Desde siempre, se ha tenido a bien interpretar las obras intelectuales, adecuándolas a nuevos formatos, según el criterio de aquellos que las rescatan y actualizan. Es algo que hemos asumido y que prolifera debido, quizá, a la gran cantidad de plataformas de comunicación con las que contamos en las últimas décadas. Así, hemos visto textos literarios adaptados al cine, obras teatrales adaptadas a la danza, exposiciones pictóricas que, por su disposición, son interpretadas dentro de un contexto nuevo y diferente al que fue el de su origen… Unas veces con más acierto que otras, o con más o menos respeto a la esencia consustancial a cada obra.( Laura Gómez Récas )
Don Giovanni en el Real: Habichuelas por arroz o el poder de la interpretación. Por : Laura Gómez Récas.
Pero gracias a esta práctica, de vez en cuando, uno se tropieza con el mal mayor de la soberbia y el intrusismo desalmado. Este mes de abril, el Teatro Real de Madrid ha programado dentro de su temporada de ópera la obra maestra de W. A. Mozart, Don Giovanni, una obra fundamental y cumbre dentro de la música de todos los tiempos. Mozart compuso Don Giovanni, basándose en el libreto de un colaborador suyo en varios trabajos, Lorenzo da Ponte. No es un libreto vacuo; sino que, al contrario, está dentro de unos parámetros trágicos y argumentales complejos que se abren a la percepción de todo buen espectador. Es la historia del burlador, de la figura rotunda de donjuan por tantos autores recreada dentro de una sociedad culturalmente tocada por el catolicismo meridional, que nos habla, desde el otro lado de nuestra realidad, de la vida consumida de forma desaforadamente hedonista y de la muerte, de su búsqueda inconsciente y no menos desaforada.
Hoy, en cualquier producción de este tipo, hay una figura importantísima: la del escenógrafo, que es el recreador de una propiedad intelectual que no le pertenece. En este caso que nos ocupa, Dmitri Tcherniakov, como director de escena y escenografía, consigue lo que parecía imposible: que Mozart parezca muerto, que don Giovanni carezca de fuerza vital y se convierta en un mequetrefe sin atractivo dramático alguno. Consigue, también, desmantelar el libreto original, ¿para qué respetar la disposición de los personajes? Tcherniakov leyó el libreto una noche en que bien podía estar afectado de una dolencia gástrica y decidió que los personajes podían formar una familia, que las localizaciones se las podía pasar por alto y que algunas escenas merecían su creatividad más que su interpretación. ¡Pobre Mozart, que se topó con da Ponte y no tuvo la suerte de hacerlo con Tcherniakov! ¡Él sí que sabe lo que quisieron decirnos hace más de dos siglos los dos autores! De hecho, se permite el lujo de decelerar a la orquesta, de arrastrar por el escenario a los intérpretes sin lógica argumental y de pasarse bajo el arco del triunfo, con perdón, lo que otros crearon de la nada.
Estamos muy habituados a asistir a tropelías como ésta, a que nos cambien los ingredientes del arroz a la paella y tragarla sin más, con gozo y delicadeza, aunque el arroz lo hayan sustituido por habichuelas, el sabor de las gambas se asemeje al del tocino y los guisantes tengan la perfecta textura de los perdigones. Lo único auténtico en el don Giovanni del Real era la paella, el recipiente. Algo mermado, eso sí, porque al señor Tcherniakov le gustan los escenarios reducidos (ya lo demostró con el Macbeth, de Verdi, el pasado mes de diciembre). Debe ser que en su calidad de todopoderoso no se ha parado a pensar en que no todo el mundo tiene tres mil euros para sentarse en una butaca de platea y recibir el sonido del bel canto sin tubos imposibles o cierres del espacio escénico que no dejan llegar a todo el aforo ni siquiera el aroma del plato: la voz de los intérpretes.
Los intérpretes… pero eso es otra historia, ¿o, no?
Amando Carabias
abril 26th, 2013
Me encanta la ironía con que tratas un asunto tan lamentable y tan frecuente, por desgracia.
mayusta
abril 29th, 2013
Totalmente de acuerdo. Todavía – y por mucho tiempo- vamos a recordar nuestro cabreo y el de la mayoría del público razonablemente entendido del día de la representación, tanto por la lamentable puesta en escena como por la insulsa interpretación de los cantantes, tal vez porque no se creían lo que estaban haciendo…Los abucheos fueron plebiscitarios.