Este mes les traemos los andamios de la escritura de un libro. Dentro del ciclo Contar un libro que este año nos ofrece la Biblioteca Nacional, la escritora Rosa Montero comenta con los lectores cómo construyó su Historia de un rey transparente.
La presentación corrió a cargo de doña Ana Aramburu, directora de la Biblioteca Nacional, quien nos recuerda que Rosa Montero ha donado su archivo personal a ésta institución.
La charla, porque ha sido más una charla con los asistentes que una conferencia, ha entrado en los fogones de la cocina de la escritura. ( Carlos Feral).
Rosa Montero, tras los pasos de un rey transparente. Crónica de Carlos Feral.
Quien espere un método que le ayude a convertirse en escritor de éxito que no siga leyendo porque no va a descubrir aquí una receta universal, sino que cada uno encuentra su modo propio y porque sería una pérdida miserable de tiempo generalizar algo que es sentimiento puro, alma, ritmo personal, sensaciones, dudas… El método, según Rosa Montero, no existe. Lo que sí hace falta es tener disciplina y tenacidad. Ella tarda de media en escribir una novela unos tres años. Ese tiempo son por supuesto ritmos internos. Ella nos pone el ejemplo de Vargas Llosa, que es muy metódico a la hora de escribir , que lleva un horario, sin embargo ella es muy caótica. Llosa empieza un “Monstruo literario”, una especie de relato lineal que desarrolla el argumento como se lo contarías a alguien cercano. Una vez hecho esto va elaborándola, montándola, ensamblando capítulos, historias, argumentos tal como se monta un rompecabezas.
Javier Marías, sin embargo, se sienta y parece que no sabe lo que va a escribir (eso Rosa Montero no se lo cree del todo). Rosa es de esos escritores a los que le vienen a buscar las historias que le llenan el pecho y la cabeza y a partir de ahí nace un “huevecillo”, como dice ella, que puede ser una frase que le ha llamado la atención o una imagen o un concepto incluso. La segunda fase que se le ocurre es la voz narrativa donde decide si va a escribir en primera persona o si el sujeto es omnisciente o va a construir un diálogo permanente además de reconocer la “melodía de la novela”.
El tercer componente a la hora de gestar la novela y quizá sea la fase más mágica, es imaginar un final. A veces piensa que escribir una novela es trabajar para llegar al final que se le ha ocurrido. Para Rosa Montero la novela se desarrolla como una planta: echa raíces, ramas, relaciona personajes en torno a un tronco central. Además son los propios personajes los que le cuentan la historia al autor, es decir, éste tiene que morir metafóricamente.
En Historia del rey transparente el proceso fue un poco raro. En realidad tardó casi diez años en construirla. Sucede en el siglo XII pero es ucrónica. Es una historia que cuenta el verdadero Renacimiento. Ella quería contar siglo y medio de historia en veinticinco años de la vida de Leola, la protagonista. Al hilo de lo que comentaba unas líneas más arriba, sobre cómo surgen las novelas de esta escritora, Rosa Montero nos comenta que la idea le surgió un día que vio campesinos en un campo seco, arando desesperados un surco. Ella imaginó en el campo de enfrente a cuatrocientos guerreros con armaduras matándose entre si. Esa sensación, esa visión, fue la chispa que hizo saltar la novela, el “huevecillo”que decía antes. Siguió imaginando quiénes eran esos campesinos y sabe en ese momento que al padre y al hijo se los va a llevar el señor de esas tierras a la guerra. La chica, la campesina, se va a quedar sola en un mundo en llamas así que una noche coge la armadura de un guerrero muerto en el campo de batalla y comienza la historia.
La dificultad de los años en que escribió esta novela es que no había potentes buscadores de internet como ahora que casi te resuelven cualquier duda. Por otra parte ella leía muchos libros de historia medieval y ese hábitat mental le ayudó a escribir y construir. A veces los autores de género miman un lenguaje arcaizante propio de la época cosa que a Rosa Montero le parece absurdo. Ella no quería que sonase así. Se dio cuenta de que quería hacer una novela larga, de unas seiscientas páginas y la escribió en presente continuo viviendo todo en primera persona, lo cual es difícil de aguantar en esa extensión. Es de locos. Sólo decidió respetar los arcaísmos en palabras que actualmente no existen. Otra dificultad añadida fue buscar los nombres de armaduras del siglo XII que por supuesto son bastante diferentes a las del siglo XIII u XI, asimismo buscar metáforas de la época o evitar términos entonces desconocidos como las palabras “patatas” o “segundos” por ejemplo, que en esa época no existían fue una tarea difícil. También quiso unir lo mágico con lo realista, así un personaje puede ser tanto el hada Morgana como una antigua ladrona a la que le cortaron una oreja por robar.
Cuando escribe que Leola, la protagonista, entra en el campo de batalla y le va quitando la armadura al guerrero muerto ella va describiendo cómo se llamaba cada pieza y al llegar a esa especie de verdugo de cota de malla que cubre la cabeza del caballero, se da cuenta de que no sabe cómo se llama la pieza y se desespera porque no tenía manera de encontrar el nombre. Lo curioso viene en que estaba suscrita a Historia XVI así que se puso a rebuscar entre números atrasados de la revista a ver si encontraba el nombre de la dichosa pieza pero no obtenía resultados. La casualidad quiso que abriera el sobre con el último número que le habían enviado y ¡oh fortuna! caen en sus manos unos dibujos de dicho número en los que aparece el deseado nombre: Almófar (No se preocupen que no les iba a dejar con la intriga). ¿Existe pues un Dios de los escritores? Parece evidente que sí.
De vuelta al período que quería contar se dio cuenta que veinticinco años en la vida de la novela es toda la vida de la protagonista para aquella época en la que la esperanza de vida raramente superaba los cuarenta o cincuenta años. Además pensaba que al final iba a matar a todos los personajes quemándolos en la hoguera. Hago aquí un inciso para decirles que por entonces estaba escribiendo la novela El corazón del tártaro que habla de la capacidad de supervivencia de los seres humanos. Ella usa cuadernitos y folios de colores en los que va anotando lo que va a pasar en cada capítulo y monta un puzzle que lejos de estar cerrado se mantiene vivo hasta el final. Estaba, digo, en la fase ya de escritura de El corazón del tártaro y se atascó con esta novela así que la abandonó y se puso con Historia del rey transparente empezando a construirlo, viendo los problemas que surgían como por ejemplo cómo contar que alguien entra en una habitación a oscuras en plena Edad Media y no hay un interruptor para dar la luz, pasando revista a las respuestas de todos los personajes, a hacer que pase el tiempo (esto es muy complicado en una novela porque además, al ser coral, los personajes hay que irlos envejeciendo, cambiando sus relaciones y hacer que todo esto fuera creíble) y otra serie de detalles técnicos que le dan credibilidad al relato. Pues bien, una noche, gracias a una leyenda que encontró mientras trabajaba en Historia del rey transparente , supo cómo solucionar el atasco de El corazón del tártaro. En las dos novelas se repite el cuento del Caballero de la rosa, que es un cuento inventado por la autora y que le salvó del embrollo de cómo continuar. Curiosamente muchos “eruditos” nombran en sus crónicas este cuento como una leyenda medieval cierta cuando en realidad es puro invento de Rosa Montero, jaja.
A mitad de la novela, para que vean ustedes que ningún argumento resiste al rígido corsé de la idea inicial, decidió que no era capaz de matar a todos sus personajes en la hoguera así que casi se le muere la novela si no es porque supo dar la vuelta y salvar a algunos de los protagonistas con evidente alivio para ella. Dice también que escribir la Historia del rey transparente le sirvió para tener menos miedo a la muerte y que algún lector también le ha comentado lo mismo así que supongo que la escritura le sirvió de terapia.
El retrato de la época es como un decorado de película, la historia es ucrónica, es decir, que la novela se desarrolla a partir de un punto en el pasado en el que algunos hechos pudieron suceder de forma distinta a como sucedieron en realidad, especulando sobre alternativas ficticias. El punto que separa la realidad histórica de la ucrónica se llama punto Jonbar y les recomiendo hacer “ctrl +clic” encima del enlace para que lean algo de él porque es algo fascinante.
A una novela histórica a veces se le añaden mitos como el de la Papisa Juana que no es real pero que da fuerza al relato y elementos que, sin ser reales enlazan perfectamente con lo que se quiere contar.
Para finalizar este andamiaje de la novela vamos a hablar de varios aspectos fundamentales: el primero es que hay que dar a leer el primer borrador a cuatro o cinco buenos lectores de tu mismo gusto (suelen ser amigos pero no es imprescindible. Lo que sí lo es, es que tengan sentido crítico suficiente para no halagarte por pura amistad) y que sepan decirte porqué les gusta.
Lo segundo es poner a reposar la novela un par de meses y no pensar en ella. Pasado ese tiempo les preguntas a tus primeros lectores qué les ha parecido y que te hagan las críticas, siempre constructivas, tampoco es cuestión de hundirte.
Luego reimprimes, lees como si fueras un lector ajeno y es ahí donde ves infinidad de errores garrafales. A partir de esa lectura se rehace lo necesario en una segunda redacción fuerte. Al final, con las galeradas viene el cepillado necesario para dejarla lista para su edición y, voilá, tenemos una novela.
Lean, disfruten. Que esta crónica les sirva como excusa para leer por primera o segunda vez la Historia del rey transparente y sean muy felices, caramba, que mañana además de salir el sol nacen al mundo miles de libros, miles de historias que , como las de Rosa Montero pasaron por todas las fases, desde “huevecillo” hasta cepillado final.
A su ritmo.