La historia de Betsabé, esposa del rey David está llena de luces y sombras. Traidora, pérfida, intrigante, o valerosa, digna, valiente. A lo largo de los siglos, pintores, poetas, analistas han recreado e investigado sobre ella y su personalidad. Le han dotado de distintas características, le han hecho ser protagonista o simplemente un ser pasivo, según la propia época adoptara unos esquemas de pensamiento u otros.
Es otro caso evidente de cómo las mujeres pueden ser objeto de análisis sin que en realidad vayamos al fondo de su personalidad y sus motivaciones.
Virginia Seguí nos acerca las claves en este ensayo, de mujer tan singular.
Betsabé … la pérfida mujer que sedujo al rey David. Por: Virginia Seguí.
Si nos atenemos a los pasajes bíblicos del Libro de los Reyes en los que se relata la historia del rey David que incluyen la de Betsabé; comprobamos que ella apenas tiene protagonismo, su historia no está individualizada y acabará siendo una más de sus esposas; aunque eso sí, quizás, la más deseada y amada por él y la única por la que se convirtió en asesino.
Los autores de la Biblia no destacan en ella ninguna iniciativa o actividad; si exceptuamos su labor intercesora en primer lugar ante su esposo, el rey David, para recordarle su promesa y conseguir acceso al trono de su hijo Salomón como su legítimo sucesor y, después, ante éste último, una vez entronizado, para que consintiera en el matrimonio de su hermano Adonáis con la mujer que deseaba.
La protagonista real de la historia es la pasión que el rey David siente por Betsabé; la joven es, curiosamente, un personaje pasivo sobre la que recaen las acciones del rey.
La escena más famosa del relato se centra en el baño de Betsabé; un baño, en principio, plácido y tranquilo, idéntico al que debía tomar cualquier otro día, para ella, un baño más pero que al ser observado por el rey David… y despertar en él sus más profundas y abyectas pasiones será determinante y acabará por conducirle al adulterio, la violación y el asesinato con el único fin de satisfacerlas.
Según el relato bíblico «Sucedió que una tarde levantóse David de su lecho y, paseando por la terraza del real palacio, divisó desde lo alto de la azotea a una mujer que se estaba bañando. Era la mujer de extraordinaria belleza, David envió a preguntar por ella y se le informó: <Trátase de Betsabé, hija de Eliam, esposa de Urías el hitita […] Entonces David comisionó, a algunos para que se la llevasen, y, llegada ella donde él, yació con la misma cuando se purificaba ésta de su impureza menstrual, y luego ella se tornó a su casa«.
Esta actuación del rey no debía ser algo fuera de lo habitual; hay que considerar que ostentaba todo el poder supremo y ella no era más que una simple mujer que solo destacaba por su belleza; según el relato, no opone ninguna resistencia a los deseos su soberano pese al adulterio que suponía yacer con él. Y, en principio, nada parece indicar que una vez satisfechos sus deseos David hubiera vuelto a ocuparse del tema; pues es el aviso de la joven comunicándole su estado de gravidez lo que parece obligarle a actuar: «La mujer concibió y mandó recado a David, avisándole en estos términos: <Estoy encinta>», esta es la escueta pero certera confesión que aparece en el texto sagrado.
Ante esta situación el rey intentará por todos los medios que Urías vuelva a su casa y yazca con su esposa lo que, llegado el momento, justificaría su preñez y evitaría los recelos de su esposo; Urías, sin embargo, preocupado por la situación del ejército que se encuentra desplegado ante la ciudad de Sukkot y suponiendo próxima la batalla no consiente en ir a casa y regocijarse con su esposa; esto obliga a David a tomar una difícil decisión: buscar su muerte; por ello le envía con una carta personal a Joab, jefe del ejército y persona de su total confianza, en la que le ordena que le coloque en primera línea de fuego dejándole después a merced del enemigo provocando así su muerte. Joab acata las órdenes del rey y Urías fallece en el asedio, David tras ser informado de lo sucedido tomará a Betsabé como esposa.
El texto bíblico critica el adulterio que comete el rey al poseer a Betsabé y desde luego el asesinato de Urias; aunque el adulterio, en definitiva, pasa a ser un hecho sin consecuencias; no sucede lo mismo con el asesinato de Urías, acción por la que David recibirá el castigo divino viendo enfermar y morir a su hijo poco después de su nacimiento.
Tras su matrimonio, David y Betsabé concebirán otro hijo al que llamarán Salomón, que acabará por sucederle en el trono de Israel tal como, en su día, el rey prometió a Betsabé; aunque esto requiera la intervención de su madre que, ante sus vacilaciones, deberá recordarle su promesa.
El relato no valora ninguna cuestión relacionada con Betsabé; ni sobre sus sentimientos ni sobre sus reacciones convirtiéndola en un personaje frío y casi invisible; las acciones de otras personas recaen sobre ella pero esto no parece afectarle directamente ni a su persona ni a su vida; no se comenta ninguna reacción por su parte. El autor del relato se inhibe del tema y constata así el papel de las mujeres de su época; como simples objetos, al menos en manos de quien ostenta todo el poder.
Cabe dentro de lo posible que ella accediera gustosa a las lascivas pretensiones del rey David; pero esto es algo que el autor del texto considera accesorio. El tratamiento del personaje bíblico de Betsabé se diferencia del que se da a otras mujeres del Antiguo Testamento, como Débora o Judith, cuyas acciones las hacen acreedoras de ser consideradas mujeres de fuerte carácter lo que las convertirá en heroínas para el pueblo judío.
Puede decirse también que la actuación de David es similar a la de Zeus, en la mitología griega, que yace a su antojo con todas las mujeres por las que se apasiona sin que ocurra nada; exceptuando la ira que despierta en Hera su esposa. Y es algo que, sin duda, en la actualidad sería considerado como una sucesión de violaciones.
El paso del tiempo ha ido variando la interpretación de la historia siempre en perjuicio de Betsabé; quien llegado un momento pasó a convertirse en la causante de los deseos lascivos de David; de esta forma su baño dejó de ser algo inocente para convertirse en provocador; un método más de los que emplean las mujeres para atraer a los hombres y subyugarles y que, sin duda, usó Betsabé para conseguir que el rey David cayera en sus redes.
Según relata Erika Bornay en su estudio sobre las mujeres bíblicas en época barroca en algunos países de la Europa septentrional, en particular en Alemania, la historia se interpretaba como un ejemplo de la astucia de las mujeres sobre los hombres que atraídos por su belleza y sexualidad se tornaban innobles y malvados; este relato pasó a ser lo que se ha venido a denominar un <Exemplum malum>; algo que se citaba en los sermones o en los textos para evitar que otros hombres sucumbieran ante las mujeres igual que hizo David cuya única culpa, al parecer, sería la de ser un mero voyeur provocado.
Reau recoge, en sus estudios sobre Iconografía cristiana, las costumbres de la época e indica que David mantenía un verdadero harén comparándole con un sultán oriental. Estando constatado que tuvo muchas mujeres; aunque de entre todas ellas las más conocidas sean: Mical o Micol hija de Saúl, Abigaíl, Betsabé y Abisag, aunque Betsabé fue la más amada y, que en un momento dado paso a ser considerada como una representación de Iglesia, esposa de Cristo, sustraída al príncipe del Mundo, representado por Urías.
Paolo de Benedetti, teólogo y biblista italiano, nos indica que el nombre de Betsabé significa <hija del juramento> (Bath-seba) y dice: «que toda su vida transcurre bajo ese signo, en cuyo nudo se origina el hado de la casa de David con la ruina de Jerusalén como término más allá del mesías. Adulterio, homicidio, lujuria.» Colocando a David durante estos críticos momentos cerca de las profundidades del infierno, siendo el episodio de Betsabé la nota más baja de su lira.
Manifiesta también que la Biblia nos presenta a Betsabé siempre impenetrable y vacía como un objeto, <Era muy bella> como una estatua idolátrica ante la cual van acumulándose los pecados y la ira divina, y David la tuvo en sus manos como a un talento de oro.
Por su parte San Bruno considera que Betsabé en el baño deseada por el viejo rey David simboliza a la iglesia purificada por el Bautismo, que Cristo desea por su belleza y que arranca a Satanás; interpretación que Reau tacha, cuando menos, de audaz ya que invierte los papeles glorificando a la mujer adultera y haciendo culpable al marido engañado.
En el plano artístico la escena más representada ha sido la del baño que, además, ha ido cambiando con el paso del tiempo y las culturas; si en ocasiones esta acción se limitaba a ser un baño de pies pronto irá cambiando y ya en algunos salterios medievales podemos verla representada completamente desnuda aunque, acorde con el relato bíblico, aún ajena al deseo que despertaba en David.
El Renacimiento cambió esta visión y Betsabé pasará a ser una mujer real activa y por ello considerada una hija de Eva, una especie de Venus Vulgar (Nuditas criminalis) y su baño se transformará en una provocadora toilette con la que rendir a sus pies al rey.
El tema tendrá bastante interés para los artistas de todas las disciplinas al incluir el desnudo femenino, siendo representado con frecuencia incluso en obras religiosas. En un momento dado, con el paso del tiempo la diversificación será tal que convivirán cronológicamente todas las versiones ya que cada artista hará su propia interpretación que dependerá de muchos factores, entre ellos: el destino y finalidad del cuadro, el ámbito cultural del artista y su adscripción ideológica y/o religiosa, etc.
La escena puede verse representada en diversas obras; entre ellas tenemos: el Tesoro de plata de Chipre datado en el siglo VI y conservado en el Museo Metropolitano de Nueva York. Datados en el siglo XIII tenemos un bajorrelieve del zócalo de la portada derecha de la Catedral de Auxerre y una Biblia Moralizante conservada en Bodleian Library en Oxford; donde podemos ver a Betsabé desnuda bañándose en una cuba y observada por David situado detrás de una puerta. El Salterio de Juan de Gante del siglo XIV, la presenta bañándose en un arroyo, aunque en Jerusalén sean escasos.
Ya en el siglo XV Hans Meiling, la representa desnuda, en uno de los paneles de un tríptico, saliendo del baño mientras una sirvienta le alcanza la camisa. En el Libro de Horas de Louis de Laval, Jean Colombe, la representa recogiéndose la falda y dándose un baño en los pies.
Del siglo XVI data el tapiz con la Historia de David y Betsabé tejido en Bruselas hoy día en el Museo de Cluny. Lucas Cranach presenta a David espiando a una Betsabé que simplemente se lava los pies.
Luca Giordano, ya en el siglo siguiente, la representa rodeada de mujeres de su casa, cuando se dispone a entrar en el baño, este cuadro forma pareja con otro que representa a Susana en el baño. Rubens la representa sentada con los senos desnudos junto a una fuente, un paje negro le entrega una carta del rey David mientras la sirvienta peina su rubia cabellera. Rebrandt también utilizará el recurso de la carta para representarla.
Ya en el siglo XVII Troy la representa también en otro cuadro formando pareja con otro dedicado a Susana y los viejos. Francisco Hayez, Gustave Moreau, Chagal y otros retomarán también el tema a partir del siglo XIX; el último de ellos recogerá su labor intercesora ante David.
Pese a todo esta escena no es la única representada pues también existen ejemplos de otras como la entrega de David a Urias de la carta secreta con su condena a muerte; o los reproches de Natán a David sobre su comportamiento y el anuncio del castigo divino del que Natán será portador y/o sobre la posterior penitencia de David; aunque en ellos no aparece ya la imagen de Betsabé.