“Alta y delgada, la tez de un limpísimo moreno claro, negros y profundos los ojos y abundante y negra la cabellera. La boca muy grande, de labios muy rojos e irreprochable la dentadura, corta y bien delineada la nariz, el óvalo del rostro imperfecto por tener los pómulos abultados, busto prominente, cintura estrecha, fina de mano y muy delgados los dedos. En reposo, su expresión era melancólica; pero cuando hablaba, parpadeaban mucho sus ojos y cobraban singular belleza, como si se agrandaran merced a lo frondoso y ondulado de sus largas pestañas”. Así era al parecer Rosalía de Castro según un testimonio de la época cuando llegó a Madrid en 1856, con diecinueve años.
( José Julio Perlado )
Mujeres Escritoras: Rosalía de Castro. Por : José Julio Perlado.
Nacida en 1837 fue bautizada el 24 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela como hija de padres desconocidos. Estudió en Santiago algo de francés, dibujo y música, para la que tenía cualidades extraordinarias. Aficionada al teatro, debutó a los quince años en una función de aficionados en el Liceo de San Agustín, en Santiago. En su viaje a Madrid, en 1856, se aloja en casa de una de sus tías, Carmen Lugín de Castro, madre del escritor Pérez Lugín. Siempre fue enemiga de frecuentar reuniones sociales. En 1858 se casa con Manuel Martínez Murguía, destacado periodista. Ya enferma, tuvo sus hijos a pesar de la tuberculosis. La primera hija nacería en Santiago, aunque luego el matrimonio residiría en Madrid, Simancas y otros lugares a los que Murguía debía trasladarse por razones de trabajo. En 1871 tuvieron que irse a La Coruña, donde Murguía tuvo a su cargo el Archivo de Galicia, y más tarde a Santiago donde dirigió, además del Archivo, la Biblioteca de la Universidad. Mientras tanto, Rosalía compatibilizaba la escritura con la vida doméstica y permanecía, como siempre, alejada de la vida pública. Siempre que su salud se resentía volvía a su casona de Padrón. Allí fallecería el 15 de julio de 1885, a los cuarenta y cinco años de edad. Antes de morir pidió a sus hijos que quemaran sus manuscritos aún inéditos.
Autora, entre otras obras, de “Cantares gallegos” (1863), “Follas novas” (1880), “En las orillas del Sar” (1884), narrativas como “La hija del mar” (1859), “Flavio” (1861) o “Ruinas” (1864), en Rosalía, más que las cosas es el eco de las cosas el que siempre le acompañará en su vida; más que las campanas será el eco de las campanas:
«A mi lecho a llamarme venían
con sus ecos que al alba anunciaban
con sus ecos responden a mis gemidos
de eco vibrante y musical resuenan
de una manera sorda en el vacío”
Los recuerdos, la soledad, el paisaje y, dentro del paisaje, los bosques: también los castaños, los pinos; después la casa, la huerta, la margarita. Azorín consagró a Rosalía hermosos párrafos en “El paisaje de España visto por los españoles”. El Sar será igualmente para la escritora uno de sus amados ríos.
“¡Cuán hermosa es tu vega
Oh Padrón! ¡Oh Iria Flavia!”.
Y en otro lugar:
“Recuerda el trinar del ave
y el chasquido de los besos;
los rumores de la selva
cuando en ella gime el viento,
y del mar las tempestades
y la bronca voz del trueno;
todo halla un eco en las cuerdas
del arpa que pulsa el genio”.
Siempre los recuerdos envolverán a su poesía:
“No, no es sólo recuerdo
sino que es juntamente
el pasado, el presente, el infinito,
lo que fue, lo que es y ha de ser siempre”.
Desde su casa, mirando ese paisaje, dirá: “es la ventana de la habitación donde escribimos una especie de atalaya, desde la cual se abarca un horizonte lleno de luz, de tornasolados vapores y de montañas, cuyo color rosa o violado, plomizo o rojo oscuro, cambia según los resplandores con que el astro rey los alumbra.
También el amor a su madre será compañía muy constante en su poesía:
“Nunca permita Dios que yo te olvide
mi santa, mi amorosa compañera;
nunca permita Dios que yo te olvide
aunque por tanto recordarte muera”.
Y en otra ocasión, sobre hijos y madres:
“¡Ay! Cuando los hijos mueren,
rosas tempranas de abril.
de la madre el tierno llanto
vela su eterno dormir.
Mas cuando muere una madre
único amor que hay aquí,
¡ay! cuando una madre muere
debiera un hijo morir”.
Marina
septiembre 15th, 2010
La figura de Rosalía de Castro, es el mito más relevante y universal de nuestra tierra gallega. Es nuestra musa literaria, que llevamos el corazón todos los gallegos.
Mi homenaje a ella. Gracias José Julio Perlado.
Cando penso en ti que fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.
Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.
Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.
En todo estás e ti es todo,
pra min i en min mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.