José Julio Perlado nos acerca en estas fechas las relaciones entre la gastronomía y la literatura; son mucho más frecuentes de lo que pensamos, y si nos centramos en el tema de las Navidades mucho más aún.
Asistimos en esta crónica a lo que un cronista del siglo XVII nos cuenta de la cena de reyes y duques en España…
Quizá dentro de un par de siglos nos cuenten las de hoy…
Lean la crónica y ¡que aproveche!
Cena de Navidad del Siglo XVII. Por José Julio Perlado.
Cuenta Diego San José -escritor madrileño e historiador español, célebre cronista de Madrid -, que nada más amanecido el 24 de diciembre de 1610, el cocinero mayor de su Majestad el Rey Felipe III, Francisco Martínez Montiño, desembarazándose de capa, sombrero y espada, se ciñó con limpísimo mandil, se cubrió con un gorro blanco, reunió a los pinches en torno suyo y les habló de la siguiente manera:
– Hoy es día de los que entran pocos en libra. Supongo que todo cuanto se ha menester estará ya dispuesto, los fogones encendidos y las piezas preparadas. Voy a leeros lo que está dispuesto:
Sacó un papel y leyó: “Labor del día”:
“Comida para sus majestades y sus altezas: perniles con los principios, olla podrida, pavos asados con su salsa, pastelillos saboyanos de ternera, hojaldrados, arteletes de aves sobre sopas de natas, bollos de vacía, perdices asadas con salsa de limones, capirota con solomo, salchichas y perdices, lechones asados con sopas de queso, espolvoreada con azúcar y canela, hojaldres de masa de levadura con enjundia de puerco, pollos asados.
Postres: albérchigos, duraznos, peras en almíbar, requesón de Miraflores, toronjas, azúcar rosado, calabacete, mermelada de membrillos, jalea de Granada, ciruelas de Génova, nueces en conserva, huevos encañutados, potaje de castañas.”
– Sin olvidar – añadió – los cuernecillos de venado para su Majestad.
Y tomando otro papel, siguió leyendo:
Si esto es para la comida, para la cena de Navidad de sus majestades, altezas reales y su excelencia el duque de Lerma, señores de los consejos, embajadores y dignidades eclesiásticas, prepararemos lo siguiente:
“Capones asados, ánades al horno con salsa de membrillos, pollos con escarolas rellenas, empanadas inglesas, ternera asada con salsa de oruga, costrada de mollejas de ternera e higadillos, zorzales asados con sopas doradas, pastelones de membrillos y huevos mexidos, cabrito asado y mechado, empanadas de liebre, pichones ahogados, platillos de aves a la tudesca, truchas fritas con tocino magro, empanadas de pavo en masa blanca, besugos frescos cocidos, palomas torcaces en salsa negra, manjar blanco y buñuelos de viento.
Postres: melones, uvas, limas verdes, pasas, almendras, orejones, camuesas, peras, aceitunas, queso, conservas y suplicaciones.”
De los vinos el cocinero mayor no hizo mención porque estaban fuera de su jurisdicción.
Aunque el reinado de Felipe III – cuenta el cronista – se señala como uno de los más míseros que haya sufrido la monarquía española, hasta el punto de tener que pedir de puerta en puerta para atender a las necesidades del inepto soberano y no poder encenderse los fogones muchos días por falta de artículos de primera necesidad, al llegar la Navidad, aunque sólo fuera por rendir tributo a la fiesta tradicional, se echaba la casa por la ventana, como en lenguaje popular suele decirse.
Ese 24 de diciembre de 1610, dispuestos la sucesión de manjares que iban a ofrecerse, Francisco Martínez Montiño cerró el acto en la regia cocina con estas palabras:
· “Y ahora a trabajar todo el mundo, sin que nadie se distraiga y si alguno se siente retozón y estorba a los demás o los apedrea con enjundia de gallina, se le planta en la calle sin decírmelo siquiera, que no estoy para perder el tiempo en niñerías.”
Amando Carabias
diciembre 26th, 2013
Me ha entrado indegestión sólo de leerlo. Vaya estómago. ¿Y se sabe algo de la digestión entre la comida y la cena?