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El Bibliobús en Segovia. Un aniversario. Por : Amando Carabias.

Aunque los medios de comunicación de masas se empeñen en lo contrario, estoy seguro de que lo que ahorma y da sentido a la mayoría de los minutos de nuestras vidas es lo pequeño, lo apenas visible, lo que no ocupa cabeceras de prensa, ni siquiera en sus páginas interiores, salvo contadas excepciones.

bibliobus generalitat republicana1938.

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Cuando estas líneas sean publicadas, habrá finalizado la muestra que ha hermoseado más aún el Patio de Columnas de la Diputación Provincial de Segovia entre el 19 de abril y el 10 de mayo, con el objetivo de conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la puesta en funcionamiento en esta provincia del servicio de Bibliobús. Sin embargo, la exquisita y evocadora muestra no es la razón de mi colaboración, sino el propio servicio de los bibliobuses provinciales. Hemos contemplado —al ver libros, fotografías, recortes de prensa y dibujos infantiles convertidos en colección de marcapáginas— la evolución de parte de la historia de España, de parte del modo de editar libros, lo cambiante de las modas…, el envejecer de las cosas, y el intenso magnetismo que siempre irradian los libros, más cuanto más vetustos. Sirva pues esta exposición como referencia, marco, trampolín y espoleta para hablar acerca de su significado: en apariencia, algo pequeño, con leve repercusión —tal que susurro inaudible en mitad del ruido de los días—; sin embargo conviene saber, como comentan las compañeras que lo prestan (María Jesús, Esmeralda y Pilar), que la llegada del bibliobús se convierte en una especie de fiesta mensual tanto para adultos como para niños, sobre todo en los pueblos más pequeños y alejados de la capital u otro núcleo de los diecisiete de la Provincia que cuentan con su biblioteca convencional. ( Amando Carabias María )

El Bibliobús en Segovia. Un aniversario. Por : Amando Carabias.

Además, por dos razones, la conmemoración de estas bodas de plata, me produce una emoción especial, que se torna reconocimiento, aunque apenas sea un eco de lo que debiera. La primera razón a que aludía es que no entiendo mi existencia sin libros; hasta tal extremo me parece incomprensible vivir sin ellos, que he tenido la osadía y la suerte de haber escrito y publicado algunos. El segundo motivo es más íntimo, si cabe: el puñado de mis obras forma parte del fondo de los bibliobuses de la Diputación de Segovia y, por tanto, podrían ser leídos por algún lector o lectora desconocido. Ésta es la meta máxima a la que aspiramos quienes escribimos, por ello figurar en cualquier catálogo de cualquier biblioteca —y más si tiene ruedas— es una de las más altas recompensas a nuestra tarea.

Para quienes somos urbanitas a tiempo completo, a veces resulta difícil entender que sea necesario que alguien de fuera acerque algo tan aparentemente sencillo como una buena colección de libros de los que se quiere disfrutar por un tiempo, pero que por un buen puñado de motivos no se está en condiciones de adquirir.

La historia de los bibliobuses es ‘invento’ relativamente moderno y, como tantas otras cosas en este mundo contemporáneo, se debe a una iniciativa estadounidense. En concreto en 1905 Joshua Thomas, de la biblioteca de Hagerstown (Maryland), hizo una primera ruta en un carro móvil con unas sesenta y seis paradas para prestar libros a los granjeros. En 1918 se puso en funcionamiento el primer bibliobús en sentido estricto, en Hibbing (Minnesota). La primera iniciativa en España se debe a la Generalitat de Cataluña que durante la Guerra Civil —en colaboración con los hospitales para soldados— servía a los soldados republicanos. Habría que esperar a 1953, siendo Ministro de Educación Joaquín Ruiz Jiménez, para que se inaugurara oficialmente el primer bibliobús de España que recorría los suburbios madrileños.

bibliobus Segovia

bibliobus Segovia

Siguiendo con la referencias pretéritas, pero ya centrados en Segovia, este Servicio cuenta con un humilde predecesor, las maletas viajeras que dependían —como los actuales bibliobuses— del Centro Coordinador de Bibliotecas de la Diputación. Previa petición del maestro del pueblo, en ellas se incluía un lote de libros —entre cincuenta y sesenta— de las más variadas materias. Según la memoria de 1972 del referido Centro Coordinador, aquel año se disponía de sesenta y cinco unidades, parte de las cuales ni siquiera descansaban en verano, pues pasaban buena parte de la jornada en cinco o seis jardines de la capital; con esta modalidad de estío colaboraba el Ayuntamiento de la capital quien “gratificaba a las señoritas encargadas de las mismas” (sic). La fría estadística dice que estas maletas llegaron a 14.671 lectores en 1963. Si he dicho lo que he dicho respecto del servicio de bibliobuses, ¿qué debería escribir acerca de estas maletas de cuero verde oscuro y repujado…?

En este artículo, pues, celebro la prestación del servicio. Como si fuera una más de las diecisiete bibliotecas convencionales que existen en otros tantos municipios —excluyendo la capital—, y dependientes del Centro Coordinador de Bibliotecas, tres autobuses que se desplazan a ciento treinta y ocho municipios segovianos, a donde regresan cada tres semanas y atienden a setenta y tres colegios de educación primaria con cuatro mil quinientos alumnos. Celebro también que el servicio cuente con un fondo de 85.500 volúmenes para préstamo (no sólo libros, sino material audiovisual y electrónico) que abarcan prácticamente toda la sabiduría humana: medicina, filosofía, política, biografía, historia, novela, poesía, ciencia…, libros infantiles, juveniles. Y celebro, sobre todo, que estos datos (apenas un pálido retrato numérico del servicio) tengan su respectivo correlato en el espejo de los usuarios: sesenta y cinco mil préstamos en 2012, unos siete mil socios y 28.700 visitas de socios usuarios. Pero no busco una fría enumeración de cifras que, al fin y al cabo, son sombras fluctuantes e interpretables. Celebro su esencia y su sentido, así como a las personas que lo encarnan, porque su tarea va más allá de lo exigible reglamentariamente. Porque hay decisiones que se tomaron hace veinticinco años, que —como vengo repitiendo desde el principio— aparentan escasa envergadura, pasan casi desapercibidas para la mayoría, pero, de hecho, cambian la vida de muchas personas, quizá de alguno de los 28.700 visitantes que el año pasado acudieron a estos vehículos que recorren las vías provinciales a diario.

Suelen ser los inicios los que mejor definen el cimiento sobre el que crece y madura todo proyecto. Para explicar el de los bibliobuses segovianos mis palabras estorbarían, así que transcribo parte de las de mi amiga y compañera, Susana Vilches Crespo, que actualmente ejerce como bibliotecaria de la Diputación, y que hace veinticinco años estuvo entre quienes gestaron e iniciaron este servicio, palabras las suyas que se han podido leer por los visitantes a la exposición conmemorativa y que amablemente nos cede:

Todos los comienzos son difíciles, a veces, inciertos. Incertidumbre porque todo vaya bien, nada más y nada menos. De antemano sabíamos que el trabajo iba a ser duro, un no parar entre pueblo y pueblo, entre parada y parada; un iniciar y enseñar a los usuarios qué era aquello que estacionaba en sus colegios y plazas.(…)

Las rutas que se elaboraron entonces constaban de unos tres o cuatro municipios, en horario de mañana, mientras que por la tarde se atendía a uno o dos, número que variaba en función de sus características de población y distancia a la capital. (…). El bibliobús, por entonces, no paraba en todo el año, tenía salidas incluso durante los periodos vacacionales de los escolares.

El trabajo de recogida de datos de lectores y la ejecución de los préstamos, así como de expedición de carnés, se hacía manualmente (…).

La llegada a los colegios se convertía en un momento emocionante para los niños, momento que esperaban con ansiedad; entraban en tropel al Bibliobús y armaban un poco de alboroto, pero era el momento más alegre del día. (…).

Y llegando al final, no podemos dejar de citar a una persona fundamental en la historia del Bibliobús: Concha Carretero, la Directora del Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas por aquél entonces, que puso todo su entusiasmo y diligencia en que el proyecto funcionara. Y vaya si funcionó. Destacar también la figura del conductor, por aquellos años, Luciano Gómez, quien puso todas sus fuerzas y buena voluntad en que el Bibliobús llegara a su hora a los municipios, incluso a los más alejados de la provincia, pasando a veces verdaderos apuros en situaciones climatológicas extremas, como la nieve invernal o el calor del tórrido verano segoviano.(…)

Primeros bibliobús en Madrid

Primeros bibliobús en Madrid

Han pasado ya algunos días desde que ha acabado la muestra, pero podría decirse que entre las columnas del patio aún revolotea el eco del barullo infantil que varias mañanas han traído a nuestros oídos los niños de algunos colegios que se han acercado a verla. No es difícil imaginar a lo que se refiere Susana, cuando evoca el guirigay que les esperaba cuando llegaban a los pueblos y los escolares se acercaban al bibliobús.

Creo que algunas de las reflexiones escritas por Susana, no serán distintas a las que se hagan cada jornada Pilar Martín, Esmeralda Arribas y María Jesús Artalejo quienes, conducidas por los hermanos José y Fernando Sanz y por Mariano Matesanz, recorren nuestra geografía ofreciendo un poco de cultura, de ese semillero que de alguna manera servirá (aún en estos tiempos) para abrir horizontes y poder acceder a algo tan básico y necesario como una biblioteca pública. Como tampoco han de ser muy distintas las sensaciones de Esmeralda, María Jesús y Pilar cuando comentan con los lectores que acuden al bibliobús para devolver el préstamo hecho tres semanas antes. Como no ha de ser distinto lo que María Jesús, Pilar y Esmeralda sientan cuando una lectora o un lector les solicitan orientación para escoger el libro de una próxima lectura…

Todos sabemos —estas líneas lo prueban— que Internet ha cambiado notablemente nuestras costumbres, también en el medio rural, aunque en menor medida que en zonas urbanas. Pues bien, a pesar de ello —y esto debiera proclamarse en los centros del poder donde se toman o se tomarán ciertas decisiones—, la llegada del bibliobús de la Diputación es uno de los acontecimientos del mes, al menos para un puñado de personas que viven en alguno de los ciento treinta y ocho pueblos que reciben este servicio. Y de estas cosas nimias —insignificantes para quienes elaboran los grandes números—, pero que ahorman y dan sentido a la mayoría de los minutos de nuestras vidas, saben mucho quienes cada día recorren kilómetros y kilómetros acercando algo tan poco ‘eficaz’ y tan poco ‘productivo’ como libros hasta pueblos ‘irrelevantes’ de menos de trescientos o de cien habitantes.

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  • Flamenco Rojo

    mayo 22nd, 2013

    Un magnífico invento el bibliobus…y las bibliotecas de los distritos municipales de las que somos usurios hace años, que está la cosita mu mala…

    Un abrazo escribidor y un beso para mi amiga bibliotecaria Susana.

  • catherine

    mayo 23rd, 2013

    No es lo mismo saber que puedes leer cualquier cosa en Internet o tener uno o dos libros en tu mesita, tuyos durante tres semanas y ni un día más.
    Me he perdido la exposición en este patio de la Diputación pero gracias a ti, Amando, me imagino segoviana otra vez.

  • Susana

    mayo 23rd, 2013

    Un gran invento, desde luego. Una manera de acercar la cultura (sobre todo en los tiempos en que no existía internet o el ebook) a la gente más alejada de las ciudades y con menores recursos socioculturales. Las cosas han cambiado mucho (tanto para las bibliotecarias como para los usuarios) en veinticinco años de bibliobús.
    Mi admiración hacia ellas, que tienen mucho mérito.

  • seguicollar

    mayo 23rd, 2013

    Si, un gran invento; cuando yo era pequeña no había casi bibliotecas y entonces todos los miércoles venía el Bibliobús y se ponía en la calle de Romero Robledo, al lado de nuestra casa, y bajaba con mi madre para coger libros, era estupendo, yo esperaba el miércoles con ilusión para cambiar los que ya había leído por otros nuevos; muchas gracias Amando por recordarme estos momentos tan felices, un abrazo

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