tantas ménsulas decoradas con motivos heráldicos. Una ventana ilumina el presbiterio desde el muro norte y presenta derrame tanto hacia el interior, como hacia el exterior. En este mismo muro se sitúa una puerta adintelada que comunicaba el presbiterio con un espacio contiguo que debía actuar como sacristía. Ya estaba en ese lugar cuando se abrió el arcosolio que acoge el bulto de Pedro López de Medina, que por ello no quedó completamente enfrentado al del su esposa.

Apenas abocetada la descripción del espacio, adentrémonos en su significado.

El primer párrafo de la introducción del libro nos da una pista fundamental de por qué la capilla ha llegado hasta nosotros en casi óptimas condiciones, a diferencia del resto de edificaciones del Palacio de Enrique IV: el continuo servicio prestado para diversos fines. Por mucho que el uso deteriore los edificios, más lo deteriora su abandono:

[…] Hasta comienzos del siglo XVI perteneció a los Reyes Católicos y, a la muerte de la reina Isabel, D. Fernando cedió el conjunto, que quedaría en posesión de Diego de Barros […]. Entre el s. XVI y el XIX, se dedicó a sede del Tribunal de la Inquisición, residencia familiar, hospital, juzgado o Escuela de Artes y Oficios. (Obra citada, Pág. 9)

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A partir de 1841, la Diputación Provincial se convierte en la propietaria de todo el conjunto. Desde entonces, ha tenido diferentes destinos: Biblioteca Provincial, dotada con los libros procedentes de los conventos suprimidos en la capital y provincia, sede del Museo donde se exhibieron, entre 1995 y 1997, las obras de arte pertenecientes al patrimonio provincial procedentes del Convento de Santa Cruz. En 1995 se iniciaron los trámites —en los que algún rastro de mi huella quedará— para conseguir la financiación procedente de fondos europeos que ayudaran a su rehabilitación y restauración. En abril de 1998 se inauguró esta restauración dirigida por el arquitecto provincial Juan Antonio Miranda, gracias a cuya sensibilidad se respetó la obra original, dejándola para nuestro deleite. En la actualidad, como queda dicho, es auditorio del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente.

Soy consciente de que he resumido casi quinientos años de historia en apenas dos párrafos, pero no puede ser de otro modo si quiero llegar a donde pretendo.

¿Por qué el matrimonio decide levantar precisamente una capilla? De nuevo las palabras de Susana Vilches, escritas para la presentación del libro y entresacadas de él nos iluminan. Poco se conoce de la vida de este matrimonio sin descendencia. López de Medina era mercader y caballero culto y rico; en varias ocasiones se hace mención al comercio de la lana, que alcanzó gran auge en Segovia debido al desarrollo de la industria pañera y a la situación geográfica privilegiada de Segovia en la red de comunicaciones de la época. De Catalina Barros tampoco se conocen muchos datos, excepto los que aporta su testamento en relación a sus lazos familiares.

El documento referido de 1518 refleja la voluntad del fundador de donar las casas en que vive para ser hospital de pobres y expresa su deseo de levantar una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Concepción. Sólo unos días después otorga testamento donde manifiesta querer ser «sepultado en la casa donde vive y tiene dada para un hospital, nombrado y dotado a la Concepción de Nuestra Señora la Virgen Maria, en la capilla que está señalada en la dicha dotación»; e insiste: «si dios fuese servido de me llevar, que en otra parte no sea sepultado, aunque no esté cobijada la dicha capilla». Entre el fallecimiento de ambos cónyuges apenas dista un año. Cuando Catalina de Barros otorga testamento, la capilla ya estaba levantada. Ella expresa su deseo emocionado de ser enterrada en la iglesia «que está dentro de mi casa que es la que dotó el dicho Pedro López mi señor, que haya gloria, en la bóveda dentro de la capilla, a par del dicho mi señor, a la mano izquierda». El codicilo, redactado unos días después, la dota de los elementos litúrgicos imprescindibles para su buen funcionamiento, mientras que el de Leonor de Castro, su madre, arroja otro dato importante dentro de la historia del edificio: el nombre de la persona que se encargó de la obra, Gonzalo de Herrera, yerno de Leonor de Castro y cuñado de Catalina.

Así pues, desde su incio esta capilla —que lo será del Hospital de Viejos— tiene un marcado carácter funerario. Más aún, tal y como se muestra en el apartado correspondiente del libro, además de ser enterrados en su espacio don Pedro y doña Catalina, lo son otros dos miembros más de su linaje.

Techumbre capilla

Techumbre capilla

Sin embargo, y aunque el visitante desconozca cuanto antecede, al entrar en la capilla, de inmediato percibe tal destino. (Por mucho que hoy su espacio esté destinado a auditorio del Museo de Arte Contemporáneo, la atmósfera sigue preñada de un aire de capilla). No se olvide la época, no se olvide la importancia de la muerte en el imaginario colectivo: su paso es seguro, sí, pero para la mentalidad cristiana, sólo es tránsito imprescindible hacia la gloria. El espacio, abarcable casi en su totalidad de un vistazo, pronto muestra a la mirada los dos túmulos ubicados bajo sendos arcos.

En el lado del evangelio, la de don Pedro, y en el de la epístola el de doña Catalina. En mitad del suelo de la capilla una enorme lápida que advierte que allí yacen los restos de Antonio Herrera —sobrino de ella— y su esposa Filipa de Riofrío. Cuando las autoras del libro, María Luisa Martín Ansón y Concepción Abad Castro, analizan el emplazamiento de ambas esculturas (“bultos” siendo preciso), exponen una teoría plausible y seductora, además de explicar o ahondar aún más en el carácter funerario de la capilla:

Si observamos cómo es y de qué manera se asienta la lápida de Antonio de Herrera vemos que se trata de una pieza excesivamente grande y está encastrada entre sillares de piedra, algo totalmente innecesario para un enterramiento de este tipo y que, por el contrario, resultarían imprescindibles para sustentar unos bultos de mayor peso y proporción. ¿Acaso estuvieron en este lugar, aunque fuera sólo provisionalmente, los de Pedro y Catalina?

De hecho, teniendo en cuenta las medidas de ambas figuras, cabrían perfectamente en este lugar. Y, en este caso, además, tomando como referencia la posición del paje y la doncella que les acompañan, quedarían él a la derecha y ella a la izquierda, como deseaba Catalina, seguramente sobre un basamento no muy alto, que pudo reaprovecharse en parte en el nuevo emplazamiento. Recordemos que en idéntica posición están los bultos de la capilla de los Herrera en la iglesia próxima de San Martín, pertenecientes al linaje de Catalina de Barros.

El único elemento extraño en esta posible ubicación es que, como hemos comentado, las dos figuras ladean ligeramente la cabeza y ésta es una circunstancia poco habitual cuando el grupo funerario es exento y puede, por tanto, rodearse. Acaso sólo se depositaron en este lugar de forma temporal. No obstante, es evidente que nos movemos en el campo de las hipótesis y, en este sentido, tampoco puede descartarse la posibilidad de que fueran talladas para ir adosadas a la pared, pero a una altura menor. (Obra citada. Págs. 35-36).

Me imagino el resultado: en el espacio central de la nave, frente al altar, casi como si asistiesen a los actos litúrgicos que allí se celebran, como si durmieran uno junto a otro…

Pero a pesar del rigor, profundidad y exactitud de las autoras en este libro, sólo la presencia en el interior de estos muros, puede transmitir estas sensaciones, que incluso reverberan en actos públicos, como los que allí se realizan con cierta asiduidad. Algo que en el visitante atento le deja un no sé qué que queda balbuciendo, que diría el santo poeta…

Decía en el artículo precedente que este lugar podría condensar cuanto representaba la Plaza de Medina del Campo respecto de la economía, la historia, el arte, la fe… Pues bien, aquí estamos en una pequeña capilla funeraria con destellos de que ocupan los restos de un matrimonio de ricos mercaderes cuya fortuna nace al amparo del negocio textil.

Esta segunda entrega, es quizá excesiva y aún así, el autor tiene el pálpito de que queda acaso lo más importante, intentar desentrañar las razones por las que Pedro López de Medina y Catalina de Barros no sólo fundan un establecimiento de caridad, sino que además crean una capilla de carácter funerario en una zona tan próxima a iglesias y conventos.

De la segunda parte de este libro que seguiemos, La Capilla de la Concepción del Antiguo Hospital de Viejos de Segovia, podrían deducirse algunas hipótesis. Pero no será ahora cuando me adentre en ellas. Quizá en otro artículo, quizá de algún otro modo intente explorar sobre el asunto.

Queden de momento, mientras abandonamos el recinto de la capilla, en el aire como flotando, los versos del poeta palentino: Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando (…).

* Actualización* Nuestro redactor, es tan amable, que nos envía fotos del lugar reseñado. Con esto completamos el articulo y pedimos excusas a nuestros lectores/as por el primer error en las fotos. Error del que la única culpable es la directora de la Revista. También pido disculpas por tanto cambio de última hora.

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  • Marina Filgueira García

    septiembre 17th, 2013

    Amando, con todo lo expuesto con tus preciosas letras en este largo texto: Y las hermosas fotografías, He ido dando un bonito paseo por ese lugar de encanto.

    Gracias.

  • Flamenco Rojo

    septiembre 18th, 2013

    Te ruego me contestes por email, a mi correo, si la Susana Vilches que refieres en este magnífico árticulo, es mi amiga Susana, la que yo conozco y que es compañera de vos?

    Abrazos.

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