Podría decirse que la vida de Mariano José de Larra transcurre durante lo que se considera un ciclo completo del liberalismo español pues nace en plena Guerra de la Independencia y muere a las siete de la tarde del 13 de frebrero de 1837, año en el que se aprueba una nueva Constitución que no llegará a entrar en vigor y que se conoce, por tanto, como la neonata. El cúmulo de frutraciones que ha vivido el escritor el año anterior culmina con la definitiva ruptura con Dolores Armijo, que le visita esa misma tarde, pero que en lugar de reconciliarse recoje sus cartas y le dá el adios definitivo. Muchos críticos la han culpado del suicidio de Larra pero quizás tan sólo era el último resquicio de esperanza que le quedaba al escritor y tras su pérdida decide unirse a Wherter cumpliendo un ritual plenamente romántico.
(Virginia Seguí)
Mariano José de Larra. Un romántico vital. Por : Virginia Seguí.
27 años tenía Mariano José de Larra cuando se quitó la vida de un disparo en la cabeza; nos preguntamos ¿qué habría sido del considerado mayor exponente de la literatura romántica española si no se hubiera suicidado el 13 de febrero de 1837? En primer lugar, lo más posible, es que hoy día no fuera considerado el paradigma del escritor romántico cuestión precisamente que este hecho le confiere. En segundo lugar podríamos jugar con la posibilidad de que el hecho de tener una vida más larga le hubiera llevado a superar literariamente este movimiento habiéndose convertido en uno de los mayores exponente del movimiento realista; ya que aunque Larra, siguiendo la moda de la época, se ajustó al canon romántico básicamente en sus obras teatrales o novelísticas, no sucede lo mismo con sus artículos periodísticos y sus críticas literarias y/o teatrales; escritos en los que, sin duda supera el movimiento además de criticarlo; siendo, precisamente estas obras las que le han encumbrado hasta el privilegiado lugar que ocupa en la literatura española.
Cualquier lector que haya frecuentado sus obras habrá podido comprobar lo anterior; además de constatar su madurez y fecundidad creativa pese a que murió muy joven; edad en la que, por otro lado, es poco frecuente encontrar escritores con el éxito de público y nivel económico al que había llegado Larra.
Se trata de un personaje controvertido y de difícil personalidad; cuestiones patentes en sus escritos que, con frecuencia, son un fiel reflejo de sus obsesiones y experiencias personales.
Hay que destacar que, en lo personal, ninguna faceta de su vida debió ser fácil lo que unido a un carácter que hoy día, posiblemente, sería calificado de depresivo le llevó a un trágico final.
Nació el 24 de marzo de 1809 en plena Guerra de la Independencia, hijo de Mariano de Larra y Langelot, médico afrancesado que trabajaba para el ejército francés, tuvo que abandonar España siguiendo a las tropas napoleónicas cuando Mariano José apenas tenía cuatro años, encontrándose en Burdeos en 1813. Esta cuestión ha suscitado cierta polémica entre los expertos que se debaten entre situarlo estudiando unos años en un internado en esta ciudad mientras su familia se habría instalado en París o situarlo estudiando en algún internado parisino. Inicialmente su padre siguió trabajando para el ejército francés en la capital francesa; pero tras la debacle napoleónica tuvo que ejercer como médico particular. A partir de 1818 cuando Fernando VII decretó la amnistía para los exilados, éstos comenzaron a regresar a España y el padre de Larra aprovechando que fue nombrado médico de cámara del infante Francisco de Paula, hermano de Fernando VII, aprovechó para regresar también junto a su familia.
En general los expertos en Larra consideran que la condición de afrancesado de su padre, sobre todo inicialmente, fue algo negativo para su aclimatación en España; pues en aquellos momentos, con el enfrentamiento tan reciente las pasiones estaban exacerbadas y: “en la fobia antifrancesa, como menciona Carlos Seco Serrano en su estudio sobre el escritor, coincidían tirios y Troyanos […] la tacha de afrancesados era un pecado capital en la España recién liberada”.
Por otro lado cuando Mariano José llegó a Burdeos con apenas cuatro años y hablando un español propio de su edad debió aprender un nuevo idioma con un sistema educativo alejado de los métodos españoles, circunstancia que marcó al escritor y condicionó su aprendizaje aunque, sin duda, para bien. Pero indudablemente no dejó de ser un hándicap para él. Cuando con nueve años, en 1818, regresó nuevamente a España tuvo que retomar su idioma natal, prácticamente, desde cero; sin embargo, todas estas dificultades fueron superadas por el futuro escritor que poseía una mente privilegiada que le permitió realizarlo con facilidad para llegar a convertirse en uno de los escritores españoles más lúcidos.
Estudió con los escolapios en las Escuelas Pías de Madrid y estuvo interno en un colegio de Corella cuando su padre tuvo que abandonar la capital durante el trienio liberal (1822-1824), nuevamente en Madrid estudió en el Colegio Imperial y en los Reales Estudios de San Isidro; con los jesuitas aprendió matemáticas y lenguas griega, italiana e inglesa. Posteriormente estudió leyes en la Universidad de Valladolid y, según algunos, medicina en la de Valencia; no finalizará ningún estudio académico, sino que regresará a Madrid donde frecuentará las tertulias literarias e iniciará su vida como escritor de lo que pronto hará su profesión
En cuanto a su vida personal fue también azarosa; Carmen de Burgos relata en su estudio sobre Larra que durante su estancia en Valladolid, siendo aún un adolescente, se enamoró perdidamente de una bella mujer que le doblaba la edad y que, al parecer, no le prestaba demasiada atención; esto posiblemente fuera un acicate más para el escritor; pero… finalmente la mujer en cuestión resultó ser la amante de su padre lo que, sin duda, fue un duro golpe para Larra que, además, enfrío y dificultó sus relaciones con su padre. Con apenas veinte años contrajo matrimonio con Pepita Wetoret y Velasco, con la que tuvo tres hijos; pero con la que no encontró la felicidad. Sus relaciones debieron ir enfriándose de modo que Larra buscó el amor fuera del matrimonio. Se sabe estuvo interesado por Judith Grissi, cantante de ópera, que realizó algunas actuaciones en Madrid; aunque la mujer de su vida, para bien y para mal, fue Dolores Armijo; mujer de gran belleza aunque casada con José Cambronero; circunstancia que complicó su relación que duró desde 1832 hasta la muerte de Larra. Algunos autores relacionan el suicidio del escritor con su ruptura definitiva. Lo que sí está claro es que fue tras el conocimiento de su relación por Pepita Wetoret cuando se produjo la separación definitiva del matrimonio. En una palabra, contra lo que pudiera parecer, los amores no se le dieron demasiado bien a Fígaro.
La esposa de Larra:Pepita Wetoret (2 primera imágenes) y sus dos hijas: Baldomera y Elena
Otra cuestión complicada en la vida del escritor es la política; no nos cabe duda de su talante liberal; sus escritos y su actuación personal son una muestra inequívoca de ello; inicialmente Larra no acaba de armonizar bien sus pensamientos con sus intereses políticos. Sabemos que en su juventud estuvo vinculado con sectores reaccionarios, ya que las cuestiones políticas son complicadas; en principio hay que pensar que su familia es afrancesada; y esta cuestión en la época podríamos decir que está vinculada a posiciones absolutistas; pero realmente muchos de los españoles que apoyaron a los franceses, lo que apoyaban realmente era la Ilustración, su intención era que el pensamiento ilustrado y el dominio de las luces y la razón entraran en España cambiando el pensamiento de los españoles del momento.
La Guerra de la Independencia había sido contra los franceses pero a su frente estaba Napoleón con sus ideas de propagación de las ideas de la revolución; pero los franceses que apoyan a Fernando VII no son los mismos, los Cien Mil Hijos de San Luis que vuelven a invadir España para acabar con el poder de los liberales; son tan absolutistas como el monarca que gobierna el país entonces; Fernando VII conocido como el deseado se había convertido en el indesable. Estas contradicciones son frecuentes y difíciles de armonizar. Sabemos que en 1826, Larra, deja sus estudios y entra a trabajar como escribiente en la Junta Reservada de Estado, organismo que coordinaba la represión contra las sociedades secretas liberales y que en 1827 entra empleado en la Inspección de los Voluntarios Realistas, es decir, en la comandancia del cuerpo paramilitar creado en 1823, y que estaba al mando del general José María Carvajal; cuerpo, por otro lado partidario del absolutismo más intransigente. Trabajos a los que debió tener acceso por alguna influencia y que le permitirían cierta independencia.
Hasta 1836 Larra no se involucra personalmente en política aunque sus escritos dejan clara su posición liberal. Tuvo grandes expectativas cuando los liberales obtuvieron el poder, pero las reformas que llevaron a cabo, sobre todo la desamortización de Mendizabal acabaron decepcionándole pues los resultados no fueron los esperados y según él, efectivamente se había quitado a la Iglesia las propiedades pero éstas no habían pasado al pueblo, sino a la clase aristocrática dominante, por lo que el cambio había tenido poca repercusión en las bases sociales. Hasta entonces se había limitado a criticar todo lo criticable a través de sus escritos pero ese año decidió intervenir activamente en política, y la cosa no salió precisamente bien. Además su posición política cambió de significado ya que se paso a los moderados liderados por Istúriz con el que se presentó a diputado por la circunscripción de Ávila; lo que fue considerado como una traición por Mendizabal y los liberales progresistas. Fue elegido diputado pero nunca llegó a ejercer como tal; ya que tras el Motín de la Granja, que restauraba precisamente el espíritu liberal de la Constitución de 1812, las elecciones quedaron anuladas. Un fracaso para Larra que tuvo como añadido sufrir las iras de sus anteriores correligionarios liberales que, como ya hemos dicho, le consideraron un traidor. Algunos autores mencionan que además del interés político a Larra le movía también el interés amoroso; puesto que Dolores Armijo vivía en Ávila donde estaba destinado su esposo. En cualquier caso, fuera cuál fuera su intención, la cuestión es que quedó frustrada.
Respecto a su obra como escritor hay que decir que sus inicios fueron tempranos pues en 1827 tradujo la Iliada del francés, compuso una Gramática castellana y escribió una Geografía de España versificada. Su primera incursión periodística fue con la fundación del Duende Satírico revista que fundó con apenas diecinueve años, recayendo sobre su pluma la totalidad de los escritos que en la revista se publicaron; aunque no tiene ningún sonrojo en declarar que algunos de artículos que en ella pueden parecen pueden ser copias o reelaboraciones de otros siempre y cuando éstos sean de interés para los lectores. En un principio, para sobrevivir, como muchos otros escritores de la época Larra se dedicaba a la traducción. Sus incursiones en la poesía son escasas y con poca vinculación al movimiento romántico; son poemas de cierto aparato o de espíritu crítico; como la oda A la exposición primera de las Artes españolas; o los sonetos: A una ramera que tomaba abortivos, A un mal artista que se atrevió a hacer el busto de doña Mariquita Zavala de Ortiz después de su fallecimiento; además de algunas anacreónticas, algunas letrillas y algunas octavas. Todas ellas poco estudiadas por la crítica que las considera lo menos interesante de su obra, según Escobar busca la trascendencia y la utilidad. Romeau sólo habla de poesía intimista en las fechadas después de 1830: “[…] En 1830, Larra a renoncé, explicitement, à la poésie. Il devient dramaturge, romancier, journalista. S’il écrit encore des vers, ce ne sont de ves vers de circonstance ou des messages intimes.”
En cuanto a su producción dramática podría decirse que tiene dos facetas, la de traductor, sobre todo del francés, oficio que no estimaba y que criticaba abiertamente en sus artículos; pero al que tenía que recurrir como sostén económico, al igual que otros muchos escritores de la época. Victor Ducange fue uno de los autores franceses a los que tradujo, una de sus traducciones más conocidas es Roberto Dilon. El católico de Irlanda. También traduce una comedia en cinco actos de Casimiro Delavigne titulada Don Juan de Austria o la vocación; de Scribe traduce El arte de conspirar, Partir a tiempo, Tu amor o la muerte, La madrina y Siempre.
La primera de sus obras originales es No más mostrador, por la que Larra fue acusado de plagio o incluso de ser una simple traducción de y/o adaptación de Les adieux au comptoir de Scribe; Sobre esta cuestión Larra no tiene problema en hablar del tema y reconocer el hecho según puede leerse en su artículo Vindicación publicado en mayo de 1834 en la Revista Española: “Deseando probar mis fuerzas en el arte dramático hace algunos años, y a la sazón que buscaba asunto para una comedia, cayó en mis manos aquel vaudeville en un acto corto de Scribe. Presumiendo, por mis limitados conocimientos que no podría ser de ningún efecto en los teatros de Madrid, apodéreme de la idea, y haciéndola mía por derecho de conquista, escribí el <No más mostrado>r en cinco actos largos; hice más: habiendo encontrado en Scribe dos o tres escenas que desconfíe de escribir mejor, las aproveché, llevado también de la poca importancia que en mis cuadros iba a tener. Yo no se si esto se puede hacer; lo que sé es que yo lo he hecho. Diose la comedia en cinco actos, traducida literalmente según el Amigo de la Verdad, de la de la comedia en un acto, y tuvo la buena suerte de agradar“
Su drama histórico El Conde Fernán González y la exención de Castilla se basa en La más hidalga hermosura de Francisco de Rojas. En este género su obra más importante es su drama Macías, con el que tuvo problemas para pasar la censura ya que al parecer trataba asuntos que podrían atentar contra la moral de la época; siendo incluida como obra prohibida por la Iglesia en su Índice. Larra se inspira para su Macías en Nobleza de Andalucía de Argote de Molina; tema empleado anteriormente por Lope de Vega y por Bances Candamo. Larra escribió que no consideraba su obra un drama romántico, escribió sobre ella el prólogo considerándolo incalificable, por no ser comedia antigua española, ni neoclásica y menos de costumbres. Indica que pinta a su Macias como él imaginó que era o podía ser, desarrollando sus sentimientos para expresar su loca pasión insatisfecha. En su drama Larra adopta un esquema típicamente neoclásico al que dota de un marco geográfico y unos personajes plenamente románticos.
El Doncel de Don Enrique el Doliente es su incursión en el género novelístico y, posiblemente, hoy día de no estar firmada por él yacería en el olvido al igual que otras novelas históricas románticas; la valoración de la crítica no ha sido buena, se la inscribe dentro de las influencias por las obras de Scott, y Larra vuelve en ella al tema del Macías, describiendo el apasionado de un trovador por Doña Elvira dama de la corte de D. Enrique III.
La crítica coincide en que lo mejor de su obra son sus artículos periodísticos y sus críticas literarias y/o teatrales, en ellas es donde el autor da lo mejor de sí mismo y donde queda patente su dominio del género. Los artículos, para su estudio, suelen dividirse en tres grandes grupos según su temática básica; en artículos políticos, literarios e intimistas. Aunque en todos ellos podemos pueden encontrarse aspectos y matices del conjunto de categorías; ya que la dialéctica del escritor era, aún ciñéndose a un tema principal, ir añadiendo al hilo de su relato o disertación aspectos colaterales relacionados con todo tipo de cuestiones relativas a la política, la educación, la vida diaria, las costumbres, etc.. y/o a su vida privada en particular.
Ya hemos indicado que a los diecinueve años dirigió y escribió una publicación El Duende Satírico de día, de la que sólo salieron cinco números entre febrero y octubre de 1828; contenían los siguientes artículos: El duende y el librero, Una comedia moderna: Treinta años, o la vida de un jugador, El café, Correspondencia de El Duende, Corridas de toros, Un periódico del día o el Correo Literario y Mercantil, Misceláneas críticas, Variedades y Donde las dan las toman. De todos ellos destaca El Café, en el que Larra demuestra ya una madurez literaria impropia de su juventud.
La siguiente experiencia periodística es otra revista propia que publica bajo el título El Pobrecito Hablador y que subtitula Revista satírica de costumbres; en ella el propio escritor indicaba: “[…]no tratamos de redactar un periódico: 1º porque no nos creemos ni con facultad, ni con ciencia para tan vasta empresa: 2º porque no gustamos de adoptar sujeciones y mucho menos de imponérnoslas nosotros mismos. Emitir nuestras ideas tales cuales se nos ocurran, ó las de otros, tales cuales las encontremos para divertir al público, en folletos sueltos de poco volumen y de menos precio, este es nuestro objeto […]”. Su primer artículo se titula ¿Quién es el Público y dónde se encuentra? y se indica que se trata de un artículo mutilado, ó sea refundido de Hermite de la Chaussés d’Antin que no es otro que el escritor francés Jouy una de las fuentes literarias de Larra al igual que el inglés Addison ambos famosos costumbristas románticos. Se publica entre el 17 de agosto de 1932 y febrero de 1833, incluye los siguientes artículos: El casarse pronto y mal, El castellano viejo, Vuelva usted mañana, Sátira contra la Corte, ¿No se lee porqué no se escribe, no se escribe porqué no se lee?, Empeños y desempeños, ¿Qué cosa es por acá el autor de una comedia?, Sátira contra los malos versos de circunstancias, El derecho de propiedad, Carta a Andrés por el mismo Bachiller, Manía de Citas y de Epígrafes, Robos decentes, Hansenos comunicado las siguientes cartas, Teatros, Carta de Andres Niporesas al Bachiller, El mundo todo es máscaras, Todo el año es carnaval, Carta última de Andrés Niporesas al Bachiller, Carta Última, Escribela para el público Andrés Niporesas su corresponsal. Entre ellos se encuentran algunos de los más famosos.
Escribirá además en otros periódicos como colaborador y/o redactor, entre los que destacan La Revista Española, El Correo de las Damas, El Observador, El Mensajero de las Cortes, El Español, El Mundo, El Redactor General, La España Moderna, etc. En ellos publicará sus artículos; algunos sin firma y otros firmados con su nombre o con su pseudónimo: Fígaro. Por ello es imposible conocer el número concreto de artículos que publicó ya que algunos yacen en las hemerotecas sin que nadie pueda asegurar son suyos.
Entre los más famosos podemos citar: Mi nombre y mis propósitos (explica el porqué de su pseudónimo), Ya soy redactor, Nadie pase sin hablar al portero, Ventajas de las cosas a medio hacer, Un periódico nuevo, El hombre Globo, La alabanza o que me prohíban este, Una primera representación, La diligencia, Yo quiero ser cómico, En este país, La vida de Madrid, Un reo de muerte, La diligencia, El Álbum, Los calaveras, La educación de entonces, De la sátira y los sátiros, La redacción de un periódico, Modos de vivir que no dan de vivir, Los barateros o El desafío y la pena de muerte, El día de difuntos, La Nochebuena de 1836 y algunas de sus mejores críticas teatrales y operísticas como Antony, Margarita de Borgoña, La honra de una mujer, Los amantes de Teruel, Todo por mi padre, etc.
La consideración o no de Larra como escritor romántico es una cuestión problemática pues tal y cómo hemos dicho tras la lectura de sus escritos periodísticos la cuestión no está clara; podríamos decir que puede considerársele romántico entre comillas, por decirlo de alguna manera; y que su adscripción o no al movimiento sería más vital que literaria. No cabe duda que su vida fue una vida romántica y sería difícil que fuera de otra manera dadas la dificultades de autoexcluirse del movimiento artístico en el que te encuentras inmerso por cuestiones de nacimiento y, sobre todo, cuando su filosofía triunfa y domina el panorama internacional afectando tanto a aspectos vitales como artísticos; y que en este caso desde luego trasciende lo artístico afectando al modo de vivir y podríamos decir que sobre todo en el de morir. Por otro lado que intentará triunfar como autor romántico también es algo natural, habría que esperar algunos años para que otros estilos de literatura tuvieran buena acogida. Pero lo cierto es que sus dramas históricos y poesías han envejecido mal y han quedado bastante trasnochados; dicho de otra forma: no han conseguido sobrevivirle al contrario de lo que sucede con su actividad periodística que es la que ha dado relevancia como escritor; pero que difícilmente podemos adscribir al romanticismo. Son además los que mejor representan su pensamiento y actitudes; en ellos le vemos reflejado y podemos hacernos una idea de su realidad.
Conocemos así su gran preocupación por España ya que en sus escritos siempre está presente, es indudable su talante liberal y queda patente su resentimiento hacia las mujeres a las que describe normalmente destacando sus defectos o aspectos más negativos; no está conforme con el modo de vivir de los jóvenes, ni cuando se casan pronto ni cuando viven en sociedad, etc.; conocemos también algunos de sus más íntimos pensamientos sobre sí mismo pues en sus artículos fechados a finales del año 1836 se acentúa su intimismo dejando al descubierto el descontento con el que vive y que él mismo se produce; todo ello ha llevado a muchos críticos a interpretarlos como la premonición de su suicidio del que no se conocen las causas con exactitud; a mi entender es producto de su carácter y del conjunto de contrariedades que, en todos los órdenes de su vida, tienen lugar en ese momento de forma que finalmente prefiere quitarse la vida a que tener que enfrentarse a ellos.
Para elaborar este artículo se ha consultado la siguiente Bibliografía.
Pilar
enero 12th, 2011
Muy interesante, Virginia. Desde mis tiempos de estudiante no he vuelto a tener en mis manos ninguna obra de Larra. No conocia tantos detalles de su vida. Leyéndote me ha entrado la curiosidad por leer ms de él.
Amando Carabias
enero 12th, 2011
Me parece un artículo interesantísimo y lleno de múltples detalles que parecen trascendentales a la hora de valorar una figura como la de este prolífico escritor.
A veces uno llega a la conclusión de que sin televisión y otros medios se escribía más y mejor. Jeje
Carmen Amaralis Vega
enero 14th, 2011
Virginia, te felicito por este y todos tus artículos, contigo da gusto aprender literatua e historia del arte, gracias, Amaralis
catherine
enero 28th, 2011
¿No se escribe porque no se lee, no se lee porque no se escribe? es el De Larra realista pero fue vencido por el De Larra romántico con sus decepciones en amor y política y su final a lo Werther.
Me encanta cada vez la iconografía de tus artículos, Virginia.