«Pensando en Holanda veo anchos ríos que lentamente discurren por tierras bajas, entre filas de altos olmos hasta el horizonte…»
Así comienza un conocido poema holandés, escrito en 1936 por Hendrik Marsman. Describe un paisaje de superficies planas y horizontes lineales, tan solo quebrados por erguidos olmos, pueblos, granjas, torres e iglesias. Marsman sigue nombrando la luz de un sol velado, el aire húmedo, el gris y sobre todo el agua, la voz del agua en recuerdo de la lucha esforzada de los holandeses contra ella. Es un poema que da una imagen realista del país y que sugiere recuerdos y comparte la añoranza de haberlos dejado atrás. ( Pilar Moreno).
El paisaje en el arte. Por: Pilar Moreno.
Los paisajes han sido siempre motivo de inspiración en la literatura. También los poetas españoles nos transmiten el carácter y la personalidad de un paisaje, lo emotivo de las imágenes y lo simbólico de los detalles al describir en sus versos la tierra que los inspira. En A orillas del Duero, Antonio Machado nos hace ver una Castilla triste pero noble, de campos solitarios en el calor del estío, de horizontes oscuros donde sólo unas figuras lejanas, algunos carros, jinetes, arrieros y un Duero de plata ponen el acento de vida y color al paisaje.
En la pintura, el paisajísmo es un género que, en sus comienzos, no gozó de mucha estima y sólo tenía valor como fondo de escenas en otros géneros pictóricos. Sin embargo, pintores como El Greco con su Vista de Toledo, Leonardo Da Vinci en La Gioconda y Diego Velázquez en varios de sus retratos a miembros de la corte, como Felipe IV a caballo, el príncipe Baltasar Carlos o los jardines de la Villa Médici en Roma, dejaron muestra de saber interpretar este género, aunque en la mayoría de los casos fuese como marco de realce para el protagonista principal.
El siglo XVII fue el periódo de florecimiento holandés con una creciente economía y el desarrollo de las ciencias y la cultura. También la pintura holandesa experimentó grandes cambios, en especial el paisaje, que se convirtió en protagonista de numerosas obras. Uno de estos cambios está en la situación del horizonte en los lienzos. Vemos como se empieza a trazar más bajo y se crea de esta forma más superficie para el cielo y las nubes, determinantes del color y la luz. Una naturaleza más realista y la interpretación de las sesiones fueron determinantes para el éxito. Un ejemplo de esto está en el cuadro Paisaje de invierno, de Anthonie Verstraelen, pintor holandés nacido en 1593. Un tema de invierno, la gente patinando, el agua helada, el cielo, la luz, el color, dan una imagen exacta de una típica costumbre invernal en la Holanda de todos los tiempos.
Poco a poco el paisaje toma un lugar preferente en los cuadros y se convierte en el motivo que atrae y provoca emociones, en especial una cierta melancolía. Esto me ocurre con algunas de las pinturas de Jan van Goyen o Meindert Hobbema. En Molinos de viento junto a un río de Van Goyen es el cielo el que domina toda la superficie enfrentado a los brazos extendidos del molino que, como gigante intrépido, se alza defensor del hombre ocupado en sus tareas. La ciudad queda apartada y muda en el horizonte, con la amenaza que se presiente de los elementos naturales, del silencio precurso de lluvia y la indiferencia del que está dedicado a sus tereas. Totalmente diferente es el cuadro La avenida de Middelharnis de Meindert Hobbema. La naturaleza es amable, un paisaje holandés en un día claro con algunas nubes blancas que resalta más el azul del cielo. En el centro, el camino marcado por los árboles, quizás olmos, que te atrae hacia el horizonte donde vemos, al fondo, la ciudad y la torre de una iglesia. La luz es un elemento importante en esta composición.
Las condiciones climatológicas son claves para el resultado final. Hemos visto el invierno, frío y blanco de Anthonie Verstraelen, también la amenaza de un cielo encapotado en la pintura de Van Goyen y el contraste con la luz del cielo abierto y algunas nubes arrastradas por el viento, en los colores brillantes de Hobbema. Los paisajes holandeses del siglo XVII son admirados por los efectos de esa luz y de ese aire que con tanta generosidad plasman los pintores en sus telas. Quizás será como dicen algunos que la presencia de esa luz tan especial en los cielos se debe a su reflexión en las grandes extensiones de agua, mares, ríos y canales. De la misma forma que el poeta nos transmite con versos emociones cuando nos habla del agua, del sol y del aire en su poema, el pintor emplea el pincel y el lienzo para compartir los sentimientos que le sugieren esas imágenes. En este caso lo tiene más difícil al pintar el viento, la brisa o el vendaval. Un cuadro interesante es Un molino de agua, Rijksmuseum en Amsterdam, también de Meindert Hobbema. Un tranquilo paisaje, con un molino de agua, que el pintaba con frecuencia, en tonos gris en contraste con la naturaleza a su alrededor. Pero lo que realmente nos atrae son los árboles a la derecha del molino que se balancean con un suave susurro de izquierda a derecha, entre tímidas pinceladas amarillas, verdes y marrones oscuros. Si te detienes ante el cuadro llegarás a presentir esa sensación de movimiento con que el viento impulsa las ramas. Es un cuadro que transmite tranquilidad, donde el viento, quizás es una corta racha sin mucho empuje, es el sonido musical que acompaña lo cotidiano de los personajes.