Se cumple el centenario del nacimiento de Octavio Paz (31 de marzo de 1914-19 de abril de 1998).
Nacido durante la Revolución mexicana, de obra prolífica tanto en ensayo como en poesía, galardonado con el Premio Cervantes en 1981 y el Nobel en 1990, lo recordamos por libros como Libertad bajo Palabra, Vuelta o Árbol adentro. Pero también hay una forma de acercarnos a su literatura, que es ver los símbolos que frecuenta, las palabras que le son queridas y usuales.
Es lo que ha hecho en esta evocación José Julio Perlado.
Octavio Paz en su Centenenario. Por José Julio Perlado.
Prácticamente en todas las obras del mexicano Octavio Paz aparece un árbol. A través de sus recorridos vitales – a través de todas sus experiencias en diversos países- los árboles extienden sus nombres en páginas de prosa y poesía. Ahuehuetes ( que Paz llama sabinos), pirules, fresnos, membrillos e higueras, tamarindos y laureles, araucarias, papayos, mangos y chirimoyos.
“Árbol adentro” se tituló un libro que publicó en 1987. El árbol extendía sus ramas en poemas:
“Creció en mi frente un árbol.
Creció hacia dentro,
sus raíces son venas,
nervios sus ramas,
sus confusos follajes pensamientos.
Tus miradas lo encienden
y sus frutos de sombras
son naranjas de sangre,
son granadas de hambre.
Amanece
en la noche del cuerpo.
Allá adentro, en mi frente,
el árbol habla.
Acércate, ¿lo oyes?”
Elena Poniatowska, que dedicó un completo libro de conversaciones con Paz bajo el título “Las palabras del árbol”, cuenta que en la “Obra poética” del mexicano – de 1935 a 1988 , a lo largo de 313 poemas, la palabra árbol aparece 165 veces. Árbol que no sólo se presenta en singular sino rodeado de árboles, arboledas, fresnos, sauces, pinos, chopos, eucaliptos y entre follajes de hojas, ramas, jardines y enredaderas. Toda la naturaleza de las ramas cubre la raíz del hombre, sus noches de verano, las duermevelas, las distancias pequeñas entre la piedra y la flor, las elegías a los compañeros muertos, los soliloquios en la medianoche, lo escrito con tinta verde, los manantiales, la estrellas interiores, las semillas compuestas para un himno, los cuentos extendidos en los jardines. Los árboles abren una vereda interminable por el camino de los versos, y los árboles y pájaros y cántaros rotos, los insectos atareados, los caballos color de sol, las rocas que no pesan, las ciegas caídas de las olas, la fuentes secretas, los sauces de cristal, aquella balanza de los párpados, estos aires helados, el polvo que se levanta como un rey amarillo y la palabra que buscan los labios, todo ello se congrega en torno a los árboles, esa fronda de poesía extendida en Octavio Paz.
Nacido el 31 de marzo de 1914, sus versos resuenan:
“… busco sin encontrar, escribo a solas
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo con el instante, caigo a fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante…”