La actualidad internacional nos lleva desde hace tiempo hasta Grecia pero la pregunta es más profunda. ¿Por qué Grecia? ¿Por qué hay que volver a Grecia constantemente para adentrarnos en los caminos de la cultura? T. S. Eliot escribió:
“¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”
( José Julio Perlado).
Por qué Grecia. Apuntes sobre la cultura griega. Por: José Julio Perlado.
En estos momentos recorre el mundo una vertiginosa velocidad de información, una corriente algo menor de conocimiento, y un lento caminar hacia la sabiduría. La transmisión de las informaciones se ejecuta con un simple pestañeo del móvil, con la simple yema del dedo en el teclado del ordenador. La información atraviesa en zigzag telediarios y tabletas, su rapidez nos conecta con lo último, que no es siempre lo más importante. Muchas de esas informaciones nos pueden ayudar al conocimiento, pero ¿nos llevan al fin a la sabiduría?
La profesora Jacqueline de Romilly escribió un penetrante libro titulado “¿Por qué Grecia?”. Allí, en el fondo de los pasillos de la Historia, aparecen de modo permanente los tesoros griegos. Tesoros de democracia, de teatro, de razones, de estilo. Los temas griegos se representan cada año en los escenarios teatrales y se incorporan a las secuencias cinematográficas. Son personajes casi inmortales, pasiones que han vencido a los siglos, diálogos en los que la emoción discute con la razón. Electra, Medea, tantas figuras de vestiduras blancas han atraído a O´Neill o a Giradoux. Platón y Tucídides prosiguen su andadura en libros de bolsillo. En el siglo V ateniense se inventó la democracia y la reflexión política. Esquilo, Sófocles y Eurípides marcan para siempre la tragedia; Aristófanes eleva la comedia; Herodoto y Tucídides registran las claves de la historia; Sócrates nos tiende la filosofía; Fidias las estatuas; Hipócrates la medicina…
Es el mapa de la sabiduría. El hombre que exaltaron los griegos era un hombre completo. Le gustaban la vida y las fiestas, los banquetes, el amor, la gloria. Los coros de las tragedias griegas nos abren los ecos de las lamentaciones pero también las estrepitosas carcajadas. Hay un destino encerrado en las misteriosas máscaras pero igualmente hay muecas cómicas, el rictus de la ironía envuelta en los pliegues embozados.
Está además la paz y la guerra. “Nadie tan insensato existe – escribe Herodoto – que prefiera la guerra a la paz; en ésta, en efecto, los hijos entierran a sus padres; en aquella, por el contrario, los padres a los hijos”. Eurípides, en “Las suplicantes”, exclama que los hombres prefieren “la guerra, rechazando los bienes, y los hombres reducen a otros hombres a la servidumbre, y las ciudades a otra ciudades más débiles”.
Todo esto – el teatro, el arte, la filosofía, la historia, el pensamiento – nos lanza (no nos retrocede) hacia la sabiduría.
El vértigo instantáneo de la información y de la comunicación, que tanto nos gusta diariamente, ha de llevarnos al conocimiento.
Y el conocimiento debe empujarnos a la sabiduría.
A las puertas de los siglos siempre nos espera Grecia con sus permanentes enseñanzas.