“Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños, pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros.” (Las babas del diablo. Julio Cortazar.)
Es una historia sencilla de soledad y largos silencios, de nubes blancas, parques verdes, mimos, chicas, modelos, artistas. Son los años sesenta de aquel largo verano de Londres, de fumar marihuana, beber, posar, fiestas y conciertos, que después se extendería al resto del mundo.
( Elías Gorostiaga)
Blow Up. Michelángelo Antonioni revisitado. Por: Elías Gorostiaga.
Un fotógrafo (David Hemmings) que apenas habla o que solo exige y que sale camuflado como un obrero más de una de esas fábricas inglesas de Consort road, que viene de robarles el alma fotos-de-obreros, a los obreros y de escapar de allí con una bolsa llena de carretes, en su Rolls Royce Phanton Drophead Cupe. A partir de ahí vemos el desarrollo de lo que es una sesión fotográfica con la modelo Verushka. David Hemmings en su papel de artista joven (veinticinco años) está por encima de todos, vive una vida de artista, caprichosa, en sesiones extenuantes y dentro de aquella caja dorada de los años sesenta, hasta que, sale a pasear con su cámara y llega a un jardín donde encuentra a una pareja que pasea, les fotografía y la chica al darse cuenta sale tras el, le reprocha, el se desentiende y pelean por el carrete. Sucede algo que no sabemos, esa es la intriga (basada en el cuento de Cortázar) y a partir de ahí gira el resto de la película. El suceso del parque va llegándonos a base de ampliaciones (blow up) de una de las fotos allí tomadas.
La estética de aquel momento, narrada de forma magistral y la canción Stroll On de The Yardbirds, hacen el resto. Mientras escribo esto, esa canción me rebota de un lado a otro de la cabeza, como una obsesión, porque la película en si termina atrapándote, envolviéndote y no te deja ya nunca mas, incluso todavía hoy me sigue enviando información, energía, me sigue ofreciendo buenas sensaciones. Durante años salí a fotografiar con mi cámara y me encontré con gente que salía a pasear con su cámara de fotos, creo que todos aquellos habían visto Blow up y todos querían parecerse a aquel joven David y no es para menos, porque por muy sociable que quieras ser, de alguna forma te quieres identificar por ser tu mismo (y que los demás lo reconozcan), alguien que se sale del grupo y se convierte en una individualidad, su mirada cínica que analiza cada movimiento de las modelos y en especial de la chica del parque (Vanessa Redgrave) rodeada de una estética pop (al estilo de Jane Birkin) que no envejece. Antonioni saca de esos ojos, arrogancia, estilo, excentricismo y una visión de arte dentro del arte y de juego dentro del juego y en ese espectro de luz, siempre he visto brillar a Giacometti, Ray Lóriga, Oscar Wilde, Alberto García-Alix, Andy Wharhol, Polanski, ese tipo de artistas auténticos que transgreden el orden con el orgullo de ser como son, especiales y salir bien parados, con suficiente carácter para luchar por el mástil roto de una guitarra, para una vez conseguida, dejarla tirada en el medio de la acera.
La película se apoya en el cuento de Julio Cortazar y el cuento se apoya en el viento, enormes silencios y soledad, con secuencias largas que es tal y como termina, ayudada de un plano en el que se ve a un solitario Hemmings, siguiendo con la mirada un partido de tenis entre mimos y una pelota invisible, una pelota que el devuelve cuando se sale del campo, ante la complicidad de todos los demás, un plano cenital final que comprime en un solo punto, la totalidad de la película.
Fue premiada con la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes 1966, al Mejor director.
“Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio”