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Quinqui. Javier Cercas: Las leyes de la frontera. Por : Elías Gorostiaga.

El final de los setenta fue el momento de la explosión. La poca imaginación de la tecnología que cambiaba la televisión del blanco y negro al primer color que en cine era technicolor, el rodaje de El desencanto y por otro lado la fama de delincuentes niños, convertidos en atracadores de Banco y llevados al cine, conmocionó las taquillas y los Chichos pusieron motor a esa música de coches robados, valor y rebeldía.

Con la publicación de Las leyes de la frontera, vuelven esos años a las librerías, así como con la salida al mercado de la revista Vinalia Trippers, con el título de Spanish Quinqui, hace que todo ese polvo se vuelva a sacudir y con esos polvos estas toses.  ( Elías Gorostiaga)






Quinqui.  Javier Cercas: Las leyes de la frontera. Por : Elías Gorostiaga.

De Gerona, al Camp de la Bota, de Can Túnez a el Font de la Polvora, y así recorremos todo el perímetro chabolista, incluida La Mina, a golpe de guitarra, pobreza, droga, atracos a Bancos, tiros y tiroteos.

Eran años de poca experiencia. Todo se quería cambiar, pero los medios eran escasos, los funcionarios de siempre, seguían trabajando como sabían intentando salir con vida de cada uno de los días, el compadreo y la porra y el periodismo del lado de los héroes. Como máquinas de picar carne crean mitos como el Vaquilla,  un mito que ahora recrea bajo el nombre de Zarco, el escritor Javier Cercas.

 

“Y a la que están en la calle, todo el día dando vueltas, sin oficio, sin hacer nada, terminan por robar un coche y atracar una joyería, un banco, para pulírselo literalmente con una chica, amigos y caballo y otra vez a empezar.”

 

perroscallejerosY las cárceles, son cárceles y cuando entras en esa rutina la vida pasa a ser una ruina en la que viven unos con otros, funcionarios, abogados y presos, de aquí para allá, horas y días para toda la vida. En aquellos años de cárcel alguien le dio a leer Vida y muerte de Durruti, quizá a los chicos de hoy, los que también entran a robar lo que haya en un banco, en un quiosco o en una frutería no les diga nada Durruti ni esta novela de Cercas, pero la situación de ahora, con seis millones de parados, pueda desencadenar en una nueva frontera donde resuciten los muertos en familias sin padres ni madres, solo hermanos sin nada que hacer, ni oficio ni beneficios y aún teniéndolo que se vean obligados a robar un coche, liar a una chica y meterse en un atraco, para vivir, pagar el alquiler y la comida, cosas mucho más terrenales que no se alimentan de ese romántico amor de bandoleros de las películas francesas, del coraje de la causa en los irlandeses y los vascos por una patria, son cosas más prosaicas que no se planifican pero que destruyen igual la vida. Volvemos a los setenta a esa lata de sardina en el parque, a las peleas de perros, a la gente durmiendo entre cartones, al atraco del Banco Central en Plaza Cataluña, al Real Madrid, la tortilla de patata y la maleta para Alemania, con toda la dignidad de los viejos aristócratas arruinados y la arrogancia de jornaleros con camisa blanca. Manuel Vilas lo ha entendido, cuando Felipe II muere, muere toda la monarquía, muere el mundo con él, el Estado, la Ley y el Sexo. La Miseria, Dios y el Amor. Imposible seguir viviendo cuando el Rey muere, y en estos tiempos el Rey muere y el Papa abdica. Los demás tendremos que seguir leyendo estas Leyes de la Frontera, para saber si en algún momento tenemos que ir a defender algo o a alguien. Lo absurdo de los tiempos que vivimos es que habrá dos Reyes, dos Papas, y se duplicarán los estados, trabajar para el gobierno alemán y encalar la casa de España, defenderte de los kinkis kosovares, de las ordas de chatarreros que registran tu basura antes de que llegue al contenedor, del navajeo en la oficina. Tiempos convulsos con un mismo gen.

-¿»Lo qué»?

Lo quinqui.

 

 

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