Mesa redonda dentro del ciclo “Premios Nobel Americanos” en Casa América.
Queridos lectores de Alenarte. Dentro de la programación cultural del mes de octubre siempre nos gusta pasar por las puertas de Casa América ya que suelen organizar interesantes actos para celebrar el día de la Hispanidad.
Este año, como no podría ser de otro modo, muchas de las actividades han focalizado su atención en la figura del recientemente fallecido García Márquez, así que nos ha parecido que sería de su interés acercarles al menos uno de los actos que han tenido lugar este mes y como la figura del colombiano tiene muchos paralelismos con la del norteamericano no nos hemos resistido a acercárselos a ustedes este mes. ( Carlos Feral )
De Yoknapatawpha a Macondo: Faulkner y García Marquez en Perspectiva. Por : Carlos Feral.
Para los que no son muy fans de Faulkner, lo primero que les pido es que se tomen una cervecita tranquilos e intenten pronunciar Yoknapatawpha sin un solo error y a la primera. Si no lo consiguen no se preocupen. Quizá sea cuestión de perseverar, o de tomar unas cuantas cervezas más y verán cómo les sale sin pestañear. Bromas aparte, como sé que muchos de ustedes son curiosos y se preguntan qué quiere decir la palabra tan rara que nos quiere colar este articulista este mes, se la aclaro con mucho gusto y así empezaremos a desvelar el título de este artículo, copiado literalmente del de la mesa redonda a la que asistí el pasado día seis. En realidad Yoknapatawpha es una región, un condado ficticio, apócrifo, creado por William Faulkner inspirado en el condado de Lafayette, Mississippi, donde el autor vivió toda su vida y donde encontró inspiración para su ópera magna, de la cual estoy seguro que si no la han leído al menos han oído hablar: Absalon, Absalon. Es curioso que Macondo, de G. García Márquez es también el lugar imaginario y apócrifo de su localidad natal, la caribeña Aracataca. ¿Coincidencia? Lo desvelaremos más adelante. Un poco de paciencia por favor.
Inició el acto la moderadora, editora también, Dña. María Pizarro, que como introducción nos dijo lo que estábamos pensando el noventa por ciento de los asistentes, y seguro que el noventa por ciento de los lectores que han leído a Faulkner: que es un autor muy difícil.
La profesora de la Universidad Complutense y especialista en literatura norteamericana Dña. Carmen Méndez García nos advirtió que Faulkner no es un escritor para llevarse a la playa y tumbarse a descansar. Era Faulkner un autor sureño y eso le marcó en su obra. Muy poca gente sabe que fue guionista en Hollywood pero claramente por motivos económicos ya que no era fácil ganarse la vida siendo Faulkner en tiempos de Faulkner. Las editoriales no veían en él a una mina de oro, aunque supieran con certeza que se trataba de un genio, de un escritor extraordinario. Faulkner escribía de lo que sabía, de Mississippi. Sus temas: raza y clase, la impronta del Sur. Después de la Guerra de Secesión americana aparece la figura de la aristocracia venida a menos con el añadido de afroamericanos reclamando sus nuevos derechos. Tradición y nostalgia del perdido Sur son temas de sus obras pero, cuidado, no se lleven a engaño. Faulkner no era un nostálgico del Sur ni compartía muchos de los valores de aquellos que defendían la esclavitud o la segregación. El gran valor de Faulkner como escritor es que esos valores los metía dentro de los personajes hasta hacerlos perfectamente creíbles y es por eso que muchos ven a Faulkner como un antiguo caballero sureño lleno de prejuicios racistas.
La escritura de Faulkner es cierto que se hace difícil al lector y eso se debe a la presencia de narradores múltiples, intenciones ocultas y en muchos casos a las largas oraciones y a la compleja puntuación de sus escritos.
El escritor y periodista D. Pedro Sorela puntualizó que a Faulkner hay que leerlo en orden y comenzando a hacer un paralelismo con G. Márquez nos recuerda que el hermetismo del primero es opuesto totalmente a la claridad del segundo. Hay que tener en cuenta que G. Márquez tiene treinta y un años menos que Faulkner y que era un pobre estudiante en Barranquilla cuando un compañero de estudios que tenía más recursos económicos y que viajaba a Estados Unidos con cierta frecuencia le acercó por primera vez un libro de Faulkner que trajo en uno de sus viajes a Norteamérica.
Con la complicidad de algunos de sus compañeros y un librero catalán convirtieron a Faulkner en un maestro de escritores para su círculo.
Si buscamos paralelismos hay que recordar que tanto Faulkner como G. Márquez estuvieron en París en su juventud, si bien es verdad que con distinta suerte. Faulkner se alistó en las Fuerzas Armadas canadienses y aunque no pudo combatir quedó impactado por las corrientes artísticas parisinas, sobre todo el Cubismo que tuvo una gran influencia en alguna de sus novelas (creo recordar que en “Mientras agonizo”). García Márquez sin embargo fue como corresponsal del Espectador y debido al golpe de estado en Colombia en los cincuenta, se quedó sin trabajo en París donde llegó incluso a pasar hambre. Fue la época en la que escribió El Coronel no tiene quien le escriba. Sin embargo ya había escrito La Hojarasca, su novela más faulkneriana. La atmósfera pesimista, la soledad, los dos pueblos dominados por familias venidas a menos pero aún voraces de poder (leer a Rodríguez Monegal, 1981:117) son temas compartidos. El secretario de la Academia Sueca, Lars Gyllensten, afirmó: “Sus grandes novelas nos llevan a pensar en William Faulkner (…) Como en Faulkner, los mismos protagonistas y personajes secundarios aparecen en diversas narraciones (…) García Márquez ha creado un universo propio, el mundo que rodea a Macondo, el pueblo inventado por él”.
Los dos tienen más coincidencias. Admiraban a sus abuelos. El de Faulkner fue un coronel sureño y el de G. Márquez le hizo de padre ya que, su padre, telegrafista en Aracataca, le envió a vivir con el abuelo que también fue un héroe a su manera porque sirvió a las órdenes del muchas veces derrotado militar Rafael Uribe Uribe, cuya trayectoria presenta similitudes con la del coronel Aureliano Buendía, tantas veces derrotado y que cansado de luchar, arregla un tratado de paz y se retira a su casa a fabricar pescaditos de oro que luego vuelve a fundir para empezar desde cero otra vez. El General Uribe también se retiró a su aldea esperando una pensión que nunca llegaba hasta que, un día, frente al Capitolio Nacional murió asesinado por dos carpinteros allá por el año 1914.
La costa de G. Márquez es una costa remota, perdida del mundo. En Colombia, lo único importante era Bogotá, era un país muy centralista y G. Márquez, al igual que Faulkner, resume el mundo en un sello de correos y crea Macondo como Faulkner creó Yoknapatawpha. Las dos regiones son negras y mulatas y las dos tenían algo muy especial: la música.
García Márquez tuvo la oportunidad de viajar por el sur de Estados Unidos y vio la semejanza con la región del Caribe Colombiano.
Estas y muchas otras coincidencias mirando a ambos autores en perspectiva nos abren los ojos a la influencia que Faulkner tuvo en las obras más importantes de G. Márquez y por qué éste le alzó siempre a la categoría de maestro de escritores.
Disfruten del audio y les paso un enlace del vídeo de casa América para que le pongan rostro a los protagonistas de esta mesa redonda.
Videos: Autoría de la Casa de América.
Vídeo dos: Autoría TVE.