Cuando en los años 70 este maliense se asentó en Bamako, la capital del país, para trabajar en la emisora de radio estatal, y empezó a escuchar, gracias a un amigo, a las grandes figuras del blues de los Estados Unidos como John Lee Hooker, Otis Redding o James Brown, aquella música le sonó muy familiar. Y eso era así porque el blues norteamericano tiene una raíz profunda en el continente negro y en esa misma raíz estaba desarrollándose el estilo musical de Ali Farka Touré, capaz de sacar de su instrumento tradicional de una única cuerda sonidos muy similares a los que aquellos grandes músicos sacaban de sus guitarras. ( Alfredo Rodriguez)
Ali Farka Touré: El blues de África. Por : Alfredo Rodríguez.
Nacido en el seno de un grupo étnico caracterizado por su dedicación al ejército, de hecho su padre falleció en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial combatiendo con el ejército francés, Touré (Kanau, 1939, Bamako, 2006), no quiso seguir la tradición familiar y, sin contar con la aprobación inicial, empezó a dedicarse a la música.
Eso fue después de ser el único de diez hermanos que llegó a la edad adulta, y de ahí el sobrenombre de “farka”, palabra que significa “asno”, un animal muy apreciado por su tenacidad y capacidad de trabajo. En una zona de religión islámica en su mayoría, persiste un sustrato animista relacionado con los espíritus que habitan en el río, los ghimbala, de tal forma que las personas capaces de comunicarse con ellos tienen una especial consideración social.
La abuela de Touré tenía esa capacidad que luego le sería atribuida también a Touré después de un episodio en el que una serpiente se le enroscó en el cuello y después de quitársela él mismo, empezó a tener ataques epilépticos además de perder la capacidad para sentir el frío o el calor. Después de curarse en un pueblo cercano al de Niafunké, al cual se había trasladado la familia después del fallecimiento de su padre, incluso se le quiso conducir por el camino de ese peculiar sacerdocio animista, y aunque se negó a ello esos espíritus del río, del cual se consideraba un hijo, siempre estuvieron presentes en su música y a ellos cantaba y tocaba su música.
Precisamente el primer contacto musical de un chico que había conducido su infancia por los campos de cultivo de la familia, estuvo en esas ceremonias religiosas en las que se daban cita cantantes y músicos de distintas partes del país, eso unido a los viajes que llevó a cabo por el país ejerciendo diferentes oficios le pusieron en contacto con la tradición musical de Malí.
En palabras del propio Touré: “Necesitaba conocer la música y amarla a través de los muchos héroes fallecidos y los que siguen vivos en esta tierra, porque la historia permanece. Así que esto me dio la oportunidad de conocer la cultura de esta música, su saga, su leyenda y su historia.”
Con doce años tuvo su primer instrumento, una djerkel, es decir, una guitarra de una única cuerda, y cuando en 1956 pudo ver en directo a su compatriota el guitarrista Keita Fodeba, decidió que su instrumento iba a ser la guitarra, instrumento al que añadiría el ngoni, un laúd de cuatro cuerdas; el njarka, una suerte de violín también de una cuerda; y la flauta de bambú. A todo ello unió el conocimiento de hasta seis de las lenguas que se hablan en el país.
La primera oportunidad que tuvo de salir a tocar fuera de Malí, le llegó en 1960, año en el que el país se independizó de la metrópoli francesa, y el primer presidente maliense, Mobido Keita, buscó la promoción cultural de su país por medio de sus músicos. Así, en 1968, formando parte de un grupo muy amplio, Touré viajó a un festival en Sofía, capital de Bulgaria, donde lograría, además, comprar su primera guitarra, ya que hasta ese momento tocaba con guitarras prestadas.
Su presencia en la radio de su país le permitió empezar a dar a conocer su música a todo Malí, y de ahí enviar una serie de grabaciones al sello parisino Son Afric, que darían lugar a su primer disco, con canciones en las que ya aparecen los temas recurrentes en la carrera de Touré y que no son otros que “el amor, la amistad, la tierra, la paz, los espíritus del río y Malí”, tal y como explica Lucy Durán.
Con los años se fue ganado una gran reputación tanto en Malí como fuera del país, con oportunidad de grabar discos con personalidades de la talla de Ry Cooder (con el que grabó un disco titulado Talking Timbuktu que le valdría su primer Grammy), Taj Mahal o el intérprete de kora Toumani Diabaté, con el que daría a luz el trabajo titulado The heart of the moon, en 2005, que le reportaría su segundo Grammy.
Hombre apegado a la tierra, a su país, a sus tradiciones, Touré dio una serie de conciertos de enorme éxito por Europa después del disco con Diabaté, y la fatalidad, en forma de cáncer de huesos, le impidió participar en el lanzamiento del disco Savane, convertido así en el legado musical póstumo del bluesman del desierto.
Marina Filgueira García
noviembre 23rd, 2012
El blues me en canta, es una música profunda, fantástica.