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Museos Etnográficos: El Museo de la Sidra, de Nava, Asturias. Por : Amando Carabias

Durante una semana de este verano, hemos viajado por Asturias y quizá en algún otro artículo haga alguna referencia a este viaje que, como siempre, ha sido muy provechoso, sobre todo para el interior de mi persona.

Durante este periplo asturiano, nos acercamos a Nava, capital del Concejo que lleva su mismo nombre y que está en el centro del Principado a unos treinta kilómetros de Oviedo, camino del Oriente. Allí visitamos el Museo de la Sidra.  ( Amando Carabias)

 

 

 

 

 

 Museos Etnográficos: El Museo de la Sidra, de Nava, Asturias. Por : Amando Carabias.

 

 

 

 

Como todo el mundo sabe, la sidra es una bebida alcohólica de poca graduación (aproximadamente seis grados) que se obtiene del proceso de fermentación de diferentes tipos de manzana.

Pero  no trata este artículo ni de la espléndida bebida que pruebo con muchísima satisfacción cada vez que rindo visita a esta parte de España, ni de explicar la visita al Museo (que es muy recomendable, dicho sea de paso), sino de la existencia misma de estos museos que abundan, aunque no quizá lo que debieran… Museos etnográficos creo que se denominan.

Es como si la especie humana hubiera descubierto que si se va tan deprisa acabaremos desintegrados, como si entráramos en una especie de vértigo descomunal que nos lleva a la perdición. Nos hemos dado cuenta de que todo lo que somos hoy no ha nacido de la nada o por generación espontánea, y, como ocurre con los edificios, necesitan de sólidos cimientos para no terminar derrumbados en el suelo. O como si alguien hubiera intuido que nuestro afán de conocimiento de lo que está más lejos, no debe hacernos olvidar lo que tenemos más cerca, al lado, tan al lado que es de nosotros mismos de quienes hablamos. O sea que el exceso de movimiento centrífugo tenía que ser equilibrada con una mayor intensidad en el centrípeto.

 

 

 

Volviendo al ejemplo de la sidra, creo que la propia Fundación de la Sidra, nacida en 1996, se ha dado cuenta de que si no se recogen los tiempos pasados, si no se consigue que perduren en la memoria de las presentes generaciones y de las futuras toda la historia de esta bebida que, en el fondo, representa el aprovechamiento por el hombre de los recursos que la naturaleza le ofrece a la puerta de su casa, por así decir, será como perder la propia bebida.

Porque la sidra, como tantas cosas, no es sólo el hecho de beberla. Entorno a la sidra se ha generado un modo de vida que puede ayudar a comprender el modo de ser asturiano.

La sidra, al menos en Asturias, no se bebe en soledad. Si acaso, se puede comenzar el primer ‘culete’ en solitario, pero seguro que antes de que el camarero o camarera escancie el segundo de los seis que tiene la botella, ya habrá alguien a tu lado compartiendo esa botella. Entorno a esa bebida se genera el encuentro y el diálogo: compartir las cosas cotidianas. Y como el clima asturiano no permite largas estancias en el exterior debido a la abundancia de los días lluviosos, a pesar de sus benignas temperaturas —sobre todo para un castellano acostumbrado a los extremos rigurosos del termómetro de la Meseta Norte—, tienen que crearse los locales adecuados para su consumo y nacen los chigres, como especie de templo donde compartir esta bebida.

 

Pero para que la botella llegara a ese chigre, antes había que cumplir con un largo y duro trabajo teñido de historia, esfuerzo, sudor y uso del ingenio para aprovechar y adaptar al máximo la evolución de la técnica en esta rama concreta de la destilación de zumo de manzana.

Y todo este tipo de trabajos que hoy, obviamente, se ha mecanizado al máximo, son a los que rinden homenaje estos museos etnográficos. Visité hace año y medio el de la minería en la localidad de El Entrego, también en Asturias, y el verano pasado en Cariñena, Zaragoza, el del vino de aquella denominación de origen. Y el esquema es muy similar, y es un esquema muy necesario, y es algo que se debería potenciar allá donde una actividad humana haya perdurado durante los siglos y pueda caer en el olvido.

Cuando uno abandona el metafórico tonel en que ha entrado y ha recorrido durante la visita al Museo de la Sidra, y toma un sorbo de ese líquido dorado que sirven directamente desde el barril, se da cuenta que el exquisito sabor de esta bebida es un sabor que no es sólo de uno, sino que avanza a lo largo del tiempo para llegar también hasta tu boca. Para que el trago del turista con mirada perezosa y feliz sea satisfactorio ha habido mucho trabajo y mucha dedicación.

Y ciertos detalles merecen la pena ser recordados…

Por cierto, no me resisto a dejar anotado algo que aprendí durante aquella visita: además de la sidra asturiana, gallega, vasca y leonesa, descubrí que esta bebida se da también en Australia, Canadá, Argentina, Chile, Estados Unidos, Alemania, Irlanda y… Escocia.

Es muy fácil apretar el botón de una cámara fotográfica digital y que la imagen obtenida a los pocos minutos acabe ante los ojos de algún amigo que viva, por ejemplo, en Buenos Aires, pero es también necesario que uno no se olvide de cómo era el bieldo con que mis antepasados recogían la paja. Porque al fin y al cabo, y a pesar de vivir en un mundo globalizado, necesitamos que nuestras raíces se nutran del alimento que viene desde el pasado. Quizá de este modo nuestras ramas crezcan más robustas y se acerquen más a lo alto.

 

 * Todas las imagenes de este articulo están tomadas de la web oficial del Museo y son de su propiedad.  Para más información, aquí. *

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  • Pilar

    septiembre 9th, 2010

    Conocí la «verdadera» sidra en el Camino Primitivo. Lo que yo tampoco sabía era que fuera conocida en tantos y distantes sitios. La verdad es que todo tiene su historia.
    Un abrazo.

  • emejota

    septiembre 10th, 2010

    Ya te imaginaba por tierras de Pelayo, pero no tan cerca de la mi casa. Un abrazo.

  • Flamenco Rojo

    septiembre 13th, 2010

    ¿En Escocia también?…Habrá que comentarlo a los plumíferos e invitar a un vaso de sidra a Sophie, a Escobedo y Cia.

    Un abrazo.

  • catherine

    septiembre 13th, 2010

    En francia beben sidra en Bretaña con los crepes y en Normandia además de la sidra hacen un aguardiente de manzana, el Calvados.
    Salud.

  • egomanías

    septiembre 13th, 2010

    Os prometo que a penas iré a visitar España, un saltillo a este museo para conocer la historia de la Sidra y por supuesto, para gustarla, lo haré sin faltas.
    Un abrazo.
    Leo

  • Jasonia

    septiembre 13th, 2010

    Estuve en Asturias el año pasado, pero una semana no da para descubrir tantísimo como hay! Este Museo quedó pendiente. Gracias por acercarnoslo. Por cierto, si alguna vez viajas a Extremadura, no dejes de visitar el Museo Etnográfico de Olivenza. Es una joyita.

    Un saludo.

  • AROBOS

    septiembre 14th, 2010

    Me encantan esos museos etnográficos; en ellos se acumula la historia de la humanidad en lo que tiene de cotidiano: costumbres, herramientas, modos de vida… Un placer haber conocido tu blog, al que he llegado desde la sugerencia de Flamenco Rojo.

  • Marina

    septiembre 14th, 2010

    Ay Catherne, se me hace en mi boquita agua con las crepes, estuve en Paris en dos ocasiones y las he probado… sabes, volvería de nuevo para tomarlas, son deliciosas.

    Amando, grcias por esa botella de sidra que nos has traído a todos los contertulios esta riquísima!…… sino que lo digan los demás……
    Un besote.

  • maririu

    septiembre 15th, 2010

    POLLO A LA SIDRA
    para seis personas
    Ingredientes :

    50gr de mantequilla
    +1c sopera de mantequilla “manié”=harina y mantequilla mezcladas íntimamente (dixit Bocuse)
    1cebolla
    4 chalotas
    1 vasito licor de calvados (alcohol de manzana de Normandía
    1/2l de sidra brut o seco)
    2dcl de nata liquida
    1 yema de huevo
    1c sopera de moztasa de Dijon
    Tomillo, laurel, perejil
    Sal pimienta.
    Preparación :
    1) trinchar el pollo 8 o 10 trozos y salpimentarlos
    2) pelar ypicar la cebolla y las chalotas (si no encontráis chalotas doblad la cantidad de cebolla) y sofreír pollo y cebollas al mismo tiempo en la mantequilla caliente (añadir un chorrito de aceite –neutro- para que la mantequilla no se queme y ennegrezca)
    3)añadir hierbas: tomillo, laurel y dejar que tome color.
    4) mojar entonces con el calvados y llamear (tener siempre a mano un paño húmedopara tapar las llamas si perdéis el control del fuego)
    5) echar la sidra, salpimentar y dejar cocer una hora a fuego lento.
    6) cinco minutos antes de terminar la cocción, mezclar en un tazón la yema de huevo, la nata y la mostaza, diluir con un poco de salsa del pollo.
    7) escurrir los trozos de pollo, guardadlos calientes en una fuente. Y echar ela mezcla precedente (6) así como la cuchara de mantequlla “manié” en la cazuela.
    8) espesar a fuego lento sobre todo no tiene que hervir (la nata se cuajaría) Volved a poner los trozos de pollo un instante en esta salsa para que estén calientes al punto.
    . Servir en una fuente honda y caliente el pollo y la salsa, espolvorear de perejil. Acompañar con un arroz blanco, o patatas al vapor o espinacas.

    BUEN PROVECHO Maririu

  • Marina

    septiembre 15th, 2010

    Ay Maririu! Esto debe estar de muerte… A ver si encuentro todos los ingredientes… ya estoy saboreándolo… ummmm. Un beso.

  • José Bretones Salinas

    septiembre 17th, 2010

    Hola, Amando. Tenía curiosidad por leer algo tuyo y me he detenido en el artículo de tu visita al museo de la sidra en Nava. Has percibido las mismas sensaciones que me inspiran a mí esas exposiciones de herramientas y aperos de los museos artesanales. Ese de Nava no lo he visto, pero sí otros que hay en el Valle de Ansón, en Alhama de Murcia, San Sadurní de Noya (éste de la elaboración de vino espumoso), etc. El que más me satisfizo fue el de la casa-museo de Gutenberd en Maguncia. Es maravilloso contemplar la primera máquina de imprimir del siglo XV y a su lado las otras que se han ido construyendo en siglos posteriores hasta llegar a las actuales formas de estampación. Sin embargo hay un aspecto a lamentar en esa evolución de la industria: que la electrificación primero y la automatización después no han servido al hombre para conseguir su salario con un menor esfuerzo. Las jornadas siguen siendo agotadoras y la edad de jubilación más dilatada.
    Pero desdeluego el trabajo con esos utillajes de nuestros abuelos era más, mucho más duro.

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