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Lugares con historia . El Pinarillo: cementerio judío de Segovia. Por : Amando Carabias.

Lugares con historia . El Pinarillo: cementerio judío de Segovia. Por : Amando CarabiasExiste un paraje natural en Segovia que me atrae especialmente. Es un lugar que la mayoría de turistas y viajeros han contemplado o incluso han pasado bajo él, probablemente dándole la espalda pues desde allí la visión de la ciudad es, más que recomendable, necesaria. Para muchos niños y jóvenes segovianos este espacio fue parte de juegos, travesuras, algunas fechorías, primeros escarceos eróticos y, también, desgraciadamente, lugar adecuado para el consumo de drogas y alcohol, especialmente durante los años ochenta. Pero quizá pocos foráneos conozcan algo de su historia que, dados los tiempos que corren, convendría refrescar, aunque sea someramente.

Hablo de El Pinarillo, una colina a las afueras de la ciudad (aunque muy próximo a ella) que se eleva sobre la denominada Cuesta de los Hoyos y que durante más de dos siglos fue cementerio judío. Se enclava este otero hacia el poniente, sobre el valle que forma el río Clamores y abarca, más o menos, el espacio comprendido entre la Puerta de San Andrés y la Casa del Sol, que viene a ser el territorio de la ciudad destinado a la aljama hebrea. El nombre de la pendiente subida que une la alameda de La Fuencisla con la urbe, Cuesta de los Hoyos, hace referencia a las oquedades que las tumbas judías dejaron a la vista de todos. Al no existir lápidas funerarias sobre los hipogeos, es imposible precisar el momento en el que se comenzó a usar este espacio como necrópolis, y, por tanto, no se puede datar el momento en que la comunidad hebrea empezó a habitar estas tierras. Se tienen datos fehacientes de la existencia de una próspera y dinámica judería a partir de 1215, aunque algunos historiadores dan como probable el final del siglo XI.  (Amando Carabias ).

Lugares con historia . El Pinarillo: cementerio judío de Segovia. Por : Amando Carabias.

El trazado urbano actual dificulta la comprensión de lo que pudo ser la judería segoviana, puesto que, después de haber derruido la vieja seo románica durante la Guerra de las Comunidades, Carlos I ordenó elevar la catedral en la parte alta de la ciudad, zona que perteneció a la aljama. Pero aún así, restan evidencias de su prosperidad y pujanza, y la conservación de El Pinarillo no es la más pequeña de ellas.

El nombre de Pinarillo se debe a que sus laderas, desde el siglo XIX, están ocupadas por hermosos ejemplares de pinos, cuyas semillas fueron traídas por la Sociedad de Amigos del País desde Chañe, pueblo de Segovia, muy próximo a Cuéllar, donde abundan los pinares que en tiempos fueron la base de su economía gracias a la extracción de resina. Por tanto, lo que hoy podemos contemplar es muy diferente de lo que vieron los judíos segovianos que, al mirar hacia el oeste desde la cresta del lienzo de la muralla, no veían un monte pelado y árido, sino su cementerio, el sagrado lugar donde reposaban los restos de sus antepasados; es decir, un espacio para la emoción y el recuerdo, un lugar que les ataría con más fuerza que cualquier otra cosa a su tierra castellana. En consecuencia, puede afirmarse que el Pinarillo forma parte, y no circunstancial, de la judería segoviana.

Desde ese mismo punto, para un visitante quizá no sea fácil imaginar cómo los hebreos trasladaban sus muertos sin interrumpir la cotidianidad del resto de habitantes de la ciudad. Existe un itinerario que, sin cruzar por terreno cristiano, conducía a su cementerio. A la salida de la puerta de la muralla de San Andrés, desciende un camino que cruza el valle de El Clamores transitando el puente de La Estrella y desemboca a los pies de este montecillo. Nada más cruzar este puente (del que hoy apenas quedan unos vestigios), se llega a la necrópolis de los segovianos judíos.

Según los estudiosos, la existencia de hipogeos demuestra la antigüedad de la aljama segoviana y, de algún modo, también prueba la coexistencia pacífica que presidió las relaciones de las tres culturas, ya que, de lo contrario, hubiera sido imposible mantener estos enterramientos ajenos a saqueos o ultrajes, pues carecían de cualquier defensa o protección. Yendo un poco más allá en la argumentación, la sola existencia de una necrópolis en territorio aislado y desprotegido de la judería es prueba del respeto que, como mínimo, existía entre judíos y cristianos. Si bien es muy sabido que esta convivencia fue derivando hacia la intolerancia, cuyos puntos álgidos fueron los decretos de los Reyes Católicos de confinamiento (1480) y el posterior de expulsión (1492), hubo hechos acaecidos en otras juderías de España que en ésta no tuvieron eco, como los terribles de 1391, cuyo origen se sitúa en Sevilla, el seis junio de aquel año.

Según se afirma en diversos estudios, El Pinarillo es una de las pocas necrópolis judías en Europa que, habiendo sido ubicada en las afueras de la aljama y extramuros de la ciudad, aún puede ser visitada o contemplada, a pesar de que durante tantos siglos este otero se dedicó al pastoreo e incluso al esparcimiento —no siempre pacífico— de jóvenes y no tan jóvenes.

Siguiendo el lado oeste de la muralla de Segovia, desde el Alcázar hasta la puerta de San Andrés, hay una vista espléndida de este montecillo. Nuestros ojos del siglo XXI admiran lo enhiesto de los pinos cuya copa casi esférica se eleva en perenne verdor oscuro y parecen hitos que marcan la frontera con el páramo seco, con las tierras de aspecto árido, casi desértico. Así lo sintió la poeta cuellarana Alfonsa de la Torre en estos versos que el visitante puede leer en uno las cartelas informativos que ayudan a entender lo que percibe la mirada:

“Cómo llora el Pinarillo, / en la noche su abandono, / bajo las copas quiméricas /de sus cambiantes verdosos. // Las judías sefarditas / que duermen junto a sus troncos, / dejan a la media noche / los sepulcros silenciosos”.

Si anduviésemos hasta El Pinarillo y nos adentrásemos en sus veredas y trochas, comprobaríamos que este pequeño pinar es un espacio que sirve, entre otras cosas, para contemplar algunas de las más hermosas estampas de la ciudad. Si uno se coloca en la zona de la necrópolis, la Catedral se yergue en veloz vuelo vertical y casi dorado hacia lo alto, y, a su derecha, los arcos de herradura de la Sinagoga Mayor (hoy iglesia del Corpus Christi) nos recuerdan que los restos de los hijos de Abraham enterrados un día en este cerro, se orientaban con los pies hacia su querida Segovia, hacia esa aljama donde habían nacido, crecido, jugado, amado, rezado y sufrido, el lugar donde su estirpe se había prolongado, el lugar donde habían muerto. Es decir, nada sustancialmente distinto de lo que sintió o hizo el resto de la población segoviana ya fuesen cristianos o musulmanes.

Y uno, aunque no sea objeto de estas líneas, se pregunta sobre las verdaderas razones, las últimas, las ocultas que llevaron el dolor a tantas familias de segovianos. No a los poderosos o ricos que, en buena parte, optaron por permanecer ahilados al poder, sin separarse de sus riquezas y posesiones materiales, para lo que optaron por una conversión más o menos sincera, sino la de tantos cientos de humildes hebreos (de nuevo el bíblico y sufriente resto de Israel) que, haciendo el mismo camino de sus cortejos fúnebres, abandonaron la ciudad por el puente de la Estrella, camino de Portugal por Arévalo, hacia un destierro que soñaron breve, pero del que nunca regresaron.

Hace unos años el Ayuntamiento de Segovia, cuya ciudad forma parte de la red de caminos de Sefarad y de la red de Juderías de España, acometió un plan que incluía, además de la construcción del sencillo mirador referido, diversas acciones para adecentar, señalar, explicar y proteger los hipogeos y las tumbas antropomorfas de la necrópolis. Así se amplía la posibilidad de una visión más completa y global de la judería que en demasiados casos, pasa desapercibida, apenas una pincelada, siendo tan importante, no sólo para esta ciudad, sino para el propio reino, pues, al fin y al cabo, judío segoviano fue Abraham Senior, bautizado en 1492 como Fernando Pérez Coronel, quien administró en calidad de almojarife mayor de Castilla, la hacienda de su católica majestad.

 

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  • Flamenco Rojo

    abril 17th, 2012

    Habilidad para hacer interesante un artículo aunque sea hablando de un cementerio.

    Un abrazo.

  • catherine

    abril 18th, 2012

    Lo sabes, Amando, el nombre del río me hizo pensar en los clamores de los judíos al dejar su ciudad, y quizá ya al enterrar sus seres queridos.
    El recuerdo de la judería lo pudi encontrar en la visita con una guía apasionante en una visita de dos horas.
    La lectura de tu artículo es un testimonio de la riqueza de la mezcla de las culturas.

  • Marina

    abril 20th, 2012

    Caramba, debe ser precioso el lugar !Y cuanta historia guarda!.
    Leyéndote -parece que lo veo muy de cerca.
    Gracias Amando, por llevarnos de tu mano a pasear por tan bello e histórico paraje.

    Un besito.

  • Pilar

    abril 29th, 2012

    No sabía de su existencia y desde luego me parece un lugar para visitar. Buena decisión la del Ayuntamiento de conservarlo, pues da pena ver como van desapareciendo algunos testimonios del pasado.

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