Antes de analizar las colonias que se construyeron en Madrid a principios del siglo pasado como solución a los problemas de la vivienda, deben explicarse los motivos que dieron lugar a su realización; ¿qué problemas se daban en la ciudad para que una de las soluciones propuestas por los técnicos encargados de rediseñar la ciudad sea la construcción de lo que hoy conocemos como colonias? Si nos paramos a estudiar la historia de Madrid como ciudad, veremos que desde mediados del siglo XIX, y sobre todo, desde principios del XX sufrirá grandes transformaciones acordes con las nuevas necesidades que el desarrollo de la revolución industrial exigirá a la mayoría de las ciudades europeas en esta época; no siendo por ello lo sucedido en la capital de España una excepción.
(Virginia Seguí)
Arquitectura: Las colonias madrileñas de principios del siglo XX. Por: Virginia Seguí
La modernización de las ciudades se encontrará con las trabas que a cada una de ellas le impone su propia realidad estructural, proveniente, en muchos casos, de la época medieval; diseño que, en general, no había requerido hasta entonces grandes transformaciones; pero que con la llegada de la industrialización y el aumento de población provocado por las migraciones campo-ciudad será necesario modificar; el desajuste estructural provocado en la ciudad por el impacto de la Revolución Industrial que desde el Reino Unido se extenderá al resto de Europa y naciones civilizadas siendo una de las causas subyacentes en la construcción de colonias en el Madrid, de principios del XX. Algunos de los arquitectos e ingenieros encargados de rediseñar y adecuar urbanísticamente la ciudad a los nuevos tiempos consideraron que la construcción de colonias era una de las mejores opciones para solucionar algunos de sus problemas. Esta solución no era una novedad; y ya había sido aplicada en otras muchas ciudades de nuestro entorno que con anterioridad habían sufrido los mismos problemas como consecuencia de su industrialización
El aumento demográfico es de gran magnitud y se produce en un corto espacio de tiempo, lo que dificulta la adecuación de las estructuras de la ciudad a la nueva situación; condicionando también su crecimiento que se produce de forma incontrolada y desordenada; básicamente por la falta de normativa u ordenanzas que frene la acción de los especuladores dando lugar a la aparición de zonas suburbiales, con el consiguiente hacinamiento de la población y precariedad en la vivienda; a lo que se une la incapacidad de las infraestructuras existentes para mantener las condiciones higiénico sanitarias necesarias; lo que conduce a la aparición de enfermedades y epidemias que tendrán en este ambiente un caldo de cultivo apropiado para su propagación. En este sentido las palabras de Benevolo en su obra Diseño de la ciudad: “Hacia 1830, el cólera se difunde por Asia hasta Europa y en las grandes ciudades se desarrolla la epidemia obligando a los gobiernos a corregir, por lo menos, las deficiencias higiénicas […]” y no solo será el cólera el que haga su aparición sino la tuberculosis, la peste, el tifus, etc.
Todos estos problemas acabarán por concienciar a las autoridades de la necesidad de tomar medidas tendentes, por un lado, a controlar el crecimiento de la ciudad y por otro a fijar nos límites a la creciente especulación.
Si consultamos cualquier hemeroteca y leemos los periódicos y revistas del siglo XIX y principios del XX podemos comprobar cómo en esas fecha los medios de comunicación se hacen eco de estos problemas cada vez más frecuentes en las ciudades; y el tema tuvo la suficiente entidad como para ser tratado también en las novelas de la época; la escritora Faustina Sáez de Melgar en su obra Los Miserables de España, editada por Vicente Castaños en 1862 habla de una de estas epidemias en estos términos: “El cólera-morbo asiático, ese devastador y cruelísimo azote, hacia horribles estragos, penetrando su mortífera plaga en todas las calles de Madrid, sin dejar barrio ni plaza por apartadas o saludables que fuesen […]”
Ya hemos indicado anteriormente que la solución de las colonias de habitación para la población obrera en las ciudades industrializadas es tan antigua como lo es la revolución industrial; siendo, naturalmente, Inglaterra el país donde vemos los primeros ejemplos. En este caso serán ricos empresarios con preocupaciones sociales los que planteen este tipo de soluciones; en muchos casos destinados a sus propios obreros; actuaciones que inicialmente fueron consideradas filantrópicas; aunque, sin duda, son un antecedente de las viviendas obreras y construcciones que se realizaron en el Madrid de principios del siglo XX. En este sentido también los párrafos de la obra de Faustina Sáez de Melgar citada anteriormente, que en su capítulo XXII indica: “<La Colonia> tiempo es ya mis amables lectores de que conozcáis la hermosa y saludable colonia que con el nombre de Santa Clara habíase construido fuera de la puerta de Alcalá y á espensas de la condesa Blanca. Era un barrio entero de preciosas casas iguales casi todas, con seis ú ocho habitaciones cada una, que por un precio módico podían adquirir los industriales y familias pobres que, disfrutando de un continuo sueldo, solo pueden habitar en el centro de la corte las buhardillas y quintos pisos. Por el mismo precio que les costaba en Madrid una chiribitril insalubre, lóbrego y con un ascenso de ciento y tantos escalones, encontraban en la colonia cuatro ó cinco piezas desahogadas, claras, bien ventiladas y con poca escalera. […]” Cómo vemos, en este caso, la escritora adjudica la realización de una colonia de viviendas destinada a los industriales madrileños a la filantropía de una mujer: la condesa Blanca; cuestión, sin duda, a destacar dada la posición de la mujer en su época. Destacaríamos tanto este hecho como el que sea una mujer la que propone, en una de sus obras, la construcción de una colonia de las características descritas como solución a la vivienda obrera; ya que ello implica su conocimiento de las teorías que en este sentido habían desarrollado industriales e intelectuales ingleses o franceses.
La llegada de movimientos artísticos como el realismo, el expresionismo o/y el naturalismo literario imperantes a finales del siglo XIX, consecuentes con el momento histórico vigente, permitirán plasmar a artistas y literatos la situación que se vive en las ciudades con toda su crudeza.
Aldo Rossi en su obra L’Architettur della citta, se plantea los límites de la ciencia urbana, indicando su relación e implicaciones de ésta con la ciencia humana lo que siempre es un reto para la primera; lo que es tanto como decir que el verdadero reto de la ciencia urbana es planificar una ciudad habitable por el hombre.
Hay que considerar también que los problemas descritos se producen en una época en la que impera el liberalismo y la ciudad organizaba bajo esta filosofía es acorde con ella; creciendo y conformándose como resultado de la superposición de muchas iniciativas públicas y privadas; lo cual, en principio, no es malo; si no fuera porque ante la escasez de normativa y la descoordinación de las iniciativas provoca un cierto caos en las estructuras urbanas haciendo su crecimiento incontrolado. Será necesario un cambio de mentalidad en los poderes fácticos de la ciudad; es decir el poder político y el económico deberán ponerse de acuerdo y trabajar de forma coordinada en estos aspectos; lo que no sucederá en España hasta por lo menos el último tercio del siglo XIX; cuando la situación sea más grave haciéndose casi insostenible. El siglo XIX es conocido como el siglo de las revoluciones liberales, el siglo en que la burguesía llegará al poder; a ella le compete crear la ciudad contemporánea. Las ideologías de los hombres que gobiernen el estado será clave en las intervenciones que los poderes públicos hagan en la ciudad.
En Madrid el proceso legislativo llevado a cabo por los poderes públicos respecto a la ciudad puede resumirse así:
En 1787 dentro de un plan ideado para solucionar el problema de las posadas secretas y de su crecimiento incontrolado y, en general el problema que se estaba planteando por el encarecimiento y escasez de la vivienda, Jovellanos propone a Floridablanca, la posibilidad de ensanchar la ciudad existente, construyendo fuera de sus límites. Y es curioso comprobar que cuando casi un siglo después se quiera acometer el mismo problema el planteamiento será el mismo que el propuesto por Jovellanos. En este primer antecedente en el que nos remontamos a fechas en las que los efectos de la revolución industrial aún no se dejaban notar en Madrid, vemos cómo Jovellanos es, no obstante, consciente ya del problema que se vivía ya en la ciudad, y que para él la cuestión es importante, tanto como para hacer una propuesta en este sentido a Floridablanca; aunque ésta no vaya a ser tenida en cuenta.
A mediados del siglo XIX la Ley de Inquilinato, publicada en 1842, trata de organizar el sistema de alquiler de viviendas, el crecimiento de la población aconseja que los poderes públicos regulen y controlen este proceso. En 1852 una Real Orden posibilitará la construcción de casas para pobres, en lo que podría considerarse la primera normativa relativa a la construcción de viviendas obreras. Contemplaba también medidas destinadas a mejorar sus condiciones higiénicas, sanitarias, etc., planteando la construcción de dichas viviendas en la periferia de la ciudad. En 1863 y tras el fracaso de la Ley de Inquilinato, se plantea su reforma pidiendo asesoramiento a la Academia de Ciencias Morales y Políticas y a la Sociedad Económica Matritense; instituciones favorables a la libertad de contratación y no del control del precio de los alquileres; aunque proponen la construcción de nuevas viviendas con incentivos, planteando exenciones fiscales, subvenciones, cesión de suelo para su construcción, etc.; todo en ello en la búsqueda de medidas que favorezcan su abaratamiento y su realización. Se vuelve a la idea de ensanche; como medio de control del crecimiento interno en las ciudades y como solución a los problemas planteados en la ciudad preexistente. Benevolo al hablar del diseño de la ciudad indica que el rapidísimo crecimiento de las ciudades en la época industrial incide tanto en la transformación del núcleo precedente, que se convertirá en el centro del nuevo organismo como en la formación, alrededor de este núcleo, de un nuevo cinturón construido de viviendas o periferia.
Una proposición de Ley para el desarrollo de la propiedad urbana y el ensanche de las poblaciones, intentará crear una base jurídica que posibilite el crecimiento organizado de la ciudad; debiendo a la vez llegar a un pacto con los poseedores del capital fijando la intervención de cada uno de ellos en el tema, condición indispensable para acometer la reformas con posibilidades de éxito.
En 1857 se aprobará un Real decreto que autoriza al Ministro de Fomento a acometer el proyecto de Ensanche de Madrid, C Mª de Castro será el encargado del anteproyecto, recibiendo la aprobación definitiva en 1860, lo que conducirá finalmente a un crecimiento planificado de la ciudad que solucione los problemas existentes. El territorio que se verá afectado por al ensanche de Madrid, está limitado a una superficie aproximada de 1494 ha., la ciudad vería ampliado su perímetro en 19 km. El crecimiento estaba planteado en cuadrícula, orientada en sentido norte-sur, articulada por manzanas de diferentes dimensiones, según las zonas. El trazado en cuadrícula se conoce como trazado Hipodámico, ya que su creador fue Hipodamo de Mileto quien lo desarrollo en la reconstrucción de la ciudad de Mileto tras su destrucción el 494 a.C en la guerra contra los persas.
De 1878 data un proyecto de Ley en el que se hacía referencia al problema de la vivienda obrera e intentaba dar solución al tema favoreciendo la construcción de barriadas para obreros; en 1893 fue creada la Comisión de Reformas Sociales y el Instituto de Reformas Sociales con el objetivo de estudiar todo lo que interesaba para el mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera, a partir de 1889 ambas instituciones seguirán las pautas fijadas en los Congresos Internacionales de Habitaciones Baratas que iniciaron su actividad ese mismo año; de 1907 es un estudio titulado Preparación de las bases para un proyecto de Ley de casas para obreros; proyecto que al año siguiente se convirtió en el Proyecto de Ley de Casas Baratas. Toda esta serie de iniciativas favoreció la construcción de las colonias de obreros madrileñas. Ya en 1922, ligada a la Ley anterior de casas baratas, un reglamento de 1922 abre la posibilidad de que los Ayuntamientos construyan ciudades satélites de casas baratas, aunque administrativamente siguieran dependiendo de ellos tendrían autonomía de servicios.
Dando un salto en el tiempo cabe señalar que tras su construcción y con el paso del tiempo las colonias madrileñas fueron sufriendo modificaciones; las nuevas normativas no han favorecido su mantenimiento, sino que han representado su integración en la ciudad, cuestión no siempre acometida con el cuidado y la planificación que cada caso requería; la situación ha provocado la sensibilización ciudadana que ha exigido una respuesta por parte de las autoridades municipales; en 1980 el Ayuntamiento de Madrid procede a una modificación del Plan General en los ámbitos de 29 de estas colonias, para intentar adaptarlas a las realidades construidas; el mismo documento establece también la necesidad de un estudio pormenorizado de cada una de ellas antes de acometer planes especiales de protección.
El diseño de las ciudades se ha complicado con el tiempo y las transformaciones sociales; de manera que la creación o la intervención en el tejido urbano ha ido exigiendo una serie de conocimientos cada vez más extensos que superan el ámbito arquitectónico, por ellos los técnicos tradicionales arquitectos y/o ingenieros tuvieron que convertirse también en urbanistas y aunque siempre ha sido necesaria una visión de conjunto de la ciudad para cualquier intervención en ella; lo cierto es que en la actualidad esto es una condición sine qua non y se plantea como algo imprescindible. Pues la oportunidad que se les presenta a arquitectos e ingenieros durante los siglos XIX y XX no tiene parangón; ya el dar solución a los problemas de la ciudad moderna les permitirá demostrar su verdadera valía al ser sus intervenciones urbanísticas de gran magnitud algunos ellos pasarán a la posteridad y serán recordados precisamente por ellas; como sucede con Haussmann en París o Cerdá en Barcelona. El ciudadano actual sabe apreciar una buena planificación de la ciudad pues si ésta se ha realizado con visión de futuro, sus efectos se dejaran sentir durante años apurando sus soluciones al límite. Solo entonces valoramos en su justa medida la calidad de su trabajo, cuando sentimos sus efectos en nuestra vida diaria.
Los antecedentes de las colonias o las ciudades jardín se remontan a la primera mitad del siglo XIX, inicialmente fueron consideradas soluciones utópicas; como las teorías de Robert Owen; siempre que interpretemos que lo que este rico industrial pretendía hacer era organizar una comunidad autosuficiente, en la que se aprovecharan las ventajas del campo y de la ciudad a la vez. El ideario de Ruskin sobre la vivienda unifamiliar puede considerarse también un antecedente de las colonias; ya que su intención era sustraer a las familias del desorden y promiscuidad que se vivía en las ciudades. Ambos llevarán a cabo sus ideales. Owen en 1825 en la ciudad de Harmony (Indiana) aunque debe adaptar su comunidad ideal a un pueblo preexistente y la experiencia sea un fracaso. Ruskin en 1871 construyendo un suburbio-jardín en las proximidades de Oxford que también acabará en fracaso. Pero lo importante de estas ideas es que fueron recogidas por otros industriales con las mismas inquietudes y continuaron profundizando en ellas, consiguiendo que los proyectos fueran cada vez más viables; de este modo Ebenezer Howard crea un movimiento conocido como el de las ciudades jardín; es un simple empleado del Tribunal de Londres al que, al parecer, después de leer un libro sobre el movimiento cooperativista americano, se le ocurrió aplicar sus principios a una ciudad modelo; propagará sus ideas por medio de un folleto que publico en 1898 titulado: Tomorrow, a Peaceful Path o Real Reform, fundando ese mismo año una sociedad con el nombre de Garden City an Townplanning Association, y editando también una revista en un intento de conseguir crear un movimiento ciudadano que apoyara sus ideas.
El movimiento se extenderá por los países industrializados que sufren en sus ciudades los mismos problemas; de esta manera en Francia, Charles Fourier, idea un tipo de organización ideal para comunidades humanas que denomina: Falansterio; es un modelo muy atractivo y son varios los países que siguen su ejemplo y llevan a cabo experimentos del mismo tipo. Juan Baustista Godin lo retomará, transformándolo en lo que se ha venido en llamar: Familisterio. Gracias al arquitecto Lenoir llevó a cabo su proyecto en 1859 construyéndolo en un terreno de 16 hectáreas. Quizás fue Emile Justin Menier, otro industrial francés, preocupado por las condiciones de vida de sus obreros e interesado en las ideas de los anteriores, quien ejecutará un proyecto que entronca más directamente por las ciudades jardín. En 1874 construirá una fábrica en la ciudad de Noisiel y en un terreno cercano de unas 20 ha. de extensión construirá unas casas dobles de ladrillo con sótano destinadas a convertirse en las viviendas de sus obreros. Algunos escritores franceses recogen en sus obras estas realidades constructivas, La historia de la vida privada, dirigida por P. Aries y G. Duby, recoge que el falansterio de Fourier fue magnificado por Eugenio Sue, indicando también que este nuevo edén fue celebrado por otros escritores franceses finiseculares como es el caso de Héctor Malot en su novela titulada En Famille, obra traducida al castellano como Sin familia. El movimiento continuará su andadura y las iniciativas se multiplicarán, por ejemplo en 1909, la Sociedad minera propiedad de Dourges había construido 500 viviendas de este tipo para su personal, comenzando la edad de oro del chalé normando con armazón visto que invadirá Francia.
España, al igual que estos otros países, acometerá también la construcción de este tipo de viviendas, el movimiento de la ciudad-jardín es recogido en nuestro país principalmente por el jurisconsulto y sociólogo catalán Cipriano Montoliú quien las introdujo en España fundando en 1912 la “Sociedad Cívica: La ciudad Jardín”, dependiente del Museo Social de Barcelona, se editará un libro ese mismo año titulado: La ciudad jardín. Ya hemos visto al principio de este trabajo como la escritora Faustina Sáez de Melgar recogía en su obra Los miserables de España, publicada en 1862, la idea de la colonia o ciudad jardín; mencionando el tema para solucionar problemas de vivienda de la clase obrera; en la obra la colonia se describe así: “formábanla cuatro calles dispuestas como una cruz; en el centro se estendía una hermosa plazuela con una gran fuente en medio, cercada de un lindo jardincito. Los surtidores formaban juegos hidráulicos, elevando el agua á una gran altura y comunicando á aquel sitio una deliciosa frescura. Los vecinos no tenían necesidad de acudir á este manantial, porque en todas las habitaciones tenían fuentes. […] Cuatro suntuosos edificios formaban la linda plaza. Eran un hospital, enfrente del palacio de la condesa; á la izquierda la iglesia; á la derecha un gran establecimiento de beneficencia, que tenía tres departamentos comprendidos en esta forma: primero, casa de curación; segundo, inclusa; tercero escuelas públicas paraniños y niñas, […], contiguos a la iglesia, varios edificios destinados á objetos benéficos; uno de ellos se destinó para asilo de mendicidad otro para fábrica donde se daría trabajo continuo á centenares de familias.”
Ya hemos destacado el conocimiento que esta autora demuestra tener de las ideas utópicas que en este sentido se estaban desarrollando en Europa; y aquí vemos cómo aunque de forma incipiente e idealizada las planteaba como solución a las viviendas de la clase obrera, dotándolas además de muchos de los servicios que escaseaban en la ciudad real y contraponiéndolas a las buhardillas o pisos altos y carentes de servicios donde normalmente vivía la clase obrera madrileña de su época.
Otra muestra del interés que las viviendas obreras suscitaban en España se conserva en el Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que en su legajo 132-3/5 recogido en la Memoria que con ocasión de la Exposición Universal de París de 1867 se le encargó realizar al comisionado por la Sección de Arquitectura de la citada institución, en ella al hablar sobre cómo debió haberse realizado dicha Memoria, se indica que lo ideal hubiera sido que sus textos estuviesen ilustrados por imágenes para que se comprendieran mejor, lo que no había podido realizarse al no viajar delineantes en la expedición encargada de realizar esta tarea; ni tampoco estudiantes de Arquitectura quienes también hubieran podido realizar las ilustraciones además de ampliar sus conocimientos sobre el tema. Al parecer, esto no pudo realizarse pese a estar prevista una inversión destinada a sufragar los gastos de una posible expedición artística ya, según se indica, el Ministro de Instrucción Pública dispuso que se desplazaran a París dos alumnos pero a cargo de la Dirección de la Escuela no de la Comisión de la Academia y no a estudiar la Exposición en general sino más concretamente a estudiar la viviendas y/o las casas y poblaciones obreras, ya que la cuestión suscitaba tanto interés que en la Exposición se le dedicaba un apartado especial al tema.
En el caso español es evidente que no podemos dejar de citar a Arturo Soria y su Ciudad Lineal; quien en 1882 formularía su propuesta y proyecto en la prensa madrileña, más concretamente en el periódico: El Progreso. Su proyecto de Ciudad Lineal es una solución más a los problemas de la ciudad y la vivienda obrera; está planteado como un enlace o cinta de unión entre ciudades ya existentes. Se trata de una superficie de 500 m de ancho que se extiende con una vía central en la que se sitúan los transportes públicos, la viviendas se distribuyen a lo largo de la vía, organizadas en grupos y separadas por calles transversales, ocupando parcelas mínimas de 400 m2; 80 de ellos construidos y el resto de jardín, a cada familia le corresponde una casa, una huerta y un jardín. Volviendo por tanto a la idea de combinar el binomio campo-ciudad.
Arturo Soria llevó a cabo su proyecto en Madrid, aunque sólo se realizó uno de los tramos; el comprendido entre Chamartín y la carretera de Aragón, de unos 5 Km. de longitud. En 1894 fundó una sociedad para llevar a cabo el proyecto: La Compañía Madrileña de Urbanización; a través de ella gestionó la compra del terreno, lo urbanizó y construyó parte de él; los trabajos se iniciaron en 1896, a partir del año siguiente publicara una revista en la que difundirá sus ideas; llegando a convertirse en una especie de boletín de los habitantes de la Ciudad Lineal. En 1911 el proyecto está en su apogeo se habían construido 680 viviendas y residían en ellas unos 4000 habitantes; en 1914, coincidiendo con la Primera Guerra mundial la compañía suspende pagos y en 1920 muere Arturo Socia con lo que su proyecto se paraliza.
Las ideas de Soria son extremadamente interesantes destacando la gran importancia que confiere a las comunicaciones; los transportes públicos adquieren en su proyecto gran relevancia; algo que aunque en nuestros días es obvio, en su época estaba aún por desarrollar y suponía una gran visión de futuro. Se puede vivir en la periferia o en el campo pero el acceso a la ciudad es primordial sobre todo cuando el lugar de trabajo se encuentra apartado de la vivienda. Su proyecto incluía también dotar a su ciudad de todos los servicios necesarios para hacer la vida de sus habitantes lo más cómoda posible: proyectando construir hospitales, escuelas, comercios, edificios administrativos, etc. Benevolo considera que aunque la idea de Arturo Soria es importante y fructífera, su concreción material es demasiado simplista; no obstante tendrá la suficiente relevancia como para ser retomada por generaciones posteriores que, partiendo sobre todo de la relación vivienda acceso al trabajo, repetirán el mismo planteamiento de construcción lineal en la misma dirección, conformando y dando lugar por tanto a ciudades o urbanizaciones que entroncan con la idea propuesta por Arturo Soria; esto puede verse en los estudios de teóricos alemanes de los años veinte que fueron desarrollados y parcialmente aplicados en la Rusia de la década siguiente. También podemos encontrar puntos de contacto con las ideas de Soria en La cité linéaire Industrielle del arquitecto francés Le Corbusier.
(continuara…)
Amando Carabias
diciembre 14th, 2011
En primer lugar, bien-retornada a este espacio, Virginia.
Interesantísimo artículo en donde se muestra la importancia de tantas cosas. Destaco esta frase, me parece clave para entender tanto el fondo del asunto como el propio artículo:
«Aldo Rossi (…) se plantea los límites de la Ciencia Urbana, indicando su relación e implicaciones de ésta con la ciencia humana lo que siempre es un reto para la primera; lo que es tanto como decir que el verdadero reto de la ciencia urbana es planificar una ciudad habitable por el hombre»
catherine
enero 12th, 2012
Muy interesante. Como hablas de Le Corbusier y que ahora, después de contruir en las afueras, de reunir pueblos y gran ciudad en una enorme población, se piensa que lo mejor es construir la ciudad encima de la ciudad con torres autosuficientes, menciono la Maison du fada (la casa del tonto) como la gente de Marseille llama el edificio construido hace 60 años por Le Corbusier según estas ideas vanguardistas.