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Rafael Chirbes: La crónica del derrumbe. «En la orilla». Por: Carmen Peire

portadaNo soy crítica literaria y además, Chirbes es amigo. Mal componente para algo objetivo pero ¿qué crítica literaria lo es? ¿No es algo acaso que se mueve desde las entrañas,  te impacta o te hiere? Vayan estas líneas como un pequeño homenaje a un amigo y a un gran escritor al que admiro.

Cuántas veces he preguntado, a lo largo de los años, si leían a Chirbes. ¿Chirbes? No, no lo conozco. Pese a que, desde su primera novela, Mimoum, voces como la de Carmen Martín Gaite se alzaran para decir que era una hermosa e inquietante novela, y alguno más dijera que Chirbes había sabido inventar una nueva voz. Después vendrían En la lucha final, La buena letra (una auténtica joya literaria), Los disparos del cazador, La caída de Madrid y todas las  demás hasta Crematorio, punto de inflexión en su obra al recibir el Premio Nacional de la Crítica.

Ahora, su última novela, En la orilla, ha conseguido ser alabada con una extraña unanimidad por todos los medios y críticos literarios, de izquierda y derecha, ha recibido la aceptación del público (va por la quinta edición) y hay quien afirma que se ha revelado con ella como el gran escritor español del siglo XXI. Traducido a varios idiomas, reconocido desde su primera obra en países como Alemania, ganador de premios europeos, ha ido pasando de puntillas en el mundo literario de este país cainita, ha ido consolidándose mientras  escribía. Durante este tiempo le han achacado su “realismo” como si eso fuera un defecto, como si no fuera cierto que los grandes escritores -Dickens, Balzac, Galdós, Tolstoi-  fueron realistas y  han dejado grandes obras realistas para nuestro disfrute. Pero Chirbes siempre ha sido de izquierdas, más bien rojo, diría yo, que se atrevió y tuvo la desfachatez de cuestionar en sus novelas  la transición política de este país, cuando casi nadie quería hacerlo, cuando el dinero que entró a espuertas sirvió para acallar conciencias críticas y para mirar para otro lado. Aun  así, Chirbes fue ganando a lo largo de los años adeptos, uno a uno, lector a lector, seguidores fieles que hemos comprado sus novelas, libros de viajes, ensayos literarios (¡qué lucidez y cómo recomiendo Por cuenta propia!). Después, en la medida que la realidad se ha ido acercando a su obra, ha venido el reconocimiento. Crematorio estaba ambientada en el boom de la construcción, en  aquellos que perdieron los escrúpulos y decidieron enriquecerse de forma indecente. Salió cuando ya este país había tocado techo y el derrumbe se iniciaba. Fue cuando ganó el Premio Nacional de la Crítica. ( Carmen Peire )







Rafael Chirbes:  La crónica del derrumbe. «En la orilla». Por: Carmen Peire.

Y ahora En la orilla, la novela del derrumbe, del fin de una época, de las consecuencias de todos los errores que hemos ido acumulando, de tanta casa sin limpiar. Y de repente Chirbes se convierte en uno de los grandes ante su propia perplejidad porque no lo ha buscado, porque -me consta- estuvo a punto de retirar el libro y de que no se publicara (la inseguridad ante una obra de arte).

Lo primero que sentí cuando empecé a leerla fue que estaba ante una gran novela, de las mejores de Chirbes, de lo mejor que he leído en muchos años en este país. Y me vino a la cabeza El Ruido y la Furia de Faulkner, esa espléndida novela (por supuesto realista) que habla también de la decadencia, del fin de una forma de vida a través de una familia del sur de Estados Unidos,  de un paisaje engarzado a los personajes como si fueran uno. A muchos la comparación parecerá exagerada, pero es lo que sentí.

autor¿Por qué tiene esta novela un gran reconocimiento? Por sus diferentes niveles de lectura, por su estructura y por su voz literaria.  El estilo Chirbes ya estaba marcado en las anteriores pero aquí coincide la realidad bestial que la crisis nos ha impuesto a todos con lo que él nos cuenta. Pero lo mismo que en Crematorio encontrábamos a un constructor sin escrúpulos, aquí el protagonista es Esteban, un personaje mucho más cercano, carpintero, con una empresa familiar, como la inmensa mayoría de las empresas en este país, que se ve abocado al cierre del negocio y a despedir a sus empleados. Y el resto de los personajes son cercanos. En ese primer nivel de lectura ya simpatizamos aunque la novela sea incómoda. No digamos con Liliana, esa voz femenina, colombiana, cuidadora de un padre chocho y enfermo. Pero aún hay más: el paisaje como protagonista, que adquiere una relevancia que también nos llega porque todos hemos sido testigos de cómo la voracidad ha ido destrozando los parajes amados, los de nuestra infancia y los de nuestros antepasados. Ahora, en su lugar, vemos urbanizaciones abandonadas, sin vender, la inutilidad absoluta.

Si buscamos un segundo nivel veremos que, pese a la dureza y a que muchos dicen que Chirbes no es la alegría de la huerta (ni lo pretende) la novela destila destellos de humor negro que a mí, particularmente, me ha hecho reír, a veces incluso en voz alta, mientras decía: ¡qué bueno, qué bueno! Sobre todo en la ridiculización de esos personajes reconvertidos a gastronómicos, que hablan de los vinos como si hubieran sido enólogos o vinateros por tradición, como si ser progre y no entender de vinos fuera poco menos que anatema:

El paseíto por la bahía en el catamarán con un matrimonio amigo, el beauty y nails center, la cena de los sábados con la botella de Möet descorchada para abrir boca, y un ribera del Duero; el brunch en el Marriot los domingos”… “La edad de oro estaba a punto de llegar, la tocábamos con la punta de los dedos, faltaba el canto de un duro, pero ha faltado, y al saltar para tocarla, nos hemos caído de culo: ahora todo se ha hundido, así fue la cosa, el dinero caído del cielo (al bueno del promotor le caía desde los andamios, yo tenía varios manantiales por los que brotaba), las comidas multitudinarias, la coca y la puta que sopla el trombón; y el pádel y el squash y los pilates y el brunch”.

Y este humor negro entronca también con nuestra idiosincrasia y nuestra tradición.

Sigamos profundizando, busquemos más niveles, es lo bueno de una buena obra literaria, sus múltiples lecturas, sus múltiples hallazgos. En este caso hablo de su estructura narrativa. Solo tres capítulos en los que el tiempo de narración y el tiempo de ficción funcionan en un engranaje perfecto y nos va remontando desde el momento presente al pasado, a la guerra civil, a los perdedores, a la posguerra, a la transición, al boom, a la desvergüenza, al fracaso, a la falta de amor, a la vejez; una novela donde la vejez está presente, la vejez como decadencia, la vejez de Europa, la decadencia de un país, de unos personajes.

Todo ocurre en unos pocos días, se inicia el 26 de diciembre del 2010 (no es casualidad, el día después de Navidad) y es el primer capítulo, corto, como un preludio de lo que se avecina. El segundo capítulo se inicia el 14 de diciembre del 2010, justo antes de las navidades, el núcleo central de la novela. Entre esos días nos cuenta toda la historia del derrumbe, nos presenta a los personajes, a Esteban, su padre, Liliana, los compañeros del bar del pueblo, el abandono de la novia, las traiciones, el fracaso de su vida.

Por último, la voz narrativa. Chirbes utiliza preferentemente la primera persona, saltando de un personaje a otro en esa misma voz con tal naturalidad y maestría que no te pierdes en ningún momento, que sabes cuándo es Liliana quien habla, cuándo Esteban, cuándo el tío o su padre o los demás, sin apenas diálogos separados de la estructura narrativa y jugando con la letra cursiva cuando introduce otro elemento u otra voz, como el último capítulo, Éxodo, más bien un epílogo que yo llamaría, si existiera esa palabra, un ante-epílogo.

Cuando una novela tiene tantos hallazgos, cuando coincide, aún sin pretenderlo, con un tiempo histórico como el que vivimos, cuando los personajes son tan cercanos, hace de ella una novela mayoritaria (que no un best seller, porque es difícil de leer, incómoda, de pellizco en el estómago). Pero cuando además está escrita con maestría, sabe conjugar tan bien las voces como él lo hace y nos pasea entre el tiempo de narración y el de ficción con tanta naturalidad, cuando ante la dureza es capaz de destilar gotas de humor negro para que nos relajemos, cuando el lenguaje literario crece en su naturalidad para que sea comprensible por todo el mundo, es cuando, en mi modesta opinión, una se encuentra ante una gran obra literaria.

Por eso solo puedo acabar con una recomendación: por favor, lean a Chirbes aunque les resulte incómodo. Porque la vida también lo es y con él se aprende de literatura.

 

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