El vientre del arquitecto de Peter Greenaway y las formas, la generación de emociones, el vacío de los círculos y la música, la intensidad de esa música de Win Mertens y Glenn Branca, esa música que podría flotar sobre Madrid mientras paseas, mientras paseas por Roma, te dejas llevar por el dolor de estómago, por algún dolor mientras el piano avanza sobre ti, tu memoria, tu ruina, eres el resultado de una ruina que ha crecido, que te seguirá y se sentará en el Café del Círculo de Bellas Artes, donde la luz no es buena para leer, donde los ventanales declaran una vez y otra la lucidez de los arquitectos y de las mazmorras.
Celebro así el número cien, estamos en Alenarte, la revista de Alena Collar en la que colaboro desde hace treinta números (por lo menos), mes a mes.
( Elías Gorostiaga).
El Círculo de Bellas Artes y la Cultura amenazada. Por: Elías Gorostiaga.
El Círculo es la rueda, la cúpula, el ombligo del hombre, el vientre del arquitecto, el iris, la calma, la lentitud de los erizos, la fatiga de los árboles, las columnas romanas clavadas sobre piedra, la eternidad menor o igual que una cantidad constante, radios en círculos imaginarios.
Hoy saltan todas las alarmas, el Círculo pierde las subvenciones. Sueño con un país en el que la belleza no dependa de las horribles máscaras de políticos de paso, hoy saltan las alarmas, el Círculo pierde soporte, se tambalea.
Las manos de los pianistas, la emociones de los mimos, la voz y la palabra de los actores, el ojo de los fotógrafos, de los cineastas, las manos de los escritores, los redactores de Alenarte levantamos la mano para sujetar ese edificio que se tambalea construido en 1926 por Antonio Palacios. Sueño con que los museos, las galerías, los festivales no dependan de ningún presupuesto del Estado, Ayuntamiento ni mucho menos de criterios arbitrarios de concejal de clase alguna, sueño que todo lo que tiene valor se sostengan por su propia gestión.
He oído recitar poesía en la sala de las columnas, he fotografiado a la diosa Minerva que forma parte del cielo de Madrid, he asistido a fiestas, presentaciones de libros, he subido por sus escaleras de mármol, he mirado y me han mirado, he admirado y me he sentido como en casa, arropado, es la casa de todos en la que se mezclan aromas, sabores, en el que el edificio interactúa de azotea a pie de calle y nosotros somos sus defensores, sin el Círculo estaremos más solos, más perdidos, luchamos por el placer, esos son nuestros intereses a tumba abierta.
Hoy celebro el 100 de Alenarte sin conocer a Alena, pero le agradezco que me acogiera en su casa, con su perro cojo y su mesa de nogal y esa ventana desde la que nos enseña Madrid y ahí sigo dando vueltas en ese círculo sin intención de irme, igual que mi intención la próxima vez que me acerque a Madrid, de tomar café en el Círculo de Bellas Artes, la próxima vez que me acerque a Madrid, antes de que la ciudad, las calles peatonales adornadas de navidad y cascabeles, los comercios, termine todo por llenarse de zombis repletos de compras que la mayor de las veces no hacen falta. Y ya solamente recordaros que Alenarte es gratis y se sostiene, no espera lo que no se le da. El número cien está en la red, felicidades.