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Pesar el Humo. A un Paso. Por : Elena Román.

Traemos a esta sección dos textos de Elena Román, escritora cordobesa residente en Toledo, que acaba de publicar el libro Ocho Paradas en la Arena (2009. Fundación María del Villar. Tafalla).

Elena Román es escritora desde hace al menos una década y en su haber cuenta con la participación en numerosas antologías, además de varios libros, entre los que destaca el titulado Veintiún Bisontes (La Bella Varsovia. Córdoba. 2008), y Ocho Paradas en la Arena (Fundación María del Villar, Tafalla 2009), anteriormente citado.

 

 

Pesar el Humo . Por : Elena Román.

Qué horror, érase un hombre al que le engordaba el humo. Por algún extraño motivo no era capaz de expulsar el humo que aspiraba. Fumaba desde los quince años y engordaba a razón de un quilo por cartón, lo que desembocó en una obesidad mórbida difícil de vestir y de mover. Tenía el hombre más ojeras que ojos, pero esto no viene a cuento. Se preparaba los chorizos al infierno como nadie: se los metía en la boca junto con un trago de alcohol de quemar y enseguida estaban listos. Pero que no vomitara ese hombre, porque la última vez que lo hizo provocó un incendio difícil de olvidar. Hace seis años le dieron dos años de vida. Desde entonces no se ha separado de su televisión.

 

 

 

 

 

A  un Paso. Por : Elena Román.

 

 

Hoy he visto gente bañándose en el río. Sentados en la hierba, bebían cerveza escuchando música y se lanzaban al agua. Yo no sé qué placer les produce salir del río y tumbarse al sol, dejando que sus rayos les acaricien, les sequen las gotas, les calienten el pecho. De aquí a mi casa hay cincuenta y dos pasos, pero hoy sólo doy cincuenta y uno. Sin entrar y sin quitarme el sombrero, le pregunto a mamá por papá. Me contesta que está dando de comer a las gallinas; me lo vuelve a decir, recalcando mucho los verbos dar y comer. Papá está, en efecto, dando de comer a las gallinas: de cuclillas en el corral, observa cómo gallinas y pollos picotean compulsivamente su mano, llena de semillas. Le saludo con un adiós, pero no me ha oído. A diez pasos está el establo: yo peino a los caballos, siempre en penumbra. Me quito el sombrero, la careta, la capa, brilla mi piel traslúcida. Eso les tranquiliza.

 

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