Aguilardecampoo
Jardines, iglesias, torreones, atalayas, espadañas, claustros…jalonan el paisaje de España.
Nuestros escritores de atenta mirada, se han detenido siempre en él, desde Cervantes hasta nuestro siglo XX.
Quizá sea el paisaje una forma de definición del carácter, un paisaje ético, una referencia; una manera de jalonar el horizonte.
José Julio Perlado se acerca a él en este artículo.
El paisaje de España visto por los españoles. Por : José Julio Perlado.
jardines Aranjuez
“Vieron sus iguales y extendidas calles, a quien servían de espaldas y arrimos los verdes e infinitos árboles; tan verdes, que los hacían parecer de finísimas esmeraldas. Vieron la junta, los besos y abrazos que se daban los dos famosos ríos Jarama y Tajo. Contemplaron sus sierras de agua y admiraron el concierto de sus jardines y la diversidad de sus flores. Vieron sus estanques, con más peces que arenas; y sus exquisitos frutales que, por aliviar el peso a los árboles, tendían sus ramas por el suelo”.
Así describe Cervantes en su “Persiles” el paisaje de Aranjuez. Ciudades y paisajes se dejan querer por las pupilas de los escritores y las pupilas de los escritores van guiando a la pluma en el curso de unas hojas de siglos.
parque vicencio juan lastanosa.
Y si la pupila y la pluma entran, por ejemplo, en otro parque o jardín – como así sucede ante el de don Vicencio Juan de Lastanosa, en Huesca -, Gracián va contando en “El Criticón” cómo “más adelante se veía un estanque, gran espejo del cielo.(…) Admiraron el loto, planta también ilustre, que de raíces amargas de la virtud rinde los sabrosos frutos del honor. Gozaron flores a toda variedad, y todas raras: unas, para la vista; otras, para el olfato, y otras, hermosamente fragrantes, acordando misteriosas transformaciones”.
De nuevo los jardines, de nuevo las pupilas. Cada escritor atraviesa las veredas, aparta la sombra de los verdes, se acerca al rumor de las fuentes, acaba sentándose en un banco para contemplar y para describir. Azorín publicó su delicioso libro “El paisaje de España visto por los españoles” y Marina Romero su “Paisaje y literatura de España”. El primero recorre desde El Bierzo a Mallorca y el segundo toma de la mano a Unamuno, a Machado, al mismo Azorín, a Baroja, a Valle -Inclán, a Juan Ramón y a Maragall. Son paseos por Zamora o por Soria, campos de la Mancha en Albacete, conventos franciscanos, estampas de pastores cuidando a sus rebaños, torres erguidas de reloj, casas colgadas, ermitas, vistas desde balcones de palacios… El paisaje parece quieto y es el ojo del escritor el que le da las vueltas desde el amanecer al atardecer con agujas de tiempo que pasan por la prosa, marcan la hora de las contemplaciones, también la hora de profundas reflexiones.
“En las viejas ciudades de España – escribe Azorín – existen los jardines de las catedrales; existen también otros jardines. Descubriendo el jardín de la catedral; descubriendo el jardín de un centenario caserón; descubriendo el jardín de un convento de monjes; descubriendo, por último, este ameno lugar, municipal, dominguero, en que las muchachas del pueblo van a pasear sus ilusiones. (…) ¡ Jardines de España” ¿Jardines en la nación de los sequerales y de las estepas?”…
Sí, Azorín los descubre, como Machado se asoma al jardín de su infancia en el soneto de sus “Nuevas Canciones”:
“Esta luz de Sevilla… Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho.—La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio –.
Mi padre, aún joven. Lee, escribe, hojea
sus libros y medita. Se levanta;
va hacia la puerta del jardín. Pasea.
A veces habla solo; a veces, canta.
Sus grandes ojos de mirar inquieto
ahora vagar parecen, sin objeto
donde puedan posar, en el vacío.
Ya escapan de su ayer a su mañana;
ya miran en el tiempo, ¡padre mío!,
piadosamente mi cabeza cana”.
