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Nochebuena del astronauta y tantas otras Nochebuenas. Por: José Julio Perlado.

Los poetas del mundo entero suelen volar hasta Diciembre – hasta la noche del 24 de Diciembre – y llegan alados y rápidos desde sus nidos de origen, cada uno atravesando las páginas, cada uno llevando en el pico versos auténticos.  ( José Julio Perlado)














 Nochebuena del astronauta y tantas otras Nochebuenas. Por: José Julio Perlado.



Vuela, por ejemplo, desde muy lejos el poeta andaluz, Antonio Murciano, nacido en 1929, con su “Nochebuena del astronauta” ;

 

 

“Desde arriba se ve el mundo

– mordida manzana – al aire.

Tan solamente Belén,

qué grande, hoy, desde el aire.

Hoy, que están de enhorabuena

el mar, la tierra y el aire.

Fiesta niña de mis ojos

dentro y fuera y bajo el aire.

Hoy he visto al Niño-Dios

en una gruta del aire,

ángeles y serafines

mecían su cuna de aire

y cantaban villancicos

de aire, al aire por el aire.

Esta noche es Nochebuena

y yo, soñando, en el aire;

surcando la noche negra

del tras-mundo, tras el aire;

descubriendo la otra cara

de la luna, de entre el aire;

yo, quemándome en el fuego

del encuentro con el aire

y helándome con el frío

de los espacios sin aire.

Hoy están de parabienes

cielo y tierra y mar y aire.

Y yo, astronauta, perdido,

tendido en paz junto al aire.

sintiendo en mí la infinita

sombra de Dios, frente al aire.

Para mí toda la gloria.

Todo el gozo para el aire.

¡Fiesta de mis ojos niños!

¡Mi Nochebuena del aire!

Aire que el aire me lleva,

Aire que me lleva el aire”.

 

 

 

 

Vuelan también desde Argentina atravesando espacios los versos de Francisco Luis Bernardez – nacido en Buenos Aires en 1900 – con su “Soneto a la Natividad de la Santísima Virgen”:

 

“Vino a la vida para que la muerte

dejara de vivir en nuestra vida,

y para que lo que antes era vida

fuera más muerte que la misma muerte.

Vino a la vida para que la vida

pudiera darnos vida con su muerte,

y para que lo que antes era muerte

fuera más vida que la misma vida.

Desde entonces la vida es tanta vida

y la muerte de ayer tan poca muerte,

que si a la vida le faltara vida,

y a nuestra muerte le sobrara muerte,

con esta vida nos daría vida

para dar muerte al resto de la muerte”.

 

 

 

 

 

Y vuelan desde la niñez de Luis Rosales hasta el recinto de su madurez aquellos versos que él titulara: “Ahora quería yo ver el Belén de mi infancia en Granada”:

 

 

 

 

 

 

 

“Como la luz del sol abriendo el día

caminaban los Reyes; la arpillera

se tornaba a su paso sementera,

y la estrella en su alambre se movía.

Pastores con su oveja y su alegría

ven con asombro como el tiempo era

de nieve en el Portal cuando en la era

la parva ya en el aire se encendía.

San José con la mano en la cancela

llama y nadie responde; el pueblerío

paralizado por el miedo, y

la luna blanca y la tortuga lela

en la resquebrajada agua del río:

todo empieza a borrarse para mí”.

 

 

 

Sí, las voces en vuelo de los poetas del mundo llegan hasta los bordes de Diciembre – hasta la noche del 24 de Diciembre. Cada uno deposita en la página cuanto en el pico lleva: granos de verso auténtico.

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