La verdad es que ahora mismo no soy capaz de recordar de qué forma, o a través de qué medio, entré en contacto con este trío de Nashville (Tennesse). Supongo que eso no tiene ninguna importancia para lo que va a venir a continuación ¿o sí?. Lo siento, soy incapaz de dar respuesta a mi propia pregunta en algo que seguramente que no va a entrar en el Olimpo de los párrafos de apertura de un artículo.
Hace ya un buen puñado de años (uno ya empieza a tener memoria), un amigo me dijo: “la música ideal para estar en la carretera es el country”. Una afirmación con la que no podía estar (y lo sigo estando) más de acuerdo. Un estilo musical que por estos lares no terminamos de acoger con la generosidad que merece, lastrado como está por la imagen de esos vaqueros y vaqueras, armados con una guitarra cantando a las estrellas, las inmensas llanuras en las que pastan millones de vacas, mientras rudos ganaderos añoran a su amada.
( Alfredo Rodríguez ).
El country-pop de Lady Antebellum. Por: Alfredo Rodríguez Iglesias.
Algo de todo eso (las vacas no) se recoge en las letras de este trío formado por Charles Kelly, Dave Haywood y Hillary Scott, con la particularidad de que su música no suena al country llamémosle, para entendernos, “clasico”, sino que le han añadido el toque de su juventud para dejarnos unas melodías de aire pop, a ratos incluso con toques rock y algún violín por ahí que nos recuerda melodías más propias del mundo celta, eso sí, de una forma muy sutil y nunca como sonido principal ni mucho menos.
Un grupo que con dos discos en el mercado, Lady Antebellum (2008) y Need you now (2010), ha alcanzado en ambos casos el triple disco de platino, mientras que en septiembre espera tener en el mercado su tercer trabajo de estudio que llevará por título Own the night.
En todos los trabajos discográficos de Lady Antebellum (todavía no lo he dicho, pero se formaron en 2006), nos encontramos con unas melodías pegadizas y letras románticas muy pegadas a la vida real, para hablarnos de viajes personales, sentimentales, de caminos que tal vez no quede otro remedio que recorrer aunque duelan, de puentes que hay que dejar atrás aunque las lágrimas no nos dejen ver bien el camino que tenemos por delante.
Es el paisaje de la América profunda, de pequeñas poblaciones en las que crecen amores a la sombra y al sonido de la campana de la iglesia mientras en sol cae sobre la línea del horizonte, ese horizonte promesa de algo que solo se puede alcanzar de la mano del otro, de un mundo que, en lo bueno y en lo malo, no es un mal sitio para vivir, para estar, para sentir.
Un lugar, un camino, un coche que se para al lado de otro y la cara de una niña que deja en el aire una sonrisa de chocolate le reconcilia a uno con el mundo. Son canciones que quieren ser optimistas, que quieren contagiar energía, fuerza para seguir adelante y no rendirse, porque aunque las carreteras a veces parecen cortadas y los puentes los hemos quemado, siempre hay una opción, una posibilidad, un amor que está esperando pacientemente nuestra llegada.
Esas cosas las he visto y las he oído en las canciones de Lady Antebellum.