“Aquí yace aquel famoso Rafael del cual la naturaleza temió ser conquistada mientras él vivió, y cuando murió, creyó morir juntos.”
( Pietro Bembo, en el sarcófago de mármol de Rafael en el Panteón de Roma)
Con toda seguridad se puede decir que no se conoce a fondo la obra de Rafael hasta que se visita el Palacio Apostólico en la ciudad del Vaticano. Cuatro de las habitaciones del palacio, nombradas Estancias de Rafael, están decoradas con frescos de este pintor renacentista italiano. Estos cuatro salones habían sido ocupados anteriormente por el Papa Borgia, Alejandro VI. Estaban entonces decorados con frescos de Perugino, Bramantino y Lorenzo Lotto, entre otros artistas. Al parecer, estas pinturas no fueron del agrado del nuevo Papa Julio II, que tuvo empeño en borrar cualquier huella de los Borgia. Elegido Papa en 1503 y conocido también como el Papa guerrero por sus actividades políticas y militares, ordenó, sin darse a consideraciones, raspar todas las pinturas existentes en los muros de las estancias y decorarlas de nuevo. Fue un gran mecena a pesar de todo; bajo su mandato se inicia la construcción de la Basílica de San Pedro ( Pilar Moreno).
Rafael en Holanda. Por: Pilar Moreno.
Rafael Sanzio había comenzado su aprendizaje en Perugia en el taller de Pietro di Cristoforo Vanucci, apodado el Perugino, hasta que se traslada a Florencia, donde conoce la obra de Leonardo da Vinci y otros artistas italianos que dejarán huellas en él. Cuando Rafael llega a Roma tenía 25 años. En aquellos momentos otro grande del Renacimiento, Miguel Ángel, trabajaba ya en los frescos para la Capilla Sixtina. Ellos tres pasarán a la historia como los maestros del Renacimiento italiano, y aunque Rafael sentía la influencia de estos dos pintores y los admiraba, supo usar el talento para desarrollar el estilo propio que observamos en sus frescos y en sus delicadas madonas, dotadas de una gran ternura e intimidad.
Importante también en su obra son los grabados y dibujos; tenían una función directa como bocetos en su proceso de trabajo, tal como era costumbre en los artistas italianos del siglo XVI. Es más, en el caso de Rafael, si no hay un enlace a una de sus obras, pueden existir dudas de la autoría del dibujo. Cuarenta y cinco de ellos se encuentran en el museo Albertina, en Viena. Este museo posee la mayor y más importante colección de dibujos y grabados del mundo. El museo Tayler, en Haarlem, en colaboración con La Albertina, ha organizado esta exposición, la primera en Holanda, que estará abierta al público hasta el 6 de enero. Se exponen cuarenta dibujos y dos pinturas y cincuenta dibujos de alumnos y seguidores de Rafael. Frágil tesoro que no está a la vista del público con frecuencia y que se mantiene con todo cuidado preservado de cualquier contratiempo.
Desde Deventer hasta Haarlem se necesitan casi dos horas para hacer el recorrido en tren. Nadie lo diría en un país tan pequeño, pero el tiempo lo doy por bien empleado pues Haarlem es para mí la ciudad del arte, una de mis preferidas en Holanda. El museo Teyler es el más antiguo de Holanda, el único con un auténtico edificio e interior del siglo XVIII. Fue el domicilio de Pieter Teyler van der Hulst, nacido en 1703, banquero y rico comerciente en telas, interesado en el arte y las ciencias a las que dejó toda su fortuna. El museo es uno de los cien monumentos del estado en Haarlem y candidato en la lista del Patrimonio de la Unesco, una verdadera maravilla en todos los sentidos.
En Holanda se encuentran catorce dibujos de Rafael; doce de ellos pertenecen al museo Teyler. Formaban parte de los 1700 dibujos de maestros italianos que la Fundación Teyler compró en 1790 a la reina Cristina de Suecia, ferviente admiradora del artista. El trabajo artístico del pintor está considerado como una extrema belleza y perfección. Los trazos ágiles, los detalles, su acabado, nos dan la sensación de que han sido efectuados sin demasiado esfuerzo. Sin embargo, observando los dibujos descubrimos todo un trabajo previo a la realización de la obra, como es el primer esbozo, algunas modificaciones, su desarrollo. Todo esto nos hace ver un perfeccionista Rafael. En uno de estos estudios, para su Madonna en verde, Rafael se concentra en la composición entre Maria, Jesús y Juan el Bautista. Bosqueja diferentes posibilidades. Son sus primeras ideas para esta Madonna, cuadro que está expuesto en el museo de Viena.
Varios de sus dibujos tienen mi predilección. Uno de ellos es el que nos muestra dos ángeles, en tiza roja. Según el catálogo de la exposición, posiblemente es un estudio preliminar para La Sagrada Familia de Francisco I, en el Louvre. Están dibujados parcialmente, pero su presencia es casi palpable. Otro entre mis favoritos es un pequeño angelito con el emblema de los Médici, en tiza blanco y negro que le da una textura especial a la forma. Pertenece a la colección del Museo Teyler.
Para sus grandes encargos, trabajaban en su taller una gran cantidad de asistentes, alumnos y artistas, que debían imitar su estilo lo más exacto posible. En el museo conocemos algunas de las obras de estos pintores, entre ellos Giulio Romano, ayuda a Rafael en las estancias del Palacio Apostólico, Perino del Vaga, su nombre verdadero era Pietro Bonarccosi y Giovanni Francesco Penne, alumno de Rafael y que por su habilidad en copiarle se convierte en su favorito. Esto ha dado problemas a los historiadores del arte para diferenciar las obras del maestro, aunque en realidad no tiene que ser un problema para disfrutar de los dibujos. Sin embargo, los organizadores de la exposición han pensado una manera de hacerlo interesante. En un espacio aparte, el público puede acceder a aparatos audiovisuales para actuar como experto y poner en práctica sus recién adquiridos conocimientos. Importantes son los detalles. De esta manera aprendes no solo a observar bien, sino que te realizas de la extrema dificultad de encontrar las diferencias. Incluso los especialistas tienen que hacer sus mayores esfuerzos, y esto lo muestra el hecho de que durante años, tres dibujos de la colección del museo que estaban adjudicados a alumnos de Rafael, recientemente se ha demostrado que son del maestro italiano.
Rafael murió con 37 años. No estaba casado y mantenía una relación con Margarita Luti, la Fornarina, que pintó desnuda, una forma poco frecuente en la época, no mucho antes de su muerte. Un brazalete con el nombre del pintor y un anillo apenas visible, puede ser el indicio de que hubo un gran amor entre ellos. Pero la temprana muerte, que le impide terminar su última obra Apoteósis de la Transformación, y el misterio que parece rodearla, hizo que creciera a través de los años un mito romántico que incluso se ha visto reflejado en la literatura de Rafael Alberti en los cinco sonetos Sobre los amores de Rafael y la Fornarina.