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Sabidurías Cunqueirianas. Por : José Manuel V.Vilaboa Bernárdez

 Alvaro-CunqueiroSigue una enumeración de pequeñas sabidurías que he ido anotando a partir de mis lecturas de la colección de artículos de Álvaro Cunqueiro publicada en 2012 por Follas Novas (_»Los días» en La Noche_)

( José Manuel V.Vilaboa Bernárdez.)

 





Sabidurías Cunqueirianas. Por : José Manuel V.Vilaboa Bernárdez

 

 1. Que a los poetas se les acercan, las más de las veces, palabras imposibles a las que no queda más remedio que hacerles un lugar en el poema, escucharlas, reducirlas y exigirles que, pues que han aparecido, formen parte de la luz que es toda poesía.

 

 2. Que las palabras, en la poesía, son la piel del mundo, pero la piel que recubre a la vez las regiones visibles e invisibles y que cuanta más parte invisible del mundo sea revelada, más profunda, veraz, espléndida es la poesía, más fuego trae de abajo, más claridad crea arriba.

 

 portada3. Que en China era tan grande el respeto por la caligrafía que lo tenían hasta los animales y que si un lobo, o un zorro, o un perro, o un cuco, o una serpiente encontraban un papel escrito en el suelo procuraban encontrar a alguien que les leyera lo que decía allí. Parece ser que tal interés alcanzó a los animales gallegos y si no que le pregunten a Argimiro Méndez, cazador de Bérdolas, de quien se hizo amigo un zorro. El zorro (de nombre Pius) pidió a Argimiro que le leyera una carta que encontrara en el monte? Argimiro no sabía leer pero fue a buscar a su hijo de nueve años que, balbuceando, leyó: «Querido Celestino: mándame cien cajas de mixtos, de las de a perra gorda, y que se  tengan secas, pues las últimas no encendían. Tu primo que lo es, Benito». El raposo, decepcionado, desapareció y Argimiro no volvió a verlo.

 

 4. Que en tiempos había vendedores de sueños y que, seguramente, habría avaros compradores del sueño del oro y lujuriosos compradores de sueños con bailarinas hermosas y tiranos compradores del sueño del poder total pero que los más sabios, seguramente, comprarían sueños sencillos, como el de estar tumbado a la sombra de un manzano en flor viendo pasar las nubes de abril y oyendo el mirlo.

 

 5. Que todo se lo está llevando el viento.

 

 6. Que los primeros catadores de vino fueron aquellos tíos o abuelos de Sancho Panza que, reconocieron, en vino de pellejo, el uno sabor a hierro, y el otro a madera, y que lavando el odre salió una llave que tenía atada una tablilla que indicaba que puerta abría. Y los segundos fueron unos exiliados de Samos en Paros a los que se unió un médico borracho, Tadeo, a quien sus amigos regaran con los más ilustres vinos samios. Tadeo prometerá no sacarse nunca las ropas teñidas por el vino. Sus compatriotas, oliéndolo, decían que vino mojara tal parte o tal otra de sus vestiduras. Y aún hubo uno que pidió permiso para chupar el manto, donde tiñera cierto vino, que el bebía cuando andaba en amores. Tadeo le permitió que chupase tres veces.

 

 7. Que hay libros de otoño, cuya lectura debiera ir acompañada «por el largo mugido del salvaje viento del oeste, por la loca carrera de las hojas secas en los caminos de los bosques, cuando la lechuza despide catarrosa al topo que se retira a invernar a su palacio de polvorientas cúpulas, y por el aullido lejano del lobo a la luna, lejana lámpara cuyo rostro ocultan, de vez en cuando, confusas, negras nubes, que viajan lentamente…»

 

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